lunes, 31 de marzo de 2008

2. PULSIONES Y LA NECESIDAD... (cont. y iv)

- El mercadeo y la efectividad en la subsistencia.
La subsistencia exige una efectividad cada vez más mejorada, y esta es una premisa idéntica en el mercadeo. Así, la labor de mercado es finalmente una labor en la que lo psíquico es intensamente exigido. Y es que todo el resultado de los actos generados por nuestra percepción de la realidad, nos dará mayores o menores ventajas por sobre nuestros semejantes, poniendo en menor o mayor riesgo nuestra subsistencia, respectivamente. El fenómeno de identificación propicia de manera fundamental, no solamente la generación de vínculos afectivos, si no también el mejoramiento eficiente de una determinada actividad. Cuando un individuo logra plasmar en otro una identificación suya, la imitación (factor propuesto por Darwin como importante en el desarrollo evolutivo comportamental del ser humano) es un paso inmediato de aquel proceso de identificación. Las actividades de aquel “otro” estarán condicionadas a parecerse, en mucho, a las del individuo primero.
La especialización se puede explicar bajo la perspectiva del empleo más efectivo de las energías pulsionales, pero también bajo la perspectiva de la selección sexual, fenómenos, en últimas, idénticos para los seres humanos. Una persona que logra acaparar diversas labores de manera eficaz, deberá competir con un cierto número de miembros de la comunidad que laboran en actividades similares. Con una mayor especialización, esta persona podrá “neutralizar” más fácilmente la competencia, pues las pequeñas innovaciones resultantes de su propia perspectiva del mercado, harán que su labor sea única e irrepetible. El fenómeno de variabilidad para lo psíquico humano en el proceso evolutivo, favorece la generación y especialización de las actividades humanas. Con el surgimiento y desarrollo de estas especializaciones, se ocasiona la inevitable transacción comercial, por trueque o por intercambio monetario.
Una opción vocacional decidida por un individuo, depende de un número y calidad de circunstancias, muy indeterminadas. Sin embargo, tal opción deberá cumplir con ciertos requisitos, antagónicos pero equilibrables, para ser “socialmente aceptada”. Se trata de una voluntad y gusto por la actividad a ejercer, de un lado, y la pertinencia social de la misma, de otro. Un desequilibrio, del cual aún esperamos tener elementos de juicio para determinar con exactitud y posteriormente, en cualquiera de los dos sentidos, hará que la actividad termine por no ser apropiada para la subsistencia mínima de la persona. Así, si nuestra producción de bienes o servicios es aceptada por “el otro”, bajo muchos parámetros conocidos y desconocidos, simplemente habremos logrado encontrar un modo digamos, por lo menos digno, de subsistencia. Esto, claro está, para un cierto intervalo de tiempo en nuestras vidas.
El ser humano no puede sustraerse a la competencia, pues esta es un principio básico de la selección natural y de la selección sexual. El combate es un tipo de competencia, que actualmente subsiste, pero reglamentada por las comunidades en diferentes niveles. La competencia más efectiva e importante, se basa en la manera en que la psique humana resuelve la subsistencia, con la consecución de los recursos materiales que le son indispensables. Lo más complejo para la psique, pero indispensable como lo veremos, es lograr que la energía psíquica pulsional primaria, se emplee en la consecución y en la generación de los recursos propios para la subsistencia del propio individuo y la de su comunidad. Así, nos jugamos la vida misma con cada uno de nuestros actos, y no dejamos nunca de poner nuestro más profundo empeño en ellos -así no caigamos en cuenta de ello-, por simples y vanos que parezcan.
La transacción económica no podría estar libre, de ninguna manera de las influencias de lo pulsional. Aunque toda esta herencia, parece haber estado en la total ignorancia, por parte de las personas, lo pulsional aparece siempre inevitable y pugnando por manifestarse de alguna manera, en las actividades del hombre. Se comprueba esto en un devenir económico humano que ha estado muy ligado a las confrontaciones bélicas y, de manera indirecta, a través de las descripciones del arte literario. Si las transacciones económicas hacen parte inevitable del quehacer humano, debemos inferir que estas poseen esos componentes de pulsión, de manera amplia. De ahí que tales pulsiones han debido explicarse, entenderse, y tratar de recogerse nuevamente, de varias maneras -por el psicoanálisis principalmente-, y, en particular, a través del estudio de los factores que intervienen en el desarrollo de los mercados.
