jueves, 10 de mayo de 2012

Colgué una versión revisada de este texto en .pdf: http://paraelemprendimiento.wordpress.com/2012/05/11/metodologia-fundamental-para-el-emprendimiento/ Queda con licencia para retomar conceptos, siempre y cuando se den los créditos respectivos.

lunes, 31 de marzo de 2008

INTRODUCCIÓN.

Este texto nace de nuestra inquietud e inconformidad con las situaciones de pobreza económica, pero también de nuestra inconformidad con las teorizaciones existentes acerca del origen de esta pobreza. Por eso mismo, es este un texto que pretende dar más luces acerca de este problema que toma características cada vez más polarizadas. Los ricos son más ricos que antes, y los pobres más pobres que años atrás. Durante el desarrollo del texto, nos hemos encontrado que necesariamente habría de ser de una gran positividad, lo cual puede verse como una debilidad del mismo. Pero siendo nuestro objetivo básico la búsqueda de un camino efectivo para el mejoramiento de las condiciones de vida actuales de los seres humanos, en general, no se podría esperar menos. Muchas han sido las mediciones, discusiones y conclusiones, así como han sido muchos los progresos conceptuales que se han logrado a través del estudio del fenómeno de la desigualdad económica a través de la historia, en materias diversas tales como la filosofía, la economía, los sociología y la mercadotecnia, entre otras. Pero no encontramos de hecho, formulaciones efectivas para la prevención y para el alivio -que no erradicación- del fenómeno de la pobreza, derivado natural de la desigualdad en la generación y la distribución de la riqueza.
Al aventurarnos en el análisis de la pobreza económica, nos encontramos con el aporte de otras materias básicas respecto al fenómeno, las cuales nos muestran un camino a través del cual nos hace señas una luz de esperanza, por la claridad que nos deparan tales fundamentos. No creemos encontrar formulaciones muy novedosas por esta vía, pero sí encontramos un entramado de hechos correlacionados, sobre los cuales, aunque nos podemos mover en muchos sentidos, siempre nos llevan a una única conclusión: la desigualdad económica en las sociedades humanas es un problema demarcado por los desiguales desarrollos evolutivos psíquicos del ser humano y, en ese sentido, es un problema cuya solución, no ha estado completamente en manos de los seres humanos. Sin embargo, gracias a los desarrollos evolutivos logrados a lo largo de muchas generaciones, el la solución al problema de la condición de pobreza humana, se convierte en una responsabilidad cada vez mayor del individuo y la sociedad.
La pobreza humana es un problema que finalmente pareciera corresponderle a la fortuna, pues la variabilidad en lo evolutivo, causal que invocamos como fundamental, parece ser igualmente fortuita. Pero es aquí donde se inserta en nuestro discurso, y de manera obligada, no solamente aquello positivo, si no también lo antropocéntrico, pues es aquella supuesta casualidad evolutiva, que se manifiesta en la variabilidad de los seres vivos, la que propicia nuestra presencia actual sobre la Tierra. Podríamos ver en este resultado una finalidad que hace que todo el proceso evolutivo animado e inanimado, se nos muestre con una causalidad -y en ninguna manera casualidad- de fondo. Así, lo fortuito o casual de nuestra presencia en la Tierra deja de serlo considerando dos conceptos aparentemente muy espaciados entre sí: las íntimas interrelaciones materia-energía arduamente investigadas por la física, de un lado, y nuestro propio punto de vista, antropocéntrico respecto a la vida misma, del otro.
Una vez delimitado así, encontramos de igual manera, que el problema de la pobreza económica tiende a ser subsanado mediante los propios desarrollos evolutivos. En tal sentido, hemos de considerar la posibilidad de que nuestra evolución psíquica es continua, manteniendo activos todos los parámetros evaluados por Darwin en sus escritos más acertados, primero de una manera que podríamos llamar “natural”, que “no nos damos cuenta”, pero también de una manera “artificial”, induciendo con nuestras propias exigencias más concientes, tales desarrollos que, como ya lo advertimos, son esencialmente psíquicos. En este texto, por lo tanto, lo que podemos exponer son los problemas reales que enfrentamos las personas para un más efectivo desarrollo psíquico y, consecuentemente, un trabajo específico con el que se pueden enfrentar tales dificultades. Hemos querido definir la base de tal trabajo como esencialmente pedagógica, por razones que daremos más adelante y esperamos sean muy valederas.
Ahora, sabemos bien que no son pocos los esfuerzos aplicados por una gran cantidad de organizaciones, en la labor pedagógica como base, para el alivio de la condición de pobreza humana, así como los esfuerzos por hacer ingresar a los individuos situados en los extremos de la escala económica, en esta necesaria y urgente tarea. Este texto sólo pretende presentar bases más sólidas que incentiven y hagan aún más efectivos los trabajos realizados y por realizar. Ya que consideramos la pedagogía como la vía principal en la solución de la desigualdad económica, los propios conceptos económicos y de mercadotecnia usualmente empleados para definir esta problemática, parecen no tener mayor participación, que la de ser contenidos específicos propios para el objetivo trazado. Tal vía principal a través de lo pedagógico, pudiera tener un vínculo muy estrecho con la filosofía, pero no escogeremos esta atractiva vía, en tanto consideramos de mayor peso para nuestra demostración una base científica conceptual, que un discurso filosófico, así este termine por formar parte de aquélla.
Dentro del concepto de lo pedagógico, nuestros fundamentos estarán en la teoría de la evolución de Darwin, muy popular pero no tan estudiada, y en la psicología, no en la que pudiéramos llamar “clásica”, si no en la específicamente desarrollada por Sigmund Freud, pues nos aporta una base científica sin parangón en la materia. Sabemos que en particular, tomar tal fundamento en lo psicoanalítico, no nos eximirá de varias y no pequeñas dificultades, entre ellas, el hecho de que muchos conceptos del psicoanálisis -la psicología de Freud- fueron evolucionando a través del propio trabajo de praxis y elucidación científica del propio Freud. Además, es difícil encontrar síntesis y reflexiones psicoanalíticas de Freud que no generen en muchas personas, sentimientos de rechazo e incomprensión. Por último, aún a riesgo de que, precisamente por las dos dificultades enunciadas, no se comprenda bien cuál es la base psicoanalítica sobre la cual elaboramos nuestra tesis, todavía nos veremos en la necesidad de hacer algunas complementaciones y correcciones a ciertas concepciones de Freud, que si bien nacieron de sus observaciones psicoanalíticas, creemos que no comprometen su meollo.
Tales complementaciones y correcciones, siempre muy arriesgadas cuando se trata del discurso freudiano, mantienen una muy fundamental aspiración pedagógica, y pretenden precisamente facilitar la comprensión de aquellas mismas reflexiones básicas de Freud, que tanto requerimos para nuestras sustentaciones. Buena parte de esta aspiración a la claridad pedagógica, está basada a su vez, en los principales textos y desarrollos de Darwin. Aquí, al contrario de lo que sucede con Freud, podemos decir a ciencia cierta que “todo el mundo” sabe mínimamente de qué se trata la teoría de la evolución humana planteada por Charles Darwin. Y no sólo eso. La teoría de la evolución es un conocimiento muy apropiado por la sabiduría popular, que es aplicado en infinidad de situaciones cotidianas, con grandes probabilidades de acierto conceptual, lo que no sucede con la teoría de Freud. Es nuestra esperanza “dar en el punto”, pues tanto a nivel de la rigurosidad científica requerida, como de la exigencia pedagógica planteada, tal “combinación” de autores la consideramos prenda de garantía para el logro de nuestro objetivo. De todas maneras, es posible observar que los principales planteamientos de Freud respecto al desempeño y características del mecanismo psíquico humano, poco a poco han ido tomando parte en la cotidianidad humana, particularmente, en los propios núcleos familiares, en la primera educación escolar y en el área de la investigación criminalística, entre otros.
No podremos dejar de lado sin embargo, los conceptos de la física respecto a la dinámica de materia y energía, tema que nos sale al encuentro, cuando se trata de dilucidar la intrínseca relación entre cuerpo y psique, y que nos sumerge un tanto en la reflexión filosófica y causal. Pero de “nuestra propia cosecha” son otros aportes que esperamos logren suficiente sustentación. El primero de ellos nos lleva a la reflexión acerca de la participación en evolución de la instancia psíquica como un ente energético sinérgico. El segundo aporte nuestro, trata de la reflexión acerca de la sexualidad como vía preferencial para la reproducción de las especies. Finalmente, una sucesiva y causal “cascada conceptual” que, comenzado con lo sexual -de gran importancia y punto común fundamental en lo evolutivo y en lo psicoanalítico-, pasa por lo estético y pedagógico -donde el ser humano logra la concreción de lo temporal y de lo espacial con una condición de goce-, continúa con el concepto de “valor” por el placer de la satisfacción -intersección de lo psicoanalítico con la mercadotecnia y la administración de negocios- y termina con la medición económica monetaria, aproximación fundamental a nuestro objetivo final, los factores causales de la condición de pobreza económica humana.
Otra reflexión acerca de la confrontación del concepto de lo estético-placentero como vía preferencial para el desarrollo evolutivo, con los desarrollos de Freud acerca del chiste, lo cómico y lo humorístico, y con respecto a los conceptos de identificación y de trasferencia de la práctica sicoanalítica, nos darán importantes luces acerca del goce en lo pedagógico, identificado con lo estético y con lo evolutivo, en cuanto a vía única para el devenir humano -mucho más allá de cualquier conceptualización en lo fortuito o casual-. Finalmente, dilucidando lo que es efectivamente pedagógico, esperamos aportar claridad respecto a cuál es la manera más real y objetiva de mejorar la eficiencia del ser humano, en la consecución de los recursos para su subsistencia, o lo que es lo mismo, para la generación de la riqueza. En el lenguaje empresarial y de las más reciente políticas socio-económicas gubernamentales: la iniciativa de emprendimiento.
Sabemos que, en última instancia, el evolucionar psíquico es una condición humana, nacida en la constitución orgánica -anatómica y fisiológica- y forzada por la ilusión del bienestar absoluto, cuya aproximación cada vez más depende de nuestra propia fortaleza y desarrollo psíquico. Este texto no logrará solucionar de manera súbita el fenómeno de la pobreza, pero pretende actuar como catalizador de importancia en la búsqueda de tal solución.