Aceptamos entonces que el concepto de mercadeo, debe poseer un importante trasfondo de lucha por la subsistencia. Claves de esto se muestran en los estudios de mercadeo, a través conceptos tales como “competencia”, “tácticas”, “líderes”, etc. Y aunque el concepto de mercadeo prácticamente no se maduró si no hasta el siglo XX, es obvio que las tácticas de ventas han existido “desde siempre“. Ahora, trata el mercadeo del cómo lograr los mejores réditos, a través de nuestras transacciones con otras personas, a partir de nuestra actividad diaria, y para nuestra subsistencia y satisfacción de deseos, necesidades, o en otras palabras, para el trámite de las pulsiones.
Queremos sin embargo, poner en el tapete otra situación, que nos abre el campo para la discusión del siguiente capítulo. Un conjunto de personas agrupadas como un gremio, realiza una producción de bienes o servicios con el fin de cobrar un valor agregado sobre ese bien o servicio, gracias a un cierto conocimiento, destreza y utilización de recursos tecnológicos. Este cobro, generalmente en dinero, proporcionará la manera de subsistir a quienes lo perciben. Este cobro, igualmente, se le realiza a un consumidor final, en todo caso, otra persona, que, requiriendo de aquellos bienes o servicios, produce a su vez otros bienes o servicios diversos. De esta manera, en una comunidad, incluso la más sencilla, se construye todo un tejido económico, gracias a la especialización en la producción de bienes y servicios, cada vez más refinada, desde las épocas más remotas de la historia.
Para que haya transacción -y recursos económicos para la subsistencia- alguien debe saber lo que hacemos de nuestra vida. En los últimos 40 años, los analistas de negocios han estructurado una gran cantidad de teorías acerca de lo que hace que una empresa (o una persona) logre el éxito en los negocios. Tal vez en esencia, se trata de encontrar conceptos que acerquen al ser humano hacia sus deseos o “sueños” de tranquilidad, estabilidad, seguridad, casi todos bastante egoístas, en principio. Nos hemos dejado guiar por el texto de James W. Taylor, Planeación de Mercadotecnia, siendo concientes de que habrá quien quisiera recomendarnos otras lecturas. Sin embargo, entre la cantidad creciente de textos acerca de la administración de empresas y mercadeo existentes, el texto de Taylor nos llama la atención pues plantea como base de su argumentación, una extensa “(…) base de datos del desempeño de más de 3.000 compañías diferentes de todos los rincones del mundo industrial que abarca los últimos veinte años (…)”. Así, nuestra escogencia responde al objetivo de mantener una línea de razonamiento científico comprobable, ofreciendo de esta manera, en un plano posterior, una concepción cercana a los sociológico, de las tareas del mercadeo.
Taylor, en su Introducción (Op. Cit., p.XVIII) promete dar las claves para el éxito empresarial, a partir de la discusión de conceptos para el claves de la administración empresarial. Comenzando con el análisis del control de los costos en una empresa (ibid, p.11 y ss), que indica a las claras que “… una empresa debe crecer o morir.” (ibid, p.15). “Examinamos la forma en que los costos impulsan las estrategias de… todo tipo de empresas… En cada caso la estrategia primaria consistió en ¡aumentar el volumen! Esto significa aumentar las ventas y eso es de lo que trata la mercadotecnia.” (ibid, p.15). Nada más cercano a la selección natural de Darwin: “(…) la selección natural ocasiona extinción (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p. 122). Así, la mercadotecnia parte de que existe unos principios científicos y causales en la actividad mercantil.
En el mundo literario, hay novela cuando un personaje protagonista se lanza a una aventura, siempre incierta en sus caminos, pero con un objetivo claro. Utilizar aquí el término “empresa”, es algo que en nuestro contexto termina por poseer un doble sentido. La subsistencia humana es, desde ese punto de vista, una empresa. Una aventura que se vive día a día, hora a hora. La subsistencia humana, como “empresa”, desde cualquier punto de vista, debe dar unos réditos, ganancias que garanticen la permanencia, la vida. Cuando en algunos casos los réditos son mejores que en otros, hablamos de una persona más afortunada que otra. Pero ateniéndonos a una labor específica desarrollada por dos o más individuos diferentes, podremos establecer que para esa labor específica, hay uno o algunos individuos cuya efectividad es mayor que la de los demás. Es decir, en una situación en la cual dentro de un gremio, una empresa o individuo gane más y se destaque por sobre los demás, no significa otra cosa que aquel individuo o empresa destacada, ha alcanzado una mayor efectividad dentro de su actividad, que la lograda por los demás.
Así, tratando de determinar cuáles son las causas de la mayor efectividad en la transacción económica, Taylor pasa luego a discutir, entre los factores que afectan la rentabilidad de las empresas, la calidad como tal vez el más importante: “(…) Se ha mostrado que los productos y servicios de más alta calidad generan utilidades más altas que los productos y servicios de menor calidad (…) Los clientes están dispuestos a pagar más por productos y servicios de alta calidad” (Taylor, p.22). Siguiendo con el tema, Taylor escribe más adelante: “¡No es posible que todas las compañías en un mercado sean la número uno o la número dos! Además, llegar a ocupar esa posición tal vez resulte muy caro (…) Toda compañía, sin importar su posición de mercado, puede utilizar la calidad como una de las principales estrategias competitivas (…) El concepto clave aquí es el del “Valor para el cliente” (…)” (ibid, pps. 30 y 31).
Tener una empresa exitosa, reconocible y diferenciada, se puede asociar a un desarrollo personal maduro, a un yo psíquico fuerte y bien definido. La diferenciación es una consecuencia de lo que llamamos madurez, que implica la posibilidad de no tener que competir en planos sobre los cuales el individuo no se siente suficientemente cómodo. Pero diferenciarse implica la competencia por esa diferenciación, así como una base común de la actividad que se desarrolla. Darwin observa, al respecto: “(…) La selección natural conduce (…) a la divergencia de caracteres, pues cuanto más se diferencian los seres orgánicos en estructura, costumbres y constitución, más grande es el número de ellos que puede mantenerse en un mismo territorio (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.122). Observemos que la madurez diferenciada implica la inclusión de individualidades y no su eliminación. Es una forma de competencia en la cual el ser humano apenas está haciendo sus “primeros pinos”.
El valor es un concepto ligado tanto a lo cualitativo como a lo cuantitativo, en lo que respecta a productos y servicios. Cómo se pone precio a una artículo o servicio? Se considera una estructura de costos en la que, finalmente, por complejo que pueda ser el proceso de producción, ha de determinarse con base en un valor dado de mano de obra. Así, es la actividad del ser humano la que se aprecia en cualquier objeto o servicio. Y tal valoración está directamente ligada al nivel de vida de la persona evaluada en su oficio. Los actos de una persona obedecen en todo momento a una necesidad, e identificamos necesidad con pulsión, sea primaria o secundaria. En el ámbito de los negocios, la diversificación de productos y servicios se corresponde con una gran ramificación de las pulsiones secundarias. Sabemos que tal ramificación de necesidades-pulsión ha implicado un sacrificio -grande- en lo pulsional primario. La persona que valore en mucho su actividad, tanto por satisfacer su pulsionar secundario, como por el sacrificio equivalente del pulsionar primario, obtendrá una recompensa económica proporcional.
Satisfacción y valoración de lo sacrificado. Son sensaciones propias del yo, dentro de lo que podríamos denominar afectos. Pero sabemos bien que estos afectos son sensibles al yo, en tanto están íntimamente relacionados con la identificación filial. La identificación de tal tipo es muy importante. Con sólo decir que representa en el ser humano ya formado, la misma posibilidad de subsistir, la cual, en su primera infancia, fue propiciada en un todo por el cuidado y atención de los padres. Se trata de todo el cuadro explicado por Freud, en el complejo de Edipo, con todas las ramificaciones psíquicas efectivamente influyentes. Así, de alguna manera, las obras y acciones humanas están valoradas por lo que representan, en última instancia, para el sustento de la vida misma. Pero una valoración de la obra propia, no significa una valoración equivalente por parte de otro individuo, para la misma obra. La diferencia en valor depende de los respectivos estados de desarrollo de la psique correspondiente, los cuales lograrán establecer lazos más o menos apropiados, con las posibilidades de subsistencia vital que representa la obra en cuestión, para cada caso.
El valor final estará determinado por la intensidad de la identificación lograda. Un proceso similar al de la identificación con los padres, y el correspondiente amor filial o afecto que se genera a raíz de tal proceso. Mientras el objeto-obra u objeto-persona sea más significativo como entidad propia para la subsistencia, arrastrará más libido como expectativa de satisfacción pulsional, y mayor valor tendrá para el individuo que lo percibe como necesario para su cotidianidad.