1. LA BÚSQUEDA DE LAS CAUSAS DE LA POBREZA.

Queremos hacer un intento por definir y explicar las causas de la pobreza humana, pero sabemos que no somos los primeros en llevarlo a cabo. Igualmente, muchos de los intentos anteriores, tuvieron como objetivo claro el erradicar este inmemorial flagelo, pero habremos de considerar que bajo nuestra óptica, ninguna teoría ha sido exitosa en ese sentido. La explicación de la pobreza nunca ha sido un objetivo fácil de alcanzar.
- Marx
Nos interesa comentar en primera instancia los desarrollo de Marx, pues en su época fue la persona que le confirió a la problemática de los ingresos y la distribución económica, una profundidad que nunca antes se había logrado. Los escritos de Marx respecto a la economía, se han constituido en una importante base para el estudio de la economía de capital. Sin embargo, lo que Marx pretendió demostrar con sus estudios, en última instancia, cómo era posible encontrar condiciones más igualitarias en el orden económico, no tuvo el suficiente sustento. Todos los estudiosos están en un acuerdo aproximado, acerca de dónde Marx falla en su construcción. Básicamente, Marx aduce que la desigualdad económica reposa en una desigual propiedad de los medios de producción. Los industriales y comerciantes del mundo poseían los medios de producción, pero no tenían el conocimiento del obrero en cuanto a pericia y manejo de tales medios. Si estos medios de producción pasaban a ser propiedad de los obreros, finalmente acabarían con su siempre precaria situación económica, producto de una injusta remuneración por su trabajo.
Este “despojo” no sería fácil de lograr, pues era de esperarse una gran resistencia por parte de los dueños oligarcas, y los obreros habrían de organizarse estratégicamente para una muy probable confrontación de hecho. Marx y sus seguidores encontraron, sin embargo que para que la clase obrera lograra la organización requerida, estos deberían, no solamente aspirar a un mayor bienestar, si no a mejorar en algo su nivel intelectual. Es este precisamente el primer error que se observa, el haber considerado que los obreros encontrarían efectivos los espacios logrados para mejorar su nivel intelectual, aun cuando la labor pedagógica poseyera, muy acertadamente a nuestro parecer, una significación de fondo. Marx se encontró con un obstáculo pedagógico muy grande y de hecho, la respuesta, por parte de los obreros a nivel de mejorar su conciencia de clase, no hubo de ser tan significativa. Aparte de una exacerbación de la tendencia a la confrontación de hecho, en esencia el movimiento no anduvo los caminos prescritos de la implementación de la instrucción, con el objetivo organizacional de largo plazo.
Un segundo error fue no tener en cuenta el continuo cambio tecnológico, cada vez más acelerado, que requería de mayor conocimiento técnico, especializaciones, inversiones en investigación y desarrollo, los cuales no estaban aún ni lejanamente, en manos de los obreros de una organización sindical de base. Un tercer error fue no implicar a otros individuos, que no clasificaban como obreros, pero que sufrían igualmente las penurias ocasionadas por la manera en que se expandía el capital. Tales individuos, adicionalmente, tenían la fuerte tendencia a ejercer actividades ilícitas para su sustento, y deberían ser absorbidos o erradicados por parte de la futura clase obrera: el lumpen proletariado. Esto significaba que para tales personas no había mayores oportunidades de mejorar, con base en una estructura social obrera, lo cual nos sugiere nuevamente un obstáculo pedagógico importante. Similar obstáculo se habría de tener en cuenta con aquellos oligarcas que, una vez apartados del quehacer productivo, estarían excluidos socialmente. En cuarto lugar, la organización militante, cuasi-militar, que requería tal procedimiento de despojo, distraía a los obreros proletarios de su oficio actual, y en lugar de fortalecer su posición frente al quehacer productivo, obviamente la debilitaba.
Un último error es la concepción totalitaria y acabada de ser el comunismo obrero la única vía permisible de construcción social. La democracia, posible en tal régimen comunista, se vería totalmente opacada, no por el criterio de igualdad si no por el criterio más estricto de la “uniformidad” de pensamiento. Marx imaginó, muy al contrario, una sociedad en la cual cada individuo tendría el tiempo y la posibilidad material de realizar su verdadera vocación, pero era esta una construcción que en Marx adolecía de varios bloques más o menos notables, siendo para nosotros el más destacado, la exclusión de personas que no clasificaban como “obreros proletarios”.
Todo esto hizo que las reflexiones marxistas respecto a la pobreza económica se vieran sin piso, y su explicación no lograra el objetivo. Considerando que Marx se hace vocero de una gran mayoría de personas cuya precaria posición económica sólo les depara angustias y penurias -o viceversa-, vemos que no encuentra la mejor manera, a lo largo de sus reflexiones y actividades, para explicar cuál es el origen de las desigualdades en la posesión de los medios de producción, a saber, el origen de la desigualdad en el ingreso económico y del despotismo patronal. Los cinco errores mencionados en el fracaso de la implementación comunista como régimen social ideal, podemos agruparlos en errores de inclusión y de vocación. Ambos “grupos” de errores, finalmente, los podemos clasificar como de tipo pedagógico, en el término amplio que le queremos dar al término.
Sin embargo, Marx no se equivoca en todo. Sabía que los obreros poseían elementos de identificación que los ayudarían a unirse solidariamente para luchar por un destino mejor. Sabía igualmente que debía ejercer una labor pedagógica, en consecuencia, y que además, debía confiar en que con tal instrucción, las ideas de los obreros lograrían una dirección más apropiada para los fines. Estos esfuerzos tuvieron resultados positivos, pues incentivaron la aparición de políticas de protección social para los individuos menos favorecidos de la sociedad, primero los obreros, pero luego los desempleados, los discapacitados, los ancianos, etc, además de fortalecer los procesos democráticos, por la inclusión de ciudadanos que antes se consideraban sin derechos de participación. Igualmente, Marx sienta muy importantes bases para el análisis de los mercados de capital, su medición y movimiento general, incluyendo la influencia que tal sistema de producción tenía en la economía del individuo y de las comunidades.
- La administración de negocios y la mercadotecnia.
Cuando el capitalismo definitivamente se consolida como un sistema predominante en la economía mundial del siglo XX, surge de manera casi simultánea un movimiento positivista, que pretende explicar a las personas, cómo insertarse mejor en aquel cada vez más apabullante -y “exitoso”- sistema de capitales. Los estrategas de las ventas y del mercado inician importantes investigaciones empujados por aquel inobjetable predominio, y van consolidando el concepto base de la mercadotecnia. Sabemos que en una primera instancia ganó fuerza la idea de que el mercado debería considerarse como un campo de batalla, en el cual los jefes de ventas habrían de defender ciertas trincheras y posiciones para sus productos, frente a una competencia siempre atenta a invadir territorios comerciales cada vez más significativos. En esto, no se diferenciaba mucho de la tesis de confrontación socio-económica que planteaba el marxismo comunista. Esta idea, de fondo, no ha cambiado, pero se ha modificado o mejor, atenuado, con base en experiencias de mercado que hubieron de terminar en quiebras empresariales más o menos importantes o en hechos siempre lamentables de infortunio humano.
La resolución de conflictos mediante las muy diversas maneras de negociar o de convenir, y sus respectivos términos de entendimiento, con la correspondiente ampliación de conceptos, termina siendo un fundamento muy importante en la atenuación de la confrontación socio-económica. Así, el lenguaje y el manejo de los términos económicos se constituyen en los dos grandes puntos de apoyo en la solución pacífica de los problemas de empresa. Vale aclarar que el manejo de términos económicos, ha de hacerse con referencia a unos recursos bien determinados por un oficio gremial específico. Como un rastro subsistente de toda esta concepción bélica en el campo de las ventas, en Taylor (James W. Taylor, Planeación de Mercadotecnia, México, Prentice Hall Hispanoamericana, 1997), observamos títulos de capítulos muy dicientes: “Planeación y estrategia de mercadotecnia (…)”, “Toda compañía tiene fortalezas y debilidades (…)”, “Análisis competitivo”, “Análisis del entorno (…)”, “Investigación de mercadotecnia y su clientela”, “Planeación y administración de la fuerza de ventas”, “Toda la competencia es global”, “(…) elaborar un plan de mercadotecnia estratégico ganador” (ibid, p.v a xvii).
Encontramos que el capitalismo como sistema económico, muestra una valía histórica que a principios de siglo XX todavía parecía muy relativa. Desde sus inicios, el mercado de capitales ha mostrado ser muy versátil, y, además de mostrar su practicidad, se ha adaptado muy bien a los cambios de época. Prueba de ello es la capacidad que muestra para insertar lo social en su esquema en las décadas de los 80 y los 90, y el control que posibilita sobre este tema, a través de la comunidad, y gracias a las mediciones cada vez más acertadas de los principales indicadores económicos, en términos monetarios. Así mismo, se encuentra que estos indicadores en moneda poseen buena credibilidad, respecto a lo que representan en las situaciones de empresa, y por lo tanto son una base pero también un argumento sólido en las negociaciones. Esperamos no se vea en esto una mera apología por el sistema de capitales. Sólo tratamos de mostrar cómo este sistema, que si bien se ha impuesto de manera abrupta y dictatorial en muchas sociedades humanas, ha sido igualmente generado por un devenir histórico humano, y se inserta en consecuencia positivamente en las actividades de subsistencia humana, dándoles una base material cuantificable de alguna manera. No podremos achacarle al capitalismo el origen ni el crecimiento mismo de la condición de pobreza, pero sabemos que, como cualquier sistema ideado por el ser humano, muestra las falencias inevitables de lo que aún requiere mucho trabajo y perfeccionamiento. Volveremos sobre este tema más adelante.
Como concepto fundamental, de vida, enteramente cruzado con el concepto similar propio de lo económico o de los negocios, empresa es un concepto que tiene qué ver enteramente con una actitud humana, natural, y por lo tanto muy relacionada con las exigencias evolutivas. El desarrollo de una empresa tiene qué ver enteramente, en este sentido, con el desempeño de una determinada actividad, vocacional, por parte de una persona. El éxito o fracaso empresarial, además de una connotación administrativa y económica, poseen una connotación comportamental, que para nosotros se define de manera óptima únicamente a través de conceptos psíquicos y evolutivos. De todas maneras, hasta ahora ha sido la mercadotecnia la disciplina que parece aportar más luces y posee mayores y más efectivas herramientas pedagógicas respecto a la actividad empresarial como un todo. Sin embargo, esta disciplina todavía no da garantía absoluta de éxito, si no es bajo ciertas circunstancias bien delimitadas.
Muchos gobiernos están apoyado, en virtud de una muy sugestiva política, la opción de emprendimiento para la apertura de negocios. Como fuente de ingresos económicos, un negocio inicial es una actividad básica y muy importante para el mejoramiento de las condiciones de vida de personas con limitaciones de recursos económicos. Tal alternativa se configura como una solución ideal al problema del atraso económico, para cualquier sociedad cuya principal dificultad sean los índices elevados de pobreza. Una negocio bien iniciado no requiere necesariamente de inversiones muy altas. Una de las principales dificultades con las que se ha tropezado tal política gubernamental, es la tradicional separación entre la academia y el mundo de los negocios, y de hecho, una de las principales virtudes de la mercadotecnia como disciplina es enfrentar al individuo inmerso en la academia, con situaciones y análisis de negocios de manera cada vez más realista y refinada.
El mercadeo, en tal sentido, tiene la ventaja, sobre muchas otras disciplinas, de ubicar a las personas en una situación abstracta, pero muy común en la cotidianidad humana. Cómo preparar y enfrentar el momento en que “mi” producto o servicio se ha de comercializar. El inicio y el desarrollo de una empresa. Gran cantidad de teóricos en administración de negocios están de acuerdo en que el mercadeo está basado en principios regulares. Taylor lo declara de manera muy firme, y nos llama particularmente la atención su manera de hacerlo, pues plantea como base de su argumentación, una extensa “(…) base de datos del desempeño de más de 3.000 compañías diferentes de todos los rincones del mundo industrial que abarca los últimos veinte años (…)”. Taylor responde con esto, en principio, al objetivo de mantener una línea de razonamiento científico comprobable. Vemos que este autor, en su Introducción (ibid, p.XVIII) promete dar las claves para el éxito empresarial, a partir de la discusión de conceptos básicos de la administración empresarial.
Comenzando con el análisis del control de los costos en una empresa (ibid, p.11 y ss), que indica a las claras que “(…) una empresa debe crecer o morir.” (ibid, p.15). Continúa diciendo: “Examinamos la forma en que los costos impulsan las estrategias de (…) todo tipo de empresas (…) En cada caso la estrategia primaria consistió en ¡aumentar el volumen! Esto significa aumentar las ventas y eso es de lo que trata la mercadotecnia.” (ibid, p.15). Pero qué significa “morir” para una empresa? La quiebra empresarial no trata sólo de una circunstancia números en el mercado de capitales: también es todo un drama humano. Cuando una empresa, pequeña o grande quiebra, todos sus empleados quedan en una situación de debilidad o desventaja, más o menos acentuada, frente a la posibilidad de conseguir su sustento. Queremos hacer notar, entonces, cómo el análisis de la mercadotecnia, llevado a un plano más cercano de la cotidianidad, nos lleva a concluir que “crecer o morir” es algo más que un formulismo de los negocios. Que tal declaración tiene qué ver con las posibilidades de lograr subsistir, por parte de los individuos de una comunidad.
Taylor pasa luego a discutir los factores que inciden en el éxito de los negocios, y que de paso previenen las extremas situaciones de quiebra. Entre ellos, enuncia el factor de la calidad, como tal vez el más importante por su posibilidad de manipulación y mejora: “(…) Se ha mostrado que los productos y servicios de más alta calidad generan utilidades más altas que los productos y servicios de menor calidad (…) Los clientes están dispuestos a pagar más por productos y servicios de alta calidad” (ibid, p.22). Siguiendo con el tema, Taylor escribe más adelante: “¡No es posible que todas las compañías en un mercado sean la número uno o la número dos! Además, llegar a ocupar esa posición tal vez resulte muy caro (…) Toda compañía, sin importar su posición de mercado, puede utilizar la calidad como una de las principales estrategias competitivas (…) El concepto clave aquí es el del “Valor para el cliente” (…)” (ibid, pps. 30 y 31). La idea de que “la calidad” es el “factor vendedor” de un producto o servicio no es nueva, pues fue lo que demostró en un principio el “boom” japonés a partir de los 70. Experiencias y análisis posteriores ampliaron el concepto de calidad por el de valor para el cliente. Así se interpretaba que las percepciones del cliente no abarcaban únicamente el producto o servicio en sí, si no todas las circunstancias, ocultas y visibles, que acompañaban el ofrecimiento del mismo, con lo cual el empresario ya no quedaba exigido por la calidad en lo productivo únicamente, si no también por la calidad en la comercialización o distribución.
Ahora, se inicia “un negocio” con una idea y un trabajo consecuente y “apasionado” sobre tal idea. Las ideas de negocios son muy comunes, y por lo tanto, sabemos que por sí solas, no son las que generan las ganancias. La “idea”, unida a aquel trabajo apasionado y consecuente es la que genera efectivamente las ganancias esperadas. Pero esta situación es mucho más escasa. Identificamos el trabajo apasionado con la búsqueda de valor para el cliente, como concepto clave para el incremento de las ventas y la consecuente generación de las ganancias. Calidad, apasionamiento, valor para el cliente. Un encadenamiento conceptual que nos sumerge por completo en el ámbito de lo subjetivo, y pensamos que esta subjetividad es la que parece poner “un freno” o un filtro a la creación de empresas ganadoras. Aquí no hay cálculos, diseños o construcciones que de manera predeterminada, garanticen el éxito, y por eso, en principio, “cualquier idea” de negocios “es buena” -pero totalmente improductiva- de por sí.
La instrucción en mercadotecnia no puede enseñar nada respecto a cómo generar valor específicamente en una actividad económica dada, pero no deja de aportar indicios. Taylor, luego de analizar la calidad como concepto y factor clave de los negocios, habla del factor “nuevo desarrollo de producto / diferenciación de los competidores”, el cual posteriormente en su texto, tendrá como apoyo el concepto de “mercado meta”. Así mismo habla del factor “integración vertical” (ibid, pp.18) como igualmente positivo.
De esta manera, podríamos deducir en principio, que los negocios exitosos generalmente se hacen sobre la base de un conocimiento previo, con respecto a la nueva actividad que se va a ejecutar o ya se está desarrollando. La persona que comienza una empresa, sin un conocimiento previo de los segmentos de mercado relacionados con la actividad, tendrá muchas más dificultades en lograr el éxito, que aquella persona que ya conoce buena parte de aquellos segmentos relacionados y preexistentes. Una persona con conocimiento del oficio y su “ambiente”, puede manejar de manera más apropiada el concepto de “valor para el cliente”, pues este adquiere aquí un sentido especialmente concreto. Además, una persona así, habrá desarrollado una querencia, afectividad o identidad con tal oficio, con lo cual, su nueva empresa, estará dirigida con mayor apasionamiento. Finalmente, el conocimiento, conjugado con el apasionamiento, será garantía de constancia y perseverancia, con resultados importantes en productividad y participación de mercado, sin mencionar el crecimiento del segmento de mercado, al incrementarse las ventas en lo que virtualmente se podría denominar un nuevo “sub-segmento”. Tal mecanismo de creación empresarial promete ser muy igualitario en oportunidades, pero sabemos bien que no lo es.
La situación de conocimiento previo y específico, la cual estamos proponiendo como base necesaria para el éxito empresarial, depende, sin embargo, del concepto que para nosotros es todavía más básico: el aprendizaje o el ejercicio pedagógico. Toda persona ha debido aprender su oficio de alguna manera, pero el común denominador es la situación maestro-aprendiz, invariable desde los más inmemoriales tiempos en la historia de la humanidad. Si consideramos que a pesar de lo común y cotidiana, tal interacción pedagógica no parece tan efectiva como base para el éxito empresarial, tenemos dos caminos: desechar en definitiva lo pedagógico como concepto motor del mercado y tratar de encontrar otras bases para éste, o considerar una cierta ineficiencia en la interacción maestro-aprendiz, responsable última de la ineficacia en la generación de la riqueza a partir del trabajo de empresa. Nuestras anteriores reflexiones nos hacen optar por la segunda opción, pues una vez más nos aclaramos que el éxito empresarial depende de la capacidad de trabajo que demuestren aquellos que desean concretar y mejorar una idea inicial, capacidad que depende a su vez, del propio conocimiento y su aplicación. Finalmente, podemos derivar tal conocimiento de una experiencia de índole pedagógica y laboral.
Ahora, podemos remontarnos en esto de nuevo a la situación de Marx y sus obreros, que no logran abrir los espacios necesarios para su instrucción, encontrándose con un cierto obstáculo pedagógico, del que aún no tenemos una buena caracterización. Pensamos que un obstáculo en un proceso cualquiera -el pedagógico para nuestros efectos-, se relaciona enteramente con una caída de eficiencia en el mismo. Pero también observamos que definimos mejor lo pedagógico desde tres facetas de carácter temporal, diferenciadas por dos momentos en la vida del ser humano: el primero de ellos, que inicia con la primera infancia en la cual, “el maestro” son los padres que, posteriormente serán reemplazados o complementados con los maestros escolares, y la tercera, en la cual la exigencia laboral obliga a un continuo auto-aprendizaje, prescindiéndose del maestro, por lo menos de manera concreta.
Tal es el panorama que nos deja esta discusión acerca de las dificultades que posee el mercadeo, como disciplina que, a través del ejercicio mejorado de las ventas, al pretender mejorar el ingreso, la capacidad de subsistencia y por lo tanto, el bienestar general de los seres humanos. La preocupación de los gobiernos por el emprendimiento, responde igualmente a una posibilidad abierta para el mejoramiento de la sociedad. Es curioso ver cómo tal política de mejoramiento social y económico, responde precisamente a un principio que se ha considerado totalmente opuesto a los intereses sociales. El apoyo a proyectos micro empresariales, ha de corresponder conceptualmente con la filosofía del libre mercado, que en nuestros tiempos ha dado en llamarse “neo-liberal”, pero que no es de ningún modo tan novedosa. El neo-liberalismo justifica un cierto egoísmo, pero apoyado en el mercadeo como recurso pedagógico y de desarrollo investigativo. Por eso nos parece sumamente significativa esta aseveración de Darwin: “(…) Debía haber una abierta competencia para todos los hombres, y los más capaces no debían hallar trabas en las leyes ni en las costumbres para alcanzar mayor éxito y criar el mayor número de descendientes (…)” (Charles Darwin, El Origen del Hombre, México, Ed. Diana, S.A., 1957. p.790). Como concepto pedagógico, la política del “dejar hacer” parece pertinente en este caso, pero tal proceder en la práctica, siempre tendrá sus limitaciones en el ámbito social, según veremos. En particular, Darwin se apoya en el concepto de “los más capaces” como las personas “más responsables” o eficientes -o ambas cosas, no es muy claro- de la sociedad, pero tal designación debe tener una conceptualización más completa, por lo pronto. Sabemos que los esfuerzos pedagógicos por el emprendimiento, no solamente implican a los “más capaces”, si no que por el contrario, implican a los de “menor capacidad” y de hecho, pensamos que tales esfuerzos no dejan de dar sus frutos, aún cuando no los consideremos totalmente satisfactorios.
Pero ni los estudiosos del capitalismo, ni los de mercadotecnia, hasta el momento han explicado -ni mucho menos solucionado- la pobreza económica, aunque merecen todo el crédito en la medición efectiva y en la determinación de ciertos factores interrelacionados. Estas mediciones e indicadores, muestran una brecha creciente de pobreza, en tanto crece el patrimonio económico universal. Los ricos son más ricos y los pobres más pobres “(…) Contra el axioma de que primero hay que generar riqueza, para que luego, automáticamente, llegue a los sectores más bajos, [una] investigación reveló que las desigualdades en vez de atenuarse, se incrementan. La investigación realizada primeramente en 1960, se repitió en 1990: en estos 30 años , el 20% de los países más ricos aumentó su participación en la riqueza mundial del 70.2% al 82.7%; mientras que la del 20% más pobre disminuyó, pasando del 2,3% al 1.4%. Si en 1960 la riqueza d elos países del primer grupo era 30 veces superior al de los más pobres, en 1990 era 60 veces más (…)” (extractado de http://www.worldbank.org/html/extpb/wdr2000_2001.htm, documento WDR00, 2007). Pero esta experiencia acumulada, aunque ha cobrado no pocas “víctimas”, es la que ha permitido hacer, junto con los indicadores económicos relacionados, un seguimiento más certero de los causales de los fracasos empresariales, significantes claves de la inefectividad en la generación de ingresos económicos.
* * *
Después de los análisis respecto a cómo se ha querido enfrentar el problema de la pobreza desde el marxismo y desde la mercadotecnia, no podemos menos que llegar a la conclusión de que es el problema de lo pedagógico, como proceso útil para el mejoramiento de la “capacidad” de acción en la subsistencia del ser humano, es precisamente lo que queremos comenzar a resolver. La actividad pro-revolucionaria de Marx apuesta por la posibilidad de encontrar mejores condiciones de vida para la gran mayoría de los seres humanos. El trabajo de mercadotecnia ha aportado sin embargo una ampliación conceptual de lo pedagógico, aproximándose mejor a la solución del problema socio-económico de la pobreza. Tenemos la esperanza de que no se vea en esta una conclusión “amañada”, pues nuestra la conceptualización de lo pedagógico es amplia y sin restricciones para todo proceso de enseñanza-aprendizaje. Esta base conceptual de nuestro trabajo estaremos ampliándola desde la perspectiva evolutiva y psicoanalítica, con el fin de proporcionar suficiente claridad al respecto.