Darwin escribe: “La lucha por la vida es más intensa entre individuos y variedades de la misma especie“ (El Origen de las Especies… p.73). Es esta una situación más parecida a la que enfrenta el ser humano en la actualidad. Hay unos ciertos nichos de mercado que son “atacados” por una cantidad de competidores, que depende qué tan productivo logre ser tal nicho para esa cantidad. En la medida en que el rédito conseguido no logre satisfacer las necesidades, los competidores menos favorecidos buscarán otros nichos o perecerán. Pero siempre es posible encontrar situaciones de equilibrio en las cuales ciertos competidores se conforman con ganancias menores, pero que los satisfacen, con respecto a los competidores más fuertes en aquel nicho. Pero no por hablar de “equilibrio” debemos pensar en calma. Cuando en la naturaleza se encuentran más de dos o tres competidores, la lucha es intensa, hasta que no se perfila un competidor claramente dominante. No esperamos nada diferente de la competencia en el ámbito del mercado. Ya sabemos que la lucha mercantil no está caracterizada por la confrontación física (no siempre…), si no por la diferenciación lograda a través del empleo del recurso psíquico. Tal diferenciación, como en sucede en la evolución natural, no siempre aparecerá de golpe. Es más probable que aparezca como un derivado resultante de una mejora que ha tenido como base la actividad de un cierto segmento de mercado ya previamente definido. Son claros los ejemplos más sencillos: los diferentes tipos de vivienda, de trajes, de alimentos, etc.
Ahora, la diferenciación por variación también está relacionada con lo que a nivel mercantil se denomina la conquista de territorios de frontera, los cuales podemos identificar con las fronteras de un determinado segmento de mercado, que en un momento dado, son susceptibles de crecer, madurar e independizarse. Cuando el individuo logra ser exitoso, maduramente, en un bien o actividad de mercado novedoso, pasa a requerir de una cierta cantidad de personal de apoyo y aprendices, que logren hacer más eficiente su productividad. El enganche de tal personal se basa en criterios de examen que usualmente no poseen una gran utilidad. Un enganche basado en una vocación heredada o adquirida por los individuos -por competencias-, es más práctico y posee una importante ventaja: la identificación que logra el aprendiz de apoyo, para con su labor. Tal identificación es prenda de garantía de un trabajo que aspire a altos estándares de calidad. La principal desventaja: los inevitables celos profesionales que se generan cuando tales aprendices van logrando una madurez laboral y comienzan a forjar nuevos nichos de mercado.
Aquel individuo primero, fundador, ha de hacer oscilar su comportamiento entre dos opciones: el hacer caso omiso a los nuevos retos y prepararse para una lucha para el muy desgastante en precios y promociones, o adoptar una actitud, que nosotros denominaremos pedagógica y que pensamos, le proporcionará importantes y tal vez ocultas satisfacciones. Aparece aquí nuestro fundamento pedagógico.
Cuando se genera un gremio, siempre hay algunos más hábiles y dedicados en el oficio, que otros. Es más, hay una tendencia a encarecer aquellos que se destacan particularmente, por medio de comparaciones en indicadores de tipo económico o incluso por competencias y concursos. Se termina por darles el apelativo de “maestros”, así por su juventud no parezcan merecedores de tal título. Tal maestría, definitivamente correspondiente también con la experiencia y los años de dedicación al oficio, se vuelva efectiva no solamente por que tal persona asuma un rol pedagógico específico. Sabemos que la maestría se reconoce incluso mucho antes de cualquier estructuración pedagógica formal. Se reconoce por las obras y los actos. Pero, adicionalmente, la maestría es un reconocimiento al liderato que se asume de inmediato y que es identificado plenamente con tal título de maestro. El maestro de un oficio es un líder, más por su actitud pedagógica, y el goce que demuestra en tal actividad, que por su actitud frente a un sometimiento físico de sus colegas.
Un liderato tal, sin embargo, está supeditado a otras circunstancias, pues a tal persona, se le confiarán más fácilmente la administración de recursos propios del oficio, por ejemplo, los que se consiguen por medio de asociaciones y cooperativas. La administración de recursos queda pues sometida a otras variables más allá del oficio específico y, en razón del empoderamiento, con un factor de totalitarismo que fácilmente, puede llevar a un desvío de los procedimientos hacia el bien común, en perjuicio para los agremiados, pero en perjuicio mucho mayor para el líder que no responde a las expectativas de aquellos.
Pero volviendo a la maestría que se demuestre en un oficio en particular, es destacable cómo tal maestría se relaciona directamente con la demanda efectiva de los bienes o servicios ofrecidos por tal maestro. Esta persona será muy solicitada, y su trabajo, muy valorado por la comunidad en general, además de su comunidad gremial. Esta valoración será directamente proporcional con los ingresos, los cuales a su vez, se incrementarán de manera geométrica, con el aumento de la demanda. Hablamos entonces de un éxito empresarial.
Maestro de oficio será aquel que logra, mediante la administración y empleo efectivo de sus recursos, una expectativa alta de subsistencia para el, para sus descendientes y para sus alumnos aprendices. El manejo adecuado de recursos específicos en un oficio es una ciencia, pero también un arte. Más adelante veremos cómo el arte, lo estético, ha de prevalecer como criterio para lo científico. Lo estético “vende”. La ciencia, como oficio, no vende si no es útil y no es aprensible. Incluso puede suceder lo mismo con las artes de oficio. Lo estético, en ese sentido queda identificado con lo ético -la responsabilidad por la subsistencia del individuo y de la especie- y con el disfrute de lo pedagógico. Lo pedagógico está a su vez identificado con la capacidad de identificación del individuo con los demás individuos de la comunidad y, en esto, tocamos directamente aquel concepto central de la estructura y el funcionamiento psíquico.
Hemos observado una correspondencia entre el desarrollo de la estructura psíquica de lo seres humanos y su efectividad para la generación de la riqueza con las actividades de mercado. Para esto, el ser humano logra modificar los recursos naturales del medio, pero también su propio recurso psíquico a través del aprendizaje. Tal modificación psíquica o comportamental no es otra cosa que aprender. Así, aprender es evolucionar y lo pedagógico, la manera de hacerlo.
Si entendemos y observamos en el desarrollo evolutivo una línea de “progreso” o adelanto económico, debemos entender la línea inversa, que también existe en la sociedad humana: el empobrecimiento. Si seguimos nuestra línea de razonamiento, deberíamos entender que la pobreza implica una baja efectividad para la generación de la riqueza, a través de las actividades de mercado. El aparato psíquico humano, en estos casos, parecería no responder adecuadamente a las exigencias del medio. No se logra generar el plus energético necesario para la subsistencia y por eso una buena cantidad de seres humanos parecen tener su existencia seriamente amenazada.
El triunfo de una especies significa la extinción de otras. Habrá una equivalencia de tal situación entre los humanos? Los indicadores económicos parecen estar de acuerdo con ello, pero también está de acuerdo el hecho de que la competencia entre las diferentes especies en la naturaleza por la subsistencia, se traslada, a través del fenómeno de la selección sexual, a los individuos de una misma especie. La sociedad protege y cuida más efectivamente los seres humanos que nacen en buenas condiciones para la subsistencia, que aquellos que no tienen esa fortuna. Es natural, pues las personas menos afortunadas no cuentan con los recursos comparables para una mejor atención a sus descendientes. También es natural la vocación pedagógica y el vínculo de identificación, empatía o simpatía entre los humanos, pero estos elementos aún no se extienden de manera efectiva desde las sociedades más desarrolladas, hacia las sociedades menos desarrolladas. Hay algún remedio para esto? Aunque la mejor pregunta, para nuestras instancias sería: hay algún motivo para esto?
Se puede deducir de estas líneas, que, en la imposibilidad de encontrar recursos para la subsistencia, o en la ineficiencia para la tarea, se detecta un causal de primera línea tal como lo es el manejo eficiente del recurso psíquico por parte de cada ser humano afectado. Esta habilidad puede nacer con el individuo, desarrollarse de manera muy temprana, con lo cual se pueden esperar los mejores destinos para esa persona. Pero también puede adquirirse, con lo cual un individuo determinado mejora sus posibilidades de subsistencia. Las personas que logran un manejo más eficiente de su recurso psíquico son las que más probablemente logren empresas de cierto éxito. Este tipo de empresa se diferencia claramente de sus competidores (Taylor, p.113), y posee expectativas claras en la ampliación de sus horizontes de negocios. Darwin apunta al respecto: “En un territorio grande y abierto, no sólo habrá más probabilidades de que surjan variaciones favorables de entre el gran número de individuos de la misma especie que lo habitan, sino que las condiciones de vida son más complicadas debido al gran número de especies ya existentes; y si alguna de estas muchas especies se modifica y perfecciona, otras tendrán que mejorar en un grado correspondiente, o desaparecerán. Cada nueva forma, además, tan pronto como haya sido muy perfeccionada será capaz de propagarse por el territorio abierto y continuo (…) en competencia con diferentes formas.” (El Origen de las Especies, Op. Cit., pps.99 y 100).