2. PULSIONES Y LA NECESIDAD DEL SER HUMANO POR ADQUIRIR LOS RECURSOS PARA SUBSISTIR.

Muchas son las reacciones que despierta la pobreza, tanto entre quienes consideran que la padecen, como entre aquellos que se consideran por fuera de esta. El fenómeno de la pobreza económica en la sociedad humana, nos hace recordar, de una u otra manera, la vulnerabilidad del ser humano. En tal sentido, pensamos, despierta sentimientos muy diversos, que básicamente obedecen a esa vulnerabilidad humana. La manera en que se manifiesta la indefensión o debilidad humana frente a su medio externo, parece estar enteramente identificada con la manera en que el individuo enfrenta las actividades propias y cotidianas que le permiten subsistir, y los recursos empleados para esto. El fenómeno de la pobreza nos hace observar, tal como lo han hecho innumerables filósofos, antropólogos y sociólogos, que el ser humano subsiste gracias a unas actividades, de carácter más o menos agresivo y de depredación, en las cuales el factor de dominio sobre los recursos que están a su alcance, sean objetos u otras personas, es fundamental. Pero los naturalistas igualmente observan cómo esta actitud que podríamos llamar “agresiva” es un común denominador entre las especies vivientes, en particular cuando no están muy diferenciadas. Cuando especies muy similares en sus costumbres y necesidades se encuentran lado a lado en aquella actividad de subsistencia, se establece de inmediato un combate o lucha entre los individuos, cuyos caracteres pueden ir desde lo más sutil y disimulado, hasta lo más dramático y salvaje.
- Las pulsiones básicas.
Por su parte, Freud concluye que la vida se origina y desarrolla gracias a unas fuerzas elementales universales, de origen prácticamente desconocido, que, de acuerdo con sus estudios acerca de los mecanismos psíquicos humanos, denominó pulsiones. Las pulsiones básicas deducidas por Freud, de las cuales se desprenden otras, son de dos tipos: Eros y destrucción. Tal concepción se desprende básicamente de cómo se desarrolla el acto de subsistir de los seres vivos: deben desagregar elementos del medio -destruirlos- para incorporarlos a su estructura o sea, para crecer como individuos, además de reproducirse o crecer como especie -“funcionalidad” de Eros-. Si hacemos una “regresión virtual” evolutiva hacia los orígenes de la vida, nos encontramos con una organización molecular macro, en vías de “convertirse” en un ser viviente, en el cual ciertos conjuntos moleculares están metabolizando sustancias del medio ambiente, “destruyéndolas”, para beneficiarse o mejor dicho, favorecer el desarrollo de un organismo correspondiente. Esta situación nos remite a un ya reconocido intercambio energético de carácter biológico, que desde la perspectiva de las ciencias físicas, puede asimilarse muy bien con la dinámica de conversión materia-energía, ya medida y determinada a través de la investigación científica.
Sin embargo, no se nos puede escapar la consolidación material y energética, con muy claras características sinérgicas, que se genera en los organismos vivos, y que nos remite a la pulsión Eros, que une. Consideramos que es este un comportamiento de materia y energía muy poco conocido y explorado por la física, pues debemos pensar, en últimas, que la reunión sinérgica de partículas subatómicas, que luego darán origen a átomos específicos, los cuales, a su vez se organizarán de manera igualmente sinérgica en moléculas, que darán origen a complejos de sustancias de tendencia orgánica, pudo haber sido una total casualidad en nuestro universo. Pero aún así, debemos reconocer que tal situación originaria de las partículas más elementales hasta ahora conocidas, da origen a una causalidad que, de manera muy antropocéntrica, decimos que desemboca en el ser humano actual.
Freud escribe que “(…) la íntegra energía disponible de Eros, que desde ahora llamaremos libido, está presente en el yo-ello todavía indiferenciado [cf. AE, 23, pág. 148n.] y sirve para neutralizar las inclinaciones de destrucción simultáneamente presentes. (Carecemos de un término análogo a «libido» para la energía de la pulsión de destrucción.) En posteriores estados nos resulta relativamente fácil perseguir los destinos de la libido; ello es más difícil respecto de la pulsión de destrucción.” (Sigmund Freud, Obras Completas. Esquema del Psicoanálisis, Parte I [La psique y sus operaciones]. Doctrina de las pulsiones. Buenos Aires, Amorrortu editores, 1940). Que Freud no encuentre un término semejante a “libido” para la pulsión destrucción, nos remite a la situación simétrica de las ciencias físicas que no pueden interpretar la sinergia energética de la vida con base en sus elaboraciones. La libido es una manifestación energética cuya función es estimular de manera permanente al ser vivo para, de acuerdo con la terminología de Darwin, mejorar en su “posición económica” dentro de la naturaleza. Es un plus de energía que le permite al ser vivo a actuar más allá del ejercicio meramente funcional para el mantenimiento de su fisiología, y logra vencer la inercia propia de la materia.
En la lucha por la existencia, caracterizada por la depredación con fines de desarrollo y predominio evolutivo, Darwin demuestra que siempre hay especies e individuos que resultan más favorecidos que otros, pues el principio de la variabilidad es de una naturaleza tan fortuita, que es muy difícil dejar de aceptársele como enteramente casual. Si consideramos esta perspectiva, vale la pena explorar como un fenómeno del comportamiento humano, la manera en que se desarrolla en nosotros el hábito o instinto de subsistencia. Por esta vía, en la que el favoritismo de la fortuna es un factor decisorio y al parecer de muy difícil control para los individuos de una especie -por ejemplo, la especie humana-, no nos será difícil encontrar el verdadero origen de la desigualdad económica humana.
No encontramos una mejor palabra que subsistir para definir el mantenimiento de una cierta posición respecto a la existencia de las especies vivas en la Tierra. O mejor, una posición económica dentro de la naturaleza. El diccionario define subsistir como “Permanecer o seguir existiendo (…) Mantener la vida o seguir viviendo”. Para nuestros efectos, queremos ampliar dicha significación y diremos que subsistir es garantizar la vida por parte del propio ser vivo, mediante su actuación o comportamiento, con los recursos que considera más adecuados. Lo que significa también, salir exitoso en los desafíos cotidianos de la lucha por la existencia. Pero subsistir no solamente es la tarea de un ser vivo. También tiene como sujeto referente, a la especie toda y en este sentido, los individuos de todas las especies han de arreglárselas de alguna manera para dejar una descendencia y garantizarle a esta un medio apropiado para su subsistencia, por lo menos durante un cierto periodo de tiempo.
La evolución, según Darwin, está direccionada por el fenómeno de selección natural, en la base del cual encontramos una constante de lucha frente a las cambiantes condiciones del medio ambiente, pero también frente a las demás especies e incluso, frente a los demás individuos de la misma especie. La situación en la cual un ser vivo logra obtener una ventaja sobre otro, nos es familiar en el devenir evolutivo, bajo el nombre de selección natural: “(…) A [la] conservación de las variaciones y diferencias individualmente favorables y la destrucción de las que son perjudiciales, la he llamado selección natural (…)” (Charles Darwin, El Origen de las Especies, Barcelona, Edicomunicación, S.A., 2001. p.78). Dos principios rigen la evolución o selección natural: la lucha por la existencia y la variabilidad de las especies. Ambos nos remiten a las pulsiones Eros y destrucción de Freud, pero nos sugieren igualmente una cierta superioridad de Eros respecto a destrucción, pues tratan de la manera en que los seres vivos emplean su recurso energético para sobrevivir y predominar.
Darwin apunta respecto a la lucha por la existencia: “(…) uso esta expresión en un sentido amplio y metafórico, que incluye la dependencia de un ser respecto a otro, y lo que es más importante, incluyendo no sólo la vida del individuo sino también el éxito al dejar descendencia. Dos caninos, en tiempo de hambre, puede decirse que luchan entre sí (…), pero de una planta en el límite de un desierto se dice que lucha por la vida contra la sequedad (…) el muérdago es diseminado por los pájaros y… metafóricamente… lucha con otras plantas frutales, tentando a los pájaros (…)” (ibid, p. 63). Igualmente, en las páginas siguientes de su texto, explica y analiza el porqué las especies se ven enfrentadas a esta realidad y cuáles son probablemente los factores que modifican esta lucha en uno u otro sentido. “Podemos entrever porqué tiene que ser severísima la competencia entre formas similares que ocupan exactamente el mismo lugar en la economía de la naturaleza; pero seguramente en ningún caso podríamos decir con precisión porqué una especie ha vencido a otra en la gran batalla de la vida.” (ibid, p.74).
Ahora, es interesante lo que Darwin escribe a continuación, acerca de la relación entre la estructura específica de cada ser orgánico con respecto a los demás seres orgánicos con los que entra en competencia: “Un corolario de la mayor importancia (…) es que la estructura de todo ser orgánico está relacionada de manera esencial, aunque frecuentemente oculto, con la de todos los demás seres orgánicos con que entra en competencia por el alimento o residencia, o de los que tiene que escapar, o de los que hace presa.” (ibid, p.74).
La subsistencia del ser humano. está claramente entramada con unas ciertas condiciones de vida que construyen los individuos de todo el mundo, de acuerdo con toda una serie de recursos disponibles. La lucha por la existencia es más tenaz entre especies similares y, si una especie es muy predominante y numerosa en un espacio físico limitado en recursos, la lucha entre sus miembros será igualmente más exigente. Qué encontramos en Darwin respecto a la subsistencia de los humanos dentro de su propia comunidad o sociedad? “(…) si de dos tribus vecinas una se vuelve menos numerosa y poderosa que la otra, no tarda en desaparecer por la guerra, asesinato, canibalismo, esclavitud y absorción. Aún cuando (…) no desaparezca bruscamente (…) basta que comience a menguar su número (…) hasta su total extinción.” (El Origen del Hombre, Op. Cit., p.246). Darwin habla de este tema a propósito del fenómeno de la extinción de razas humanas, el cual posee otras connotaciones a nivel de situaciones de nuevas patologías y de decrecimiento de la fecundidad (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.247). “El grado de civilización parece ser un elemento muy importante (…) los salvajes no desaparecerían antes delante de los pueblos de la antigüedad, como ahora ante los pueblos modernos (…)” (ibid, p.247).
Visto como un panorama macro, es claro entonces que el desarrollo de la civilización ha sido fundamental en la subsistencia humana, frente a los demás pueblos humanos. Los postulados de Darwin valen para todos los seres orgánicos, y valen entonces para la especie humana. Así cuando habla de que si “(…) una planta o animal se halla en un país nuevo entre competidores nuevos, las condiciones de su vida cambiarán (…) de un modo esencial (…) Si su promedio de individuos ha de aumentar en el nuevo país, tendremos que modificar este animal o planta (…) [y] habríamos de darle alguna ventaja sobre un conjunto diferente de competidores o enemigos.” (ibid, p.75), resulta que entre los seres humanos y sus sociedades, es posible establecer un criterio de cambio o de modificación que ha permitido que ciertos grupos humanos, tomen “alguna ventaja” sobre los demás conjuntos o grupos humanos y, en diversas situaciones históricas, actúen los aventajados como aniquiladores o como absorbedores de las comunidades en desventaja. Así, la lucha por la existencia se da también en diversos niveles de lo humano, desde los individuos, hasta las comunidades vecinas, pequeñas y más grandes. Esta lucha no solamente es similar a la que ocurre entre las demás especies de la naturaleza, si no que, de acuerdo con Darwin, entendemos que es continuación evolucionada, de aquella que se da entre las especies.

2. PULSIONES Y LA NECESIDAD...(cont. i)

- La ventaja evolutiva humana.

En El Origen del Hombre, Darwin propone diversos aspectos para explicar y analizar cómo el hombre pudo ser un descendiente de especies inferiores. Sin embargo, al tratar de explicar porqué la especie humana toma una cierta ventaja por sobre las demás especies, parece tomar partido por una explicación específica, en principio: “(…) el hombre es siempre el animal más dominante de cuantos han aparecido sobre la superficie de la tierra (…) Esta inmensa superioridad la debe indudablemente a sus facultades intelectuales, a sus hábitos sociales, (…) y a la conformación característica de su cuerpo.” (El Origen del Hombre, Op. Cit., p.60). El aspecto anatómico y fisiológico en Darwin es mucho más estudiado que el aspecto comportamental, pero, respecto al causal de primer orden en la primacía del ser humano, Darwin se reafirma: “(…) muchas veces, se ha objetado que el hombre es uno de los seres más desamparados e indefensos del mundo (…) [sin embargo] La escasa fuerza y poca agilidad del hombre, su falta de armas naturales, etc., se hallan más que compensadas, primeramente, con las facultades intelectuales (…), y en segundo lugar, con sus cualidades sociales.” (ibid, p.82).
Queremos reafirmarnos en esa hipótesis. La especie humana logra diferenciarse y tomar ventaja de sus congéneres, pero también de las demás especies, en una época remota, porque en su proceso de selección natural desarrolla habilidades especiales: una, que para nuestra posterior exposición tomará el apelativo de psíquica, más que de intelectual, y, la otra, la vida en común o social. Las explicaciones e hipótesis de Freud en Tótem y Tabú, también van en esa dirección. Por lo pronto queremos adelantar que, de acuerdo con la hipótesis freudiana, son causas de tipo psico-afectivo y conflictos intensos de este tipo, los que hacen que el primitivo ser humano ingrese al camino de la cultura, y desarrolle su intelecto y su capacidad de vivir en sociedad. Lo psíquico queda entonces como el elemento específico que, desarrollado en una cierta dirección, le proporciona al ser humano la predominancia sobre los demás seres de la naturaleza.
Según Darwin, un desarrollo amplio de la psique humana implicará, tal como sucede en cualquier otro aspecto de los seres vivientes, una cierta variabilidad de la misma: “(…) Por lo notorio, no es menester que insistamos en la variabilidad o diversidad de las facultades mentales en los hombres de una misma raza, sin mentar por supuesto las diferencias mucho mayores de los individuos de distintas razas (…).” (ibid, p.30). Profundizaremos en la funcionalidad de lo psíquico, de tal manera que nos conduzca a explicaciones satisfactorias y prácticas de los mecanismos que rigen la selección natural desde la perspectiva psíquica. Por lo pronto queremos preguntarnos cómo se miden estas variaciones en lo psíquico humano? Cómo se manifiestan? Si consideramos el lado positivo, podremos achacar a dichas variaciones el que los seres humanos posean vocaciones y habilidades muy diversas, con lo cual la sociedad logra refinar sus intereses y hacer progresar su civilización. Pero, por el lado negativo, podemos pensar que también se trata de variaciones en las cuales el desarrollo psíquico, medido de alguna manera, no posee el mismo rendimiento de un ser humano a otro.
Este tipo de variabilidad, es la resultante de una diferencia natural del grado de desarrollo evolutivo, que puede ser explicado únicamente por factores tan diversos, como los que explicarían la variabilidad misma de las especies, incluido el muy importante y correspondiente a la diferencia en las exigencias de los diferentes medios ambientes, en los cuales se han desarrollado los diferentes pueblos humanos. Un medio ambiente muy exigente, tendrá como probable resultado seres humanos que deben emplear sus recursos de manera más eficiente, siempre y cuando la exigencia no sea tan alta, que finalmente termine con la extinción de aquella comunidad que lo habita. Un medio ambiente más pródigo, tendrá, de manera correspondiente, una comunidad humana cuya exigencia en eficiencia no será tan alta, pues el medio les proporciona con mayor facilidad, los medios para subsistir. Básicamente, nuestros desarrollos tratarán de dar una vía de solución a estas diferencias humanas, con base en los propios conceptos evolutivos y del psicoanálisis.
Ya hemos visto cómo Darwin apunta que para que un cambio o variación positiva se fije en un organismo, es necesario un cambio de condiciones. Sólo que si se piensa bien, las relaciones entre los seres vivos están en constante cambio. Incluso, habría que observar que tales cambios, por lo que se refiere a los seres vivos, son cada vez de mayor exigencia para su subsistencia. No es necesario un traslado geográfico significativo para que una especie quede expuesta a condiciones totalmente diferentes, con respecto a las que se encuentra actualmente. Así, el ser humano ha logrado resolver una incalculable cantidad de dificultades frente a cambios climáticos, geográficos, depredadores y escasez, muy probablemente gracias, y esencialmente a su desarrollo psíquico. Ahora, tal como lo analiza y desglosa Darwin, queda claro que en un principio situaciones de instinto y de hábitos comportamentales, fueron los que iniciaron ese posterior y complejo desarrollo psíquico. Desde todo punto de vista, no hay mejor ventaja puede poseer una especie sobre otra para lograr su predominancia, que no sea una psique desarrollada en buen grado.
Veamos algunos interesantes apartes de Darwin respecto a cómo el sentido de lo moral debió desarrollarse en diferentes estadios evolutivos: “(…) Quizás el placer que resulta de la vida en común sea una extensión de los afectos paternos o filiales (…) [que] podría atribuirse en parte al hábito, pero principalmente a la selección natural (…) [pues] los individuos que perciben mayor placer en estar reunidos pueden escapar mejor a los peligros (…)” (El Origen del Hombre, Op. Cit., p.141). Más adelante: “(…) La simpatía, además, se fortalece mucho con el hábito. Y por complejas que sean las causas de su origen, como es un sentimiento de grandísima utilidad a todos aquellos animales que se defienden mutuamente, la selección natural contribuye grandemente a su desarrollo, porque las sociedades que tuvieran mayor número de miembros simpáticos, serían sin duda las que más florecerían, y, por lo tanto, podrían criar prole más robusta y abundante.” (ibid, p.143).
No es posible ubicar aquel sentimiento o emoción de la simpatía, así como el filial o amoroso, si no es en la propia instancia psíquica de los seres vivos, en tanto pensemos que se les puede asignar alguna. Freud, partiendo de tal hipótesis, elabora un desarrollo que trataremos de dar de manera muy resumida, como referente para lo que viene. Para el psicoanálisis, el aparato psíquico es un campo complejo en el que interactúan varias instancias más o menos discernibles. Podemos hablar en primer lugar del ello, inconciente, y cuyas manifestaciones, por lo tanto, no obedecen por entero a la voluntad de las personas, en el que se generan las pulsiones más básicas de los seres vivos. En segundo lugar, el yo, el componente psíquico que se encuentra “más próximo” al individuo y en cuyo ambiente se encuentra lo conciente, pero también lo preconciente, instancia que posee dicha cualidad en virtud de su proximidad con lo conciente, pero cuyas manifestaciones poseen propiedades inconcientes. Luego, el superyó, instancia inconciente que representa en la psique lo estructurado por el devenir cultural. Finalmente, una campo de resistencia psíquica que restringe y diversifica, a modo de circuito, las pulsiones de lo inconciente que aspiran llegar al yo, primero a su instancia preconciente y luego a lo conciente. En toda esta estructura, percibimos al yo como la instancia que, comprometida tanto con el trámite de las exigencias de lo exterior como con las exigencias de las otras instancias psíquicas, es la parte “activa” de lo psíquico. El yo es lo que se desarrolla más allá de la exigencia fisiológica, es aquella parte de la psique que más responsabilidad tiene respecto a la diferenciación entre el comportamiento animal y el comportamiento humano. Pero también, filogenéticamente, es la instancia causal de los desarrollos del superyó y de las resistencias psíquicas.
Freud ya ha descrito de muy diversas maneras tales fundamentos y esperamos con nuestro resumen no haber desvirtuado nada de los mismos. Sin embargo, no dejaremos de recomendar la lectura de los textos referentes escritos por Freud, tales como las Cinco Conferencias y el Esquema del Psicoanálisis, entre otros. Con estos fundamentos, Freud abre otros muy vastos campos de desarrollo, los cuales poseen su fundamento en el hecho de que la trama evolutiva psíquica posee una gran influencia en nuestro comportamiento actual. Un importante complemento y desarrollo del devenir evolutivo humano sugerido por Darwin, es la hipótesis freudiana del parricidio primigenio. Tal hipótesis nos ilustra acerca de cómo el primitivo ser humano logra mejorar sustancialmente su desempeño psíquico, para su subsistencia, con unos argumentos que Darwin no logra manejar de manera tan adecuada. Es por esto que Freud inspirado por Darwin, en su texto Tótem y Tabú, no sólo logra explicar los desarrollos psíquicos, si no también los desarrollos sociales de civilización y cultura, en el proceso de la aglomeración humana en comunidades más amplias:
“Todavía debo mencionar un ensayo de explicar la génesis del horror al incesto; es de índole muy diferente a los considerados hasta ahora. Se lo podría caracterizar como una deducción histórico-conjetural.”
“Ese intento se anuda a una hipótesis de Charles Darwin sobre el estado social primordial del ser humano. De los hábitos de vida de los monos superiores, Darwin infirió que también el hombre vivió originariamente en hordas más pequeñas, dentro de las cuales los celos del macho más viejo y más fuerte impedían la promiscuidad sexual. «De acuerdo con lo que sabemos sobre los celos de todos los mamíferos, muchos de los cuales poseen armas especiales para luchar con sus competidores, podemos inferir de hecho que una promiscuidad general entre los sexos es cosa en extremo improbable en el estado de naturaleza. (...) Entonces, si miramos lo bastante atrás en la corriente del tiempo, (...) y razonamos a partir de los hábitos sociales del hombre tal como ahora existe (...) obtenemos, como la visión más probable, que él originariamente vivió en comunidades pequeñas, cada hombre con una mujer o, si tenía el poder, con varias a quienes defendía celosamente de los demás varones. O pudo no haber sido un animal social y empero vivir con varias mujeres para él solo, como lo hace el gorila; en efecto, todos los nativos "están de acuerdo en que sólo se ve un macho adulto por cada grupo. Y cuando el macho joven crece sobreviene una lucha por el predominio; entonces el más fuerte, tras matar o expulsar a los otros, se establece como el jefe de la sociedad" (Dr. Savage, en Boston Journal of Natural History, 5, 1845-47, pág. 423). Los machos más jóvenes, expulsados de ese modo y obligados a merodear, si en definitiva consiguen una compañera, habrán sido impedidos de entrar en un apareamiento consanguíneo demasiado estrecho dentro de los miembros de una misma familia». (Darwin, 1871, 2, págs. 362-3.)” (Obras Completas, Op. Cit., Tótem y Tabú. El retorno del totemismo en la infancia, Parte 2, y. Las teorías psicológicas, b y c. El origen de la exogamia y su vínculo con el totemismo).
“…Desde luego, la horda primordial darwiniana no deja espacio alguno para los comienzos del totemismo. Hay ahí un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen; y nada más. Ese estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ninguna parte. Lo que hallamos como la organización más primitiva, lo que todavía hoy está en vigor en ciertas tribus, son las ligas de varones compuestas por miembros de iguales derechos y sometidos a las restricciones del sistema totemista, que heredan por línea materna. ¿Acaso lo uno pudo surgir de lo otro? ¿Y por qué camino fue posible?”
“Si nos remitimos a la celebración del banquete totémico podremos dar una respuesta: Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente les habría sido imposible. (Quizás un progreso cultural, el manejo de un arma nueva, les había dado el sentimiento de su superioridad.) Que devoraran al muerto era cosa natural para unos salvajes caníbales. El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la banda de hermanos. Y ahora, en el acto de la devoración, consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión (…)” (ibid, Parte 4).
“El problema cobraría un aspecto todavía más difícil si pudiéramos admitir que existen mociones anímicas capaces de ser sofocadas a punto tal que no dejasen tras de sí fenómeno residual alguno. Pero no hay tal cosa. La sofocación más intensa necesariamente dejará espacio a unas mociones sustitutivas desfiguradas y a unas reacciones que de ellas se siguen. Nos es lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de ocultar a la que le sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad (…)” (ibid, Parte 7).
“Hemos concebido los primeros preceptos morales y restricciones éticas de la sociedad primitiva como una reacción frente a una hazaña que dio a sus autores el concepto del crimen. Ellos se arrepintieron de esa hazaña y decidieron que nunca más debía repetirse y que su ejecución no podía aportar ganancia alguna. Pues bien; esta creadora conciencia de culpa no se ha extinguido todavía en nosotros (…)” (ibid, Parte 7).
Estos “recortes” de Freud, apenas sí dan fe de otra buena cantidad de argumentos probatorios de su hipótesis. El hecho más relevante es entender cómo se anuda el comportamiento sexual del primitivo ser humano, con el desarrollo psíquico del mismo y a la vez, cómo la “nueva” exigencia psíquica propicia la vida social y comunitaria. Es la manera en que el ser humano, renunciando a ciertas pulsiones que pudiéramos llamar primarias, sufre pero admite una recompensa en la prolongación de su vida y en el incremento cierto de las probabilidades de subsistir como individuo y como especie. Como lo hemos dicho antes, tal renuncia y desarrollo específico del mecanismo psíquico, se trata de toda una “ventaja evolutiva”, si lo vemos a la luz de lo antropocéntrico y el positivismo.

* * *

Subsistir es buscar los medios para lograr vivir, pero la vida no funciona con lo mínimo únicamente. Si así fuera, la evolución no hubiera ocurrido nunca. Cada movimiento de un ser vivo es, por decirlo de alguna manera, un derroche, propiciado por lo sinérgico de las energías orgánicas y necesario por otro lado, para su propio interés: la subsistencia. Pero podemos observar, también que así, en la medida que nos vamos desplazando en la escala evolutiva, notamos cómo necesariamente los organismos más complejos tienden a ser más grandes y su gasto energético por su subsistencia, correspondientemente mayor. Si seguimos esa línea de pensamiento, resultará apenas lógico que las diferentes actividades de subsistencia, a nivel de los seres humanos, hayan generado un importante movimiento de recursos. Más que el que puede lograr cualquier otro ser viviente sobre la Tierra, lo cual hablaría a favor de una predominancia humana con respecto a cualquier otra especie. Tal movimiento de recursos, además, ha sido medido y, de acuerdo con indicadores cada vez más refinados, se calcula a ciencia cierta que llega su monto actual a ser mucho más considerable, que en cualquier otro momento de la Historia humana. Este patrimonio está respaldando por, y es el testimonio palpable, del resultado histórico de la labor de subsistencia de los millones de personas que han pasado por toda la prehistoria e historia humana (http://www.ggdc.net/maddison/Historical_Statistics/horizontal-file_03-2007.xls, 2007).Un PIB per cápita en crecimiento permite concluir que en general, el crecimiento demográfico sí ha traído mayor prosperidad para la Humanidad en promedio. Es este un índice que habla de un futuro optimista para los seres humanos. Nos parece muy concluyente que el positivismo con el que nos hemos encontrado en otras instancias del texto, lo encontremos de nuevo en una realidad muy concreta, que se puede expresar en términos económicos monetarios, y que se puede seguir históricamente desde tiempos muy lejanos.

2. PULSIONES Y LA NECESIDAD... (cont.ii)

- Selección sexual.
Subsistir es finalmente el resultado exitoso -la permanencia con vida- de una especie y de cada uno de sus individuos, durante el proceso continuo de la selección natural. Subsistir equivale a salir exitoso en el proceso de selección natural y en este sentido se trata siempre de un resultado temporal. Podríamos extrapolar en el ser humano, al recurso psíquico como el recurso propio y adecuado para lograr ventajas dentro de su propia especie, más allá de lo logrado frente a las demás especies? Nos parece pertinente e incluso necesario, y por eso debemos tener en cuenta al respecto, otro importante fenómeno bien observado por Darwin respecto a la selección natural de las especies. Se trata del fenómeno de selección sexual.
La sexualidad misma es un tema que no deja de tener un impresionante enigma, que nos parece por lo pronto, imposible de dilucidar: porqué la naturaleza, a través de la selección natural, toma la sexualidad como una vía que llamaríamos preferente, para la reproducción de los seres vivos? Ni Darwin, con la teoría de la evolución, ni Freud con la de la libido, nos aportan mucho en el tema, pues ambos parten de ese supuesto preferencial de la sexualidad. Sabemos, por lo pronto, que la sexualidad está identificada con la aparición de una bipolaridad atractiva entre los seres vivos, concepto en todo muy semejante a la bipolaridad magnética que se encuentra en los cuerpos inertes. Sólo que el macho y la hembra constituyen “polos magnéticos” materializados en una organización muy compleja, y a todas luces, con muy significativas y también muy complejas características sinérgicas.
Freud especula un poco en el tema, pero lo hace con respecto a un análisis fenomenológico general (ver Más Allá del principio del Placer, Freud, 1920). Es un problema que Freud finalmente no logra resolver a satisfacción, y en el que nosotros mismos tampoco logramos ver mayores luces. Nos toca considerar la bipolaridad sexual en los seres vivos como una hipótesis fundamental, hasta tanto no tengamos mejores puntos de apoyo. Lo único que nos parece dar pistas acerca del asunto, es el hecho de que en el campo de las partículas atómicas y subatómicas, los campos energéticos poseen tal característica bipolar y la sexualidad en los seres vivos sería un eco ampliado y sinérgico de tal situación primaria de la materia y la energía. Se trata tal vez de un problema similar al de la simetría lateral en los animales. Porqué la naturaleza encuentra y se resuelve por estas “vías de expresión”? Sería entrar en especulaciones.
Podemos establecer sin embargo, a ciencia cierta, una relación aparentemente fundamental, entre los desarrollos o evoluciones somática y psíquica, y el ejercicio de la sexualidad, en los seres vivos. Así, entre lo somático y lo energético en los seres vivos, ha de mediar un tercer elemento, a saber, lo sexual, el cual permite una “conexión” integral entre lo energético y lo fisiológico. Ahora, si volvemos a la concepción psicoanalítica, nos encontramos que las instancias psíquicas, yo, ello y superyó, manejan una fuente energética primordial que Freud llamó libido, y que identificó como originaria de la pulsión Eros. No tendríamos ninguna dificultad si identificamos libido con energía sexual o, mejor al identificar las pulsiones sexuales como fuerzas muy básicas de la libido.
La selección sexual, como un proceso evolutivo de los seres vivos, en especial de los animales, está caracterizada por el factor de la “atracción polar”, que evidentemente echa mano de fuentes energéticas de tipo libidinal. El origen de tales fuentes, apenas podríamos dilucidarlo a través de una regresión evolutiva virtual, como las resultantes de aquella sinergia energética de la cual hemos hablado, proveniente de la suma de las energías propias de los componentes atómicos, moleculares, celulares, y de la posterior suma sinérgica de las energías propias de las células mismas, de los tejidos, etc. Lo pulsional efectivo, manifestación de la libido desde el plano orgánico, pero que exige de un actuar psíquico, sólo parece tener un agotamiento en la muerte.
Entretanto, lo pulsional es un empuje constante de energías, representadas en lo que Freud llamó investiduras, elementos mnémicos cargados con determinadas valencias energéticas, de acuerdo con su origen (el comer ante la necesidad de obtener suministros de energía, el apetito sexual ante la necesidad de reproducción, etc) que obligarían al aparato psíquico a actuar de manera permanente, para desalojar tales solicitaciones, de la manera más eficiente posible. La psique humana es la responsable final de controlar las fuerzas o investiduras pulsionales, cuyo origen es un campo energético constante, que nos representamos como similar al campo gravitacional producido por la masa, o al electromagnetismo. Tales fuerzas pulsionales son las que finalmente hacen que el ser humano, busque alimento, satisfacción de tipo sexual, satisfacción de los sentidos, pero también, simplemente, busque compañía. Podríamos decir que, evolutivamente, en el ser humano la pulsión sexual ha logrado un predominio sobre las demás, y por lo tanto podríamos identificar muy aproximadamente lo pulsional psíquico, como lo sexual.
Ahora, sabemos que el proceso de selección sexual ha dado como resultado el hecho de que solamente los individuos mejor dotados en sus caracteres sexuales secundarios y para el combate o la competencia en general, sean los que han dejado mayor y más apropiado número de descendientes para la subsistencia de la especie. El atractivo sexual gana relevancia respecto a los demás aspectos de la vida de los animales. En principio la pulsión sexual debe y puede satisfacerse solamente después de que la subsistencia, la vida misma, esté mínimamente garantizada (alimento, hidratación, salud en general, condiciones climáticas, etc). Sin embargo, es tan amplio el campo de predominio de lo sexual, que Freud lo identifica con el concepto de amor en todas sus acepciones, y podemos asignarle injerencia en todas las actividades del ser vivo. Por eso es frecuente observar cómo muchas pulsiones que denominaríamos “vitales” (el alimento, la compañía, etc) se dejan de lado, en pos de un requerimiento afectivo o pasional. El cariño de una madre por sus hijos, el amor pasional, el amor fraterno, etc.
En su libro El Origen de las Especies, Darwin comienza a hablar de la selección sexual, en los siguientes términos: “(…) si una parte cualquiera de la estructura del progenitor común o de sus primeros descendientes, se hizo variable, es bastante posible que las variaciones de esta parte fuesen aprovechadas por la selección natural y sexual para adaptar las distintas especies a sus diferentes lugares en la economía de la naturaleza, y así mismo para adaptar entre sí a los dos sexos de la misma especie, o para adaptar a los machos a la lucha con otros machos por la posesión de las hembras.” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.145). Sin embargo, en El Origen del Hombre, realiza una exposición mucho más amplia y desarrollada de la selección sexual, aunque el concepto fundamental, de todas maneras, no varía: “(…) la selección sexual (…) depende de las ventajas que unos individuos tienen sobre otros del mismo sexo y especie, bajo el solo punto de vista de la reproducción” (El Origen del Hombre, Op. Cit., p.272). “(…) Finalmente (…) podemos deducir que las armas para combatir, los órganos para producir sonidos, los colores brillantes y visibles, han sido adquiridos generalmente por los machos mediante la variación y la selección sexual, y han sido transmitidos por distintas vías, en concordancia con las varias leyes de la herencia, habiendo quedado las hembras y los jóvenes comparativamente poco modificados.” (ibid, p.641).
La selección sexual es entonces, una consecuencia natural del proceso de selección natural, una vez los individuos de una especie se caracterizan por su reproducción sexuada. Darwin observa cómo la ley del combate es un concepto básico en el desarrollo de la selección sexual de los seres vivos más complejos en la escala natural: “La ley del combate por la posesión de la hembra parece prevalecer en toda la gran clase de mamíferos (…) Esto (…) depende de que ciertos individuos de un sexo, generalmente el masculino, han podido sobreponerse a otros machos y dejar descendencia más numerosa con la herencia de sus cualidades superiores.”
“Existe otra clase de lucha más pacífica, en donde buscan los machos seducir o excitar a las hembras con diferentes atractivos (…) olores (…), crestas, tufos y mantas de pelo (…)” (ibid… p.707). Más adelante expone: “(…) hay razón de sospechar que las astas ramificadas de los ciervos y los cuernos elegantes de ciertos antílopes, (…) fueron (…) parcialmente modificadas para ser también objetos de ornamento.” (ibid… p 707). Respecto al ser humano, y refiriéndose igualmente a la ley del combate, Darwin observa: “(…) estaríamos casi ciertos, por la analogía con los cuadrumanos superiores, que la ley del combate imperó en la especie humana durante los primeros estadios de su progreso.” (ibid… p.718).
La selección sexual igualmente, presupone una lucha, pero frente a los demás individuos de la misma especie. Mediante esta lucha, el individuo logra una cierta posición en la economía de su comunidad. Lo que denominamos posición económica, lo hacemos con el referente de Darwin, respecto a la posición económica dada, de una especie frente a la economía de la naturaleza en general. De todas maneras la lucha sexual no podrá ser tan extrema que termine con la extinción de la especie, pues las especies que eventualmente hayan llegado a tal extremo, no tendrán descendientes de ningún modo. Queremos hacer notar, entonces, que las características propias de la ley del combate, base del fenómeno de la selección sexual, pueden ser tomadas como base de cualquier interrelación entre los individuos de una misma especie. Esta base comportamental permanece en latencia “activa” en los seres humanos, más o menos tal cual como acontece con nuestro funcionamiento orgánico actual, basado en el esquema de funcionamiento orgánico de muchas especies animales, aún las más primitivas.
Un individuo que por las diversas circunstancias en juego -la herencia, la variabilidad, las condiciones de vida- no logre la adquisición de ciertas cualidades mínimas, no tendría una descendencia numerosa, pero tampoco la mejor posibilidad de satisfacción sexual. Sabemos que son los atributos masculinos los más empleados usualmente, en el “juego” de la selección sexual y la lucha implícita y explícita entre los machos. Para muchas especies tales atributos son meramente funcionales, para agarrar mejor a la hembra, para otras, son de tipo sonoro, para otras, de tipo visual, y para otras, incluso de tipo olfativo. Obviamente existen combinaciones de las anteriores, pero en los cuadrumanos tales atributos, que afectan fisiológicamente los sentidos, parecen pasar a un segundo plano.
Darwin menciona incluso cómo en las especies de mamíferos domésticas se observan situaciones en las cuales parece no regir esta ley de los atributos físicos: “(…) no es posible dudar que los más de nuestros cuadrúpedos domésticos frecuentemente manifiestan vivas antipatías individuales y preferencias, mayormente entre las hembras. Siendo esto así, es de suponer que las uniones de los silvestres no deben estar sólo a merced del azar. Es de suponer que las hembras son seducidas o excitadas por machos particulares que posean ciertos caracteres mejor que otros machos; pero no sabemos descubrir nunca, o muy raras veces, cuáles sean estos caracteres.” (ibid, pp.672). Para nosotros, cuando una hembra hace una determinada elección de macho, parece que ha sobrepasado el posible atractivo físico y anatómico, y no nos queda más que echar mano de un último atributo posible: lo comportamental, regido enteramente por la estructura y funcionalidad psíquica.
Así, el proceso de selección sexual queda finalmente determinado por lo psíquico, por lo menos en las especies más complejas. De hecho, Darwin llega a esta interesante conclusión luego de citar varios casos en los cuales parece predominar un comportamiento que sólo podríamos denominar afectivo: “(…) Las perras no siempre son discretas en su elección (…) criadas en unión de un compañero de aspecto vulgar, a menudo surge entre ambos un afecto que no es fácil destruir (…)” (ibid, pp.670). Cabe anotar que este condicionamiento de lo sexual por lo psíquico, no es único. Lo psíquico es aquí el otro componente complementario de lo fisiológico, pero que crece en importancia como factor de subsistencia, en la medida en que crece en complejidad el organismo viviente. De qué otra manera hubiera podido darse el que se ha calificado como extraordinario desarrollo psíquico humano, con respecto al de las demás especies?
La ley del combate, cuya forma física conforma un residuo muy persistente en el comportamiento humano, proveniente de las eras prehistóricas, termina por librarse en el terreno de lo psíquico. Se entiende, gracias a las observaciones de Darwin que acabamos de apuntar, que lo que en un época valía como acto de selección sexual, el combate y vías de hecho, poco a poco se ha ido reemplazando por otro acto de selección sexual cuya valía se torna fundamental: el empleo del recurso psíquico como arma de predominancia sexual. Podríamos hablar entonces de una “selección psíquica”. Aunque pensamos que para explicar los fenómenos de incongruencia selectiva sexual podemos apelar al fenómeno de identificación o trasferencia de los que más tarde hablaremos, entendemos que el uso cada vez más adecuado de lo sexual y su característica atractiva por parte de los individuos de una especie, es finalmente “el arma” más contundente de la ley del combate o de la selección sexual. La eficacia en el uso del recurso psíquico y un uso adecuado de la sexualidad, son conceptos que se corresponden con una subsistencia de mayores probabilidades de éxito para el individuo humano y para su especie o comunidad.
Encontramos así, desarrollando la teoría evolutiva por esta vía, y al igual que el psicoanálisis, que lo sexual alcanza su mejor expresión a través de lo psíquico. Es la energía libidinal de los actos humanos y de los seres vivos la que nos remite al concepto de goce y placer fisiológico sexual, pero que extenderemos al concepto de lo estético, por referencia al placer inherente a todos los órganos sensoriales. El manejo adecuado de la sexualidad en los individuos más complejos y desarrollados, el triunfo vital que implica, significa igualmente, el logro de un cierto lugar en la economía de la comunidad. Tal manejo de la sexualidad no trata de lo sexual específico, si no de las “ramificaciones” necesarias que poseen las pulsiones libidinales para su trámite en la realidad. Y hasta ahora no habíamos hablado específicamente del factor social y el principio conceptual de ética que conlleva, pero no puede ser otro su punto de inserción, para los fines de este desarrollo.
Veamos entonces que a partir del fenómeno de selección natural, los seres vivos comienzan un desarrollo hacia un incremento en el promedio de su tiempo de vida y hacia una correspondiente mayor complejidad orgánica. Tal proceso posee una cierta “velocidad de cambio”. Viene luego un proceso análogo para los seres que, ya muy complejos orgánicamente, comienzan un ciclo de reproducción sexual. A tal proceso le podemos asignar una velocidad de cambio mayor que la de la selección natural. Finalmente, a un tercer proceso análogo de selección psíquica, muy propio de los mamíferos superiores, le asignaremos una velocidad de cambio mayor que la de los otros dos procesos. Así, hemos establecido como un objetivo claro de la direccionalidad evolutiva, el desarrollo del ente psíquico, en tanto es la “parte” del ser vivo que ha mostrado mayor capacidad de cambio y adaptación, en contraposición con la “parte” somática o corporal. En este sentido, Darwin, aunque se muestra reservado, no puede menos que hacer algunos comentarios relevantes al respecto, los cuales ya hemos citado cuando tocamos el tema de la ventaja evolutiva humana.
Cuando Darwin propone el concepto de selección sexual, como un concepto derivado de la selección natural, debe partir del principio de la bipolaridad sexual, es decir, de que los individuos de sexos diferentes de una misma especie se atraen. Darwin no lo explicita de esta manera, pero es clara su base conceptual cuando escribe: “(…) la selección sexual (…) depende de las ventajas que unos individuos tienen sobre otros del mismo sexo y especie, bajo el solo punto de vista de la reproducción (…)” (ibid, p.272). Así, para Darwin, la sexualidad en los seres vivos posee un utilitarismo básico respecto a la reproducción. Pero debe quedar claro que este “uso” de la sexualidad está condicionado por la manera en que el ente psíquico gobierna las energías del ser vivo. Darwin encuentra tres aspectos diferenciales en los sexos: los caracteres sexuales primarios, los caracteres sexuales secundarios y, en tercer lugar, por las diferencias en los hábitos de vida, que en principio no tienen nada qué ver con algún comportamiento sexual específico. Es decir, las diferencias sexuales abarcan situaciones que, aparentemente, no tendrían qué ver con lo específicamente sexual.
Entonces, en qué consiste la selección sexual propiamente, si en razón de esta, los sexos se diferencian en algo más que su comportamiento específicamente sexual? Vemos que se trata de que los seres vivos desarrollan ciertas habilidades comportamentales, así como ciertas estructuras anatómicas, pues de esta manera logran copular más fácilmente con los individuos del sexo opuesto, garantizando de esta manera la persistencia de la especie. Las diferencias en los desarrollos y ventajas logrados a través de la selección sexual, apenas han de ser visibles para un observador externo no familiarizado.
Darwin observa que “Hay (…) muchas estructuras e instintos cuya causa de desarrollo debe sin duda ser la selección sexual (…)” y, más adelante aclara que estas estructuras e instintos, naturalmente, se deben clasificar como caracteres sexuales secundarios “(…) bajo muchos conceptos interesantes, ya por depender del arbitrio, elección y rivalidad de los individuos de cada sexo (…)”. Respecto a ese arbitrio, elección y rivalidad, para Darwin es claro que los animales “(…) si bien guiados por el instinto, conocen perfectamente lo que hacen, y ejercen conscientemente sus facultades mentales y corporales.” (ibid, p. 274).
Si nos detenemos un poco en estos comentarios de Darwin, podemos encontrar lo siguiente: en primer lugar, el reconocimiento de la alta participación de lo que hemos llamado ente psíquico en el fenómeno de la selección sexual, pues elegir, gustar y rivalizar sólo pueden ser funciones de la psique y, en segundo lugar, confirmamos que el animal realiza o se ve obligado a realizar determinada acción o conjunto de acciones, de acuerdo con lo estipulado por la psique. Hemos obviado, claro está, aquello de la diferenciación entre instinto y conciencia, pues de acuerdo con nuestras anteriores discusiones, no tenemos problema en ubicar más apropiadamente estos conceptos. Sabemos ya que esta reubicación no modifica en nada el concepto central de selección sexual darwiniano. Podemos ubicar el comportamiento instintual animal como el correspondiente a las solicitaciones propias de la conformación fisiológica de los animales, direccionadas por un ámbito psíquico que parece modificarse con la misma velocidad en que se modifica la propia conformación fisiológica animal. Tal ámbito psíquico animal lo comparamos con el ámbito psíquico humano inconciente.
Así, podemos concluir que, en el fenómeno de la selección sexual, el ente psíquico predomina, así el ente somático sea más o menos complejo. Bajo este panorama, podemos establecer una predominancia del ente energético por sobre el ente inercial en cualquier interactuación de cuerpos. Sólo que, para el caso de muchas especies animales incluido el ser humano, distinguimos claramente que ha debido forjarse la bipolaridad sexual, para la conformación de las diversas cualidades psíquicas humanas ya descritas por Freud, a saber, la conciencia, el preconciente y el inconciente.
Así, tendríamos que rendirnos ante varios hechos aparentemente irreductibles. Uno, que la organización de la vida está originada en la pulsión Eros, dominante en la naturaleza por sobre la pulsión destrucción. Que una vez dicha pulsión alcanza el logro de seres vivos concretos, másicos e inerciales, y, además, pluricelulares, establece a través de ellos un campo de fuerzas pulsionales, sinérgicas, entre las cuales figura como principal la pulsión sexual. Y, lo más difícil: que esta pulsión sexual implica una bipolaridad que obliga a la generación de seres vivos pluricelulares sexuados, con tendencias a la unión, en virtud de aquella sexualidad. De hecho, la sexualidad está muy ligada al desarrollo psíquico.
No podemos decir que el desarrollo somático sea fundamental en el concepto de desarrollo evolutivo. Tener un cuerpo más grande, más fuerte, en resumen de gran contundencia inercial, no es el parámetro de desarrollo evolutivo antropocéntrico. Al respecto, se observa que el desarrollo evolutivo preferente es con respecto a habilidades, no con respecto al crecimiento másico o de resistencia física. El ser humano es mucho más hábil que su pariente animal más próximo, los gorilas. Con los pies, las manos y con su cuerpo en general el ser humano puede y logra desarrollar destrezas casi ni imaginadas. Pero todo este desarrollo de habilidades sabemos que se debe al desarrollo consecuente de su psique. En tanto el ser humano, a través de su psique, logre decisiones cada vez más apropiadas para la subsistencia humana, las personas contarán con mejores probabilidades de existencia y mayores probabilidades de mejorar aquello en lo que ya son buenos.

- La trasferencia o identificación y la vida comunitaria.

En su texto de Psicología de Masas y Análisis del Yo, Freud, propone la identificación como el lazo último que permite la formación y sustentación de las masas humanas, después de dilucidar la existencia de un ideal del yo -correspondiente con su concepto posterior de “superyó” psíquico-: “Si, teniendo presentes las descripciones -complementarias entre sí- de los diversos autores sobre psicología de las masas, abarcamos en un solo panorama la vida de los individuos de nuestros días, acaso perderemos el coraje de ofrecer una exposición sintética, en vista de las complicaciones que advertimos. Cada individuo es miembro de muchas masas, tiene múltiples ligazones de identificación y ha edificado su ideal del yo según los más diversos modelos. Cada individuo participa, así, del alma de muchas masas: su raza, su estamento, su comunidad de credo, su comunidad estatal, etc., y aun puede elevarse por encima de ello hasta lograr una partícula de autonomía y de originalidad. Estas formaciones de masa duraderas y permanentes llaman menos la atención del observador, por sus efectos uniformes y continuados, que las masas efímeras, de creación súbita, de acuerdo con las cuales Le Bon bosquejó su brillante caracterización psicológica del alma de las masas; y en estas masas ruidosas, efímeras, que por así decir se superponen a las otras, se nos presenta el asombroso fenómeno: desaparece sin dejar huellas, si bien sólo temporariamente, justo aquello que hemos reconocido como el desarrollo individual.”
“Comprendimos ese asombroso fenómeno diciendo que el individuo resigna su ideal del yo y lo permuta por el ideal de la masa corporizado en el conductor. Pero lo asombroso, agregaríamos a manera de enmienda, no tiene en todos los casos igual magnitud. En muchos individuos, la separación entre su yo y su ideal del yo no ha llegado muy lejos; ambos coinciden todavía con facilidad, el yo ha conservado a menudo su antigua vanidad narcisista. La elección del conductor se ve muy facilitada por esta circunstancia. Muchas veces sólo le hace falta poseer las propiedades típicas de estos individuos con un perfil particularmente nítido y puro, y hacer la impresión de una fuerza y una libertad libidinosa mayores; entonces transige con él la necesidad de un jefe fuerte, revistiéndolo con el hiperpoder que de otro modo no habría podido tal vez reclamar. Los otros, cuyo ideal del yo no se habría corporizado en su persona en otras circunstancias sin que mediase corrección, son arrastrados después por vía «sugestiva», vale decir, por identificación.” (Obras Completas, Op. Cit., V.18. Psicología de las masas y análisis del yo. Un grado en el interior del yo. 1921).
Vale la pena notar cómo Freud, en el mismo texto mencionado, propone tratar las diversas sociedades y comunidades humanas como “masas”: “(…) la psicología de las masas trata del individuo como miembro de un linaje, de un pueblo, de una casta, de un estamento, de una institución, o como integrante de una multitud organizada en forma de masa durante cierto lapso y para determinado fin.” (Obras Completas, Op. Cit., V.18. Psicología de las masas y análisis del yo. Introducción. 1921). Los vínculos de identificación entre los seres humanos y aún entre los demás seres vivientes parecen ser en definitiva los que fundamentan el fenómeno de las trasferencias afectivas, en el cual la libido juega un papel importante. Podemos perseguir sus principios a través de la evolución de la sexualidad y su pulsionar libidinal, pues Freud nos proporciona interesantes esclarecimientos al respecto, por ejemplo, en La Interpretación de los Sueños: “(…) Por tanto, la identificación no es simple imitación, sino apropiación sobre la base de la misma reivindicación etiológica; expresa un «igual que» y se refiere a algo común que permanece en lo inconciente(…)” (ibid, V. La Interpretación de los Sueños, La desfiguración onírica…). Vale la pena aclarar que, en este texto, Freud plantea la identificación como un fenómeno de propio de la histeria, muy ligado con el fenómeno de los sueños, y no se detiene a analizarlo como un fenómeno más “cotidiano”, si no en textos más tardíos: “(…) la identificación es la etapa previa de la elección de objeto y es el primer modo, ambivalente en su expresión, como el yo distingue a un objeto. Querría incorporárselo, en verdad, por la vía de la devoración, de acuerdo con la fase oral o canibálica del desarrollo libidinal (…)” (ibid, V.14. Trabajos sobre metapsicología. Duelo y melancolía. 1917).
Sin embargo al respecto, no encontramos en Freud una interrelación entre dos conceptos fundamentales en la elucidación del acaecer psíquico humano. Se trata de la relación entre la identificación como concepto fundamental en la formación de comunidades, y el fenómeno de la trasferencia en el tratamiento psicoanalítico, relación esta que para nosotros aparece con una muy necesaria lógica. Ya en la Psicología de las Masas, Freud apunta que es posible considerar “masa” una conformación social hasta de dos personas. En ambos fenómenos, la identificación y la trasferencia, se trata de la manera en que se afecta la psique con la presencia de una persona o de un objeto externo al yo psíquico. Para Freud, la identificación, como lo acabamos de ver, es un fenómeno primario psíquico, que, implicando al yo, pone en movimiento los entes energéticos psíquicos. Con el calificativo de ambivalente, y referida con investiduras psíquicas y con lo sugestivo, la identificación queda caracterizada así, por Freud, de igual manera a como califica la trasferencia del procedimiento psicoanalítico, tal como lo veremos más adelante.
Sabemos que Darwin no fue ajeno a la observación de los sentimientos solidarios o de simpatía, como de gran importancia en la evolución humana: “(…) La tribu que encerrase muchos miembros que, en razón de poseer en alto grado el espíritu de patriotismo, fidelidad, obediencia, valor y simpatía estuviesen siempre dispuestos a ayudarse unos a otros y a sacrificarse a sí propios por el bien de todos, claro está que en cualquier lucha saldría victoriosa de las demás: he aquí una selección natural (…)“ (El Origen del Hombre, Op. Cit., pp. 178 y ss).
Aunque preferimos el término de identificación, tal fenómeno psíquico lo relacionamos plenamente con la simpatía o la solidaridad de Darwin, así sepamos que desde nuestra perspectiva, la simpatía y la solidaridad serían ambas una expresión afectiva compleja cuyo fundamento está en el fenómeno de la identificación. Darwin consideró fundamentales tales sentimientos de simpatía y de solidaridad, pues no tenía bases más sólidas en cuanto a lo psíquico o comportamental. Haciendo la equivalencia conceptual, decimos entonces que es el fenómeno de la identificación el que le permite al ser humano salir exitoso en el proceso de selección natural, con el consecuente crecimiento y maduración de sus comunidades. Debemos achacarle a este concepto, la identificación, buena parte del éxito de la sexualidad como vía para la reproducción y como fuente de energía para el accionar de los seres vivos. En este sentido, el misterioso hecho de ser la sexualidad la vía preferente para la reproducción de las especies superiores, se suma a otro misterioso fundamento de la actividad psíquica, la identificación. Ambos fenómenos, finalmente, los podemos conducir conceptualmente a la consecuencia única y directa del accionar de la libido.
El desarrollo y ejercicio de la sexualidad fortalece los lazos y las trasferencias afectivas entre progenitores y descendientes, y por lo tanto, fortalece lazos comunitarios entre los individuos. Tales fortalecimientos, primero de los lazos afectivos y luego de las comunidades, poseen una importante relación con relación al factor tiempo, pues el éxito en la subsistencia es directamente proporcional al intervalo de tiempo que logra permanecer con vida el organismo individual y el tiempo de permanencia de su especie, consecuentemente. Cuando un organismo logra sobrevivir un poco más de tiempo que su antecesor, igualmente ha desarrollado sistemas fisiológicos que demandan mayores periodos de maduración. Pero también se fortalece en el ente psíquico la interrelación entre lo que Freud llamó el ello o inconciente y el yo, con el consecuente desarrollo de este último, a favor de los procesos concientes de captación de la realidad y de interactuación con lo real. El crecimiento de las comunidades, y el desarrollo del yo, que lo ha favorecido, apalancan definitivamente, la especialización de tareas y de actividades por parte de los individuos que conforman la sociedad.
Dos situaciones pueden observarse fácilmente respecto a este proceso que hemos llamado, en principio, identificación: la del padre con su hijo y la del alumno con su maestro. Por la manera en que se establecen los vínculos afectivos y la manera en que se hacen más o menos intensos -ya Freud había observado muy bien estas diferencias en grado de intensidad- la identificación muy probablemente sea más efectiva en la relación padre-hijo que en la de maestro-alumno. Sin embargo, un factor de negativismo u oposición debe tenerse en cuenta. La identificación, tal como la hemos propuesto, sería de carácter positivo. Pero también es fácil observar una identificación de carácter negativo, particularmente en la relación padre-hijo. Por muy diversos argumentos psicoanalíticos se puede demostrar cómo esto llega a ser posible, partiendo de la ambivalencia propia de este fenómeno. Pero en las innumerables generaciones transcurridas durante los diversos periodos evolutivos del ser humano, la conjugación de identificaciones positivas y negativas, con la diversificación consecuente de actividades, habrán dado como resultado una cierta diversidad de oficios, conformados en gremios más o menos maduros.
La multiplicidad de oficios gremiales obedecería a los factores de identificación negativos. Las uniones gremiales, a factores de identificación positivos. Dentro de cada gremio, podrán encontrarse especializaciones o diversificaciones internas, pero también graduaciones de efectividad ejecutiva. Dentro de la multiplicidad gremial podrán encontrarse, de manera similar, factores de comunidad intergremial. Pero existe otro factor que apalanca la situación de gremios descrita. Se trata del fenómeno de lucha por la existencia, trasladado al ámbito humano y correspondiente con la selección sexual y la que hemos llamado selección psíquica. El afán por diferenciarse y ser más efectivo en un oficio, logrando con esto el apoyo pero también el respeto de los demás, motivaría la diferenciación gremial, que, poco a poco, con el pasar de las épocas, lograría mayores y más notables diferenciaciones, en un proceso en todo similar al de las especies en su proceso evolutivo. No sabríamos decidir cuál de estos dos aspectos, la ambivalencia en la identificación psíquica o la lucha por el predominio sexual-psíquico, es más determinante en la maduración vocacional humana. Pero lo que sí podemos afirmar es que tal proceso vocacional ha tenido siempre una caracterización enteramente similar a los procesos psíquicos, en cuanto a que dependen de la manera en que se tramitan los procesos pulsionales provenientes del inconciente, por parte del yo.

2. PULSIONES Y LA NECESIDAD... (cont. iii)

- Las sociedades y la mercadotecnia.
El mercadeo está impulsado por las necesidades o deseos. Se sabe, por el psicoanálisis, que un deseo sentido o percibido en la conciencia es el resultado del paso de las pulsiones inconcientes y preconcientes a la conciencia, en donde su objeto original habrá sido muy modificado o desplazado. Esta modificación obedecerá claramente a los condicionamientos culturales, aplicados desde el superyó. Estos condicionamientos, barreras u obstáculos de represión de pulsiones que pudiéramos llamar primarias, crean unos sustitutos que, para compensar aquella desviación habrá de garantizar una satisfacción, si bien incompleta, por lo menos más prolongada en el tiempo, que lo esperado para la pulsión inicial. Así, los deseos humanos, siempre cada vez más pospuestos y reemplazados por las adquisiciones de cultura, proporcionan una fuente de energía que, al prolongarse la ilusión de satisfacción, logra en aquella ampliación temporal, el trámite amortiguado del deseo inicial y primario. Este último trámite pulsional se materializa finalmente, en la construcción de un cierto andamiaje de pequeños trabajos, labores, tareas y obras, las cuales, aprovechando habilidades propias de cada persona, resultado de la variabilidad psíquica, unida al fenómeno de la identificación, terminará por aparecer como un artificio a “gusto” de quien lo hizo.
Aquel trabajo, obra o labor, poseerá un valor comparable al sacrificio sentido y realizado por el yo, durante el tiempo mismo de espera en el cual no se llega a realizar el deseo primario. Tal sacrificio consiste en el desvío y ramificación del deseo pulsional, gracias al “circuito” propio del mecanismo de represión. En esto, el yo ha de hacer un gasto por la oposición que ha de poner a las pulsiones originarias o básicas. Tal vía sustitutiva, de desvío o reemplazo, ha de estar medianamente expedita y usualmente resulta en una actividad física o psíquica que, adicionalmente, ha de cumplir con el condicionante de ser útil para la comunidad. La materialización del impulso energético de los deseos inconcientes, se plasma en una obra, trabajo o labor. Tal obra representa un deseo pulsional primario insatisfecho, pero proporciona de todas maneras, una satisfacción real de los desvíos pulsionales. Esta satisfacción queda reforzada por el recuerdo de sucesivos gastos libidinales energéticos, con una dirección marcada por esa misma satisfacción, real para los desvíos y las ramificaciones pulsionales, ilusoria para las pulsiones primarias.
Siguiendo a Freud, los seres humanos se vieron obligados a conformar comunidades un poco más amplias que una pequeña horda o familia primitiva (un clan de hermanos): “(…) De los hábitos de vida de los monos superiores, Darwin infirió que también el hombre vivió originariamente en hordas más pequeñas, dentro de las cuales los celos del macho más viejo y más fuerte impedían la promiscuidad sexual. «De acuerdo con lo que sabemos sobre los celos de todos los mamíferos, muchos de los cuales poseen armas especiales para luchar con sus competidores, podemos inferir de hecho que una promiscuidad general entre los sexos es cosa en extremo improbable en el estado de naturaleza. (...) Entonces, si miramos lo bastante atrás en la corriente del tiempo, (...) y razonamos a partir de los hábitos sociales del hombre tal como ahora existe (...) obtenemos, como la visión más probable, que él originariamente vivió en comunidades pequeñas, cada hombre con una mujer o, si tenía el poder, con varias a quienes defendía celosamente de los demás varones. O pudo no haber sido un animal social y empero vivir con varias mujeres para él solo, como lo hace el gorila; en efecto, todos los nativos "están de acuerdo en que sólo se ve un macho adulto por cada grupo. Y cuando el macho joven crece sobreviene una lucha por el predominio; entonces el más fuerte, tras matar o expulsar a los otros, se establece como el jefe de la sociedad" (Dr. Savage, en Boston Journal of Natural History, 5, 1845-47, pág. 423). Los machos más jóvenes, expulsados de ese modo y obligados a merodear, si en definitiva consiguen una compañera, habrán sido impedidos de entrar en un apareamiento consanguíneo demasiado estrecho dentro de los miembros de una misma familia». (Darwin, 1871, 2, págs. 362-3.)”
“Atkinson (1903) parece haber sido el primero en discernir que estas constelaciones de la horda primordial darwiniana necesariamente establecían en la práctica la exogamia de los varones jóvenes. Cada uno de estos expulsados podía fundar una horda similar, en la que rigiera igual prohibición del comercio sexual merced a los celos del jefe, y en el curso del tiempo -sostiene Atkinson- habría resultado de esos estados la regla ahora conciente como ley: «Ningún comercio sexual entre los que participan de un mismo hogar». (…)” (Obras Completas, op. Cit., Totem y Tabú, El retorno del totemismo en la infancia).
Para el primitivo ser humano, desarrollar un arte o destreza particular debió ser la mejor manera de suplantar sus impulsos sexuales, siempre y cuando de esa manera, mantuviera y mejorara incluso, su habilidad para convivir con un grupo más numeroso de sujetos en su comunidad. La suplantación o desvío y ramificación de las pulsiones primarias no hubo de ser una tarea fácil y, por el contrario, debió ser dolorosa. Pero la motivación para tal sacrificio del primitivo ser humano, era el logro de una mayor duración para su periodo de vida y poder garantizar una mayor probabilidad de subsistencia para su descendencia. Muy probablemente, por aquella época los antecesores humanos estarían muy exigidos y en vías de extinción. Así, el primitivo ser humano se obliga a renunciar, en algo, de su actividad de celar y cohabitar con las hembras. Esta nueva situación comportamental le permitiría además, seguir manteniendo una cierta relación con las aquellas, más prolongada, en virtud de su lograda y nueva destreza específica (la caza, la agricultura, la artesanía, etc). Así mismo, las relaciones con los otros machos de la comunidad lograrían ser relativamente, más llevaderas.
Las comunidades, aunque potenciadoras de una mayor facilidad para la subsistencia para el ser humano, igualmente le han exigido a éste de una mayor efectividad en las respectivas actividades de subsistencia. El ser humano se encuentra exigido doblemente: evitar el poner la comunidad en peligro con sus acciones, pero también evitar ser segregado o expulsado de ella. Con la superación cotidiana, permanente, de este doble desafío, que implicaba no solamente una mayor claridad de pensamiento y raciocinio, si no también una mayor capacidad de afectos, -en últimas un funcionamiento psíquico mejorado de continuo- el ser humano logra incrementar el número de integrantes en su comunidad. La sociedad en continuo proceso de expansión exige mayor eficiencia en los procesos y la observación directa del fenómeno de la pobreza, nos dice que en este sentido el ser humano se muestra limitado.
Las personas se ven comprometidas entre mantener una poli funcionalidad social, muy propia para la satisfacción más de sus pulsiones más primarias, pero que día a día les exige mayor habilidad en cada una de esas múltiples tareas, o en la posibilidad de centrar su interés en un conjunto de actividades y tareas más o menos relacionadas y restringidas, que le hacen más eficiente en sus actividades. El crecimiento demográfico de la sociedad tiene como consecuencia la exigencia de atención de una demanda siempre creciente y más exigente. Freud muestra cómo el ser humano, poco a poco y no con poco dolor, ha debido renunciar a las tendencias producto del pulsionar libidinal más primario. Esta renuncia pulsional, siempre difícil, ha debido convertirse en un hábito o tendencia importante en nuestra especie, a favor de un comportamiento más especializado y centrado, pero igualmente de mayor beneficio para el individuo, para la comunidad y para la especie humana, tanto en lo material como en lo psíquico. Tal comportamiento de tendencia a la especialización de actividades gremiales, a su vez favorece de manera clara y efectiva los adelantos tecnológicos, adelantos que apalancan el impulso civilizador.
Podemos partir del hecho de que en alguna medida, los sentimientos solidarios en una comunidad o en un grupo de comunidades vecinas, no son uniformes además de tener ciertas limitaciones. Actualmente el ser humano aún “selecciona” su grupo y radio de acción, tal como en las sociedades más primitivas: “(…) Existe una fantasía que se enseña en muchas escuelas de administración que sostiene que la manera en que los administradores deben suplir sus propias debilidades es contratando subordinados que tengan talento para llevar a cabo las tareas en las que el administrador es débil. ¡Tonterías! En realidad los administradores contratan a la gente que también es talentosa en las mismas cosas que ellos por la sencilla razón de que así se minimizan las probabilidades de conflicto con el empleado (…)” (Taylor, Op. Cit., p. 65).
Es claro que tal situación se deriva de la que ya había observado Freud, cuando hace mención en su texto de Psicología de las Masas y Análisis del Yo, de la parábola de los puercoespines ateridos: “(…) Consideremos el modo en que los seres humanos en general se comportan afectivamente entre sí. Según el famoso símil de Schopenhauer sobre los puercoespines que se congelaban, ninguno soporta una aproximación demasiado íntima de los otros”. (Obras Completas, Op. Cit., V.18. Psicología de las masas y análisis del yo. Otras tareas y orientaciones de trabajo. 1921). Mientras los lazos afectivos positivos que se establezcan en una comunidad sean más fuertes, las limitaciones de que hablamos habrán de ser menos evidentes que entre individuos que no tengan tal fortaleza afectiva entre ellos. Freud encuentra que se trata de unos limitante de tipo hostil, que se repiten: “(…) casi toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas -matrimonio, amistad, relaciones entre padres e hijos-, contiene un sedimento de sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo en virtud de la represión no es percibido. Está menos encubierto en las cofradías, donde cada miembro disputa con los otros y cada subordinado murmura de su superior. Y esto mismo acontece cuando los hombres se reúnen en unidades mayores (…)”. (ibid, 1921) .
Así, vemos cómo es normal encontrar en algunas comunidades una resistencia “natural” a los aportes foráneos o, simplemente, a la presencia de extraños. También es posible observar algunas críticas agudas para con las comunidades vecinas, como posibles enemigos o posibles esclavos, dada una posición, casi siempre supuesta, de superioridad. Estas situaciones nos permiten hablar abiertamente de segregación comunitaria, por motivos muy diversos de raza, lenguaje, cultura, etc. Pudiéramos centrarnos muy particularmente, en los motivos de posición o estatus económico, pero lo que en esencia se percibe es una predisposición del ser humano por los sentimiento de menosprecio hacia “el otro”, una manifestación de la agresión propia de la competencia sexual, situación muy bien perfilada por Freud en varios de sus escritos.
Eros une, es el principio del crecimiento orgánico en la historia evolutiva de la vida y en el desarrollo de cada ser viviente, pero conceptualmente habrá de corresponderse también con el crecimiento de las comunidades. Pero este crecimiento social ha implicado en el devenir evolutivo, la absorción o destrucción de otros seres o comunidades de seres. Destrucción es el principio de la equivalencia dinámica de materia-energía, a través de la cual, la materia se aglomera gracias a un consumo o intercambio energético. Los seres vivos, el ser humano incluido, necesitan alimento y otros recursos materiales para subsistir. En particular el alimento es el primer y más importante recurso de provisión energética y tal provisión implica la destrucción de cierto aglomerado material inerte u orgánico.
El principio de unión -Eros- y de destrucción filogenéticamente están muy arraigados en los seres vivos. Suponemos por ejemplo, que las primeras macromoléculas, constituyentes celulares, debieron extraer energía de fuentes moleculares, pero también debieron aglomerarse gracias a una especial sinergia energética, o actuación del principio unificador. Así, a nivel de las sociedades humanas actuales, vemos que la subsistencia de millones de personas está muy amenazada, pero que de otro lado, existe una proporción mucho menor de personas, que posee su subsistencia muy bien asegurada. La preocupación de muchos intelectuales radica en que estos pudientes, ubicados en una posición desde la cual están en capacidad de hacer aportes de recursos materiales importantes para los más necesitados, no parecen poseer una voluntad firme de ayuda efectiva.
Pero esta posibilidad se agota muy fácilmente al entender que no son los recursos materiales los que realmente inciden en las probabilidades de subsistencia, como en algún momento lo supuso Marx. Las personas más afortunadas poseen un patrimonio mucho más valioso que su recurso material y es precisamente la manera en que logran hacer uso de su recurso psíquico. El mecanismo psíquico posee los mismos elementos básicos en todos los seres humanos, pero su efectividad posee una gran diversidad -casi infinita- de posibles valoraciones. De acuerdo con Freud el desarrollo psíquico humano posee una base filogenética que se corresponde con períodos evolutivos por los que hubo de pasar la especie humana durante su extensa prehistoria. La evidencia de tal base filogenética es sobre la cual se estructura buena parte de la teoría psicoanalítica, a saber, la existencia de lo inconciente.
Ya vimos que el desarrollo psíquico es veloz con respecto al desarrollo fisiológico de los seres vivos. Hay una situación de equilibrio diferente entre el proceso de selección natural de las especies en la naturaleza, y el proceso equivalente de “selección” que se vive a nivel de la especie humana -la selección psíquica-. Se trata de un desequilibrio de signo claramente positivo para los humanos, pues los individuos en una comunidad cada vez más organizada, se encuentran más protegidos y por lo tanto, su opción de subsistir y de reproducirse es mayor que la de las otras especies próximas, en la escala natural. Hay un objetivo ideal en lo evolutivo que hace que los procesos de selección evolutiva posean una característica que queremos destacar: no hay un parámetro claro acerca de cuál se debe considerar como el nivel de vida digno para el ser humano en una comunidad determinada. Cualquier posición en la economía de la comunidad, es relativo con respecto a otras comunidades, pero también relativo con respecto al devenir histórico. Respecto a esto último, podemos encontrar posiciones económicas siempre muy admirables, de punta y cada vez más mejoradas, que permiten concluir que al respecto no hay límites apreciables, incluso considerando las comunidades humanas de manera global.
Freud propone un concepto psíquico fundamental denominado superyó, el cual “funciona” como un ideal que el yo desea alcanzar. Pero este superyó psíquico no es un ente pasivo, si no activo y, en ese sentido, presiona al yo para cumplir su ideal. Cuando eventualmente un individuo se destaca en su capacidad para la generación de recursos con una actividad específica, es muy probable que se convierta en un arquetipo del ideal del yo, o sea, del superyó, para los demás miembros de la comunidad. Es un concepto muy claro en la Psicología de las Masas y Análisis del Yo, y un recurso muy común en la actividad publicitaria.
Pero, en la realidad, es consabido que la manera específica en que tal individuo alcanza su logro, nunca le dará los mismos resultados a cualquier otro individuo de la misma comunidad. Las variables básicas, mediante las cuales tal individuo logra sus alcances, no son conocidas -en la gran mayoría de los casos- ni siquiera por él mismo y una prueba de ello es la limitación que tal persona tiene, para “enseñar” su manera del éxito, a una cantidad representativa de personas de la comunidad. Es la misma limitación básica que encuentran los estudiosos del mercadeo, para dar las pautas válidas para el éxito mercantil, y se trata más que nada, de una dificultad pedagógica, inherente a todos los campos del conocimiento humano, pero que para nuestro caso tiene la consecuencia económica de la condición de la pobreza.