Ahora, si consideramos una actividad gremial cualquiera, es claro que en la práctica, los esfuerzos por subsistir no son igualmente recompensados. Hablamos de las diferencias en la remuneración y en la valoración de un trabajo, actividad u obra específica, de acuerdo con circunstancias de lugar, tiempo, cliente, proveedor, etc. El origen de esta descompensación no puede dejar de ubicarse en el entramado psicológico y social del individuo y de la comunidad. No hay igualdad de condiciones, aún cuando se trate dos seres humanos que, actuando como proveedores de una actividad o servicio, posean los mismos recursos físicos, pues aunque sea esta una circunstancia ya de por sí muy excepcional, es más excepcional aún encontrar dos personas con un recurso psíquico idéntico. Así, entre los individuos de una sociedad, aún es posible encontrar situaciones de debilidad y peligro de extinción, sobre todo cuando el recurso psíquico no logra emplearse de manera suficiente. Se ha demostrado históricamente cómo sociedades y comunidades golpeadas económicamente en un momento dado, han logrado encontrar recursos para sobrevivir y subsistir posteriormente, con niveles de vida sobresalientes. Inversamente, la historia muestra sociedades que en algún momento fueron muy prósperas, pero que hoy ocupan una más modesta posición económica. Esto sólo nos demuestra que el logro de los recursos físicos no depende estrictamente de aquellos recursos físicos con los que cuente un individuo o una comunidad en un momento dado, si no de cómo logra mejorar su posición económica gracias a la utilización eficiente de su recurso psíquico, direccionador final del empleo del recurso físico.
Es claro que todos los seres humanos deben emplear, mal que bien, los elementos básicos del mercadeo, para el logro de su subsistencia. Ya hemos determinado, hasta donde hemos podido, cómo la actividad mercantil es básica para el funcionamiento de la economía en la comunidad. Tal necesidad, también lo hemos discutido, está basada en el hecho de que la esencia del trabajo mercadotecnista, se encuentra en el fenómeno de la lucha por la existencia y sus fenómenos conexos, a saber, la selección natural y la selección sexual. La exigencia para la psique humana es básicamente el dirigir todo su recurso -el disponible desde la psique- a una labor cada vez más delimitada, con lo cual el individuo logrará manejar de manera cada vez más eficiente, su capacidad de identificación con los demás seres de la comunidad. Todo redundará en mayores logros para la subsistencia, aunque también en mayores dificultades para el trámite de lo pulsional.

3. EVOLUCIÓN Y MERCADEO, PARALELO DE FACTORES CONCOMITANTES.

Aunque ya se sugirió ampliamente en nuestros apartados anteriores, vale la pena enfocar en concreto un paralelo entre lo que es y ha sido la evolución de las especies y el hombre, y la práctica de negocios o mercadeo. Partamos de la exposición primera de la tesis evolutiva de Darwin: “(…) Al considerar el origen de las especies, es completamente lógico que un naturalista, que reflexiona sobre las afinidades mutuas de los seres orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica, sucesión geológica y otros hechos semejantes, puede llegar a la conclusión de que las especies no han sido creadas independientemente, sino que han descendido, como variedades, de otras especies. Sin embargo, esta conclusión, aunque estuviese bien fundada, no sería satisfactoria hasta que se pudiese demostrar cómo las innumerables especies que habitan el mundo se han modificado hasta adquirir esa perfección de estructura y esa adaptación mutua que causa, con justicia, nuestra admiración (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.12).
Darwin, luego de exponer su tesis central, analiza fenómenos que, siendo fácilmente observables, dan una dirección a su hipótesis. La variabilidad de las especies en estado doméstico y la correspondiente variabilidad en estado natural, en primer lugar, la lucha por la existencia de las especies, “(…) dada la elevada razón geométrica de su aumento (…)” (ibid, p.13) como segundo y, finalmente, la consecuencia observable de la interacción de estos dos fenómenos que denominó selección natural: “(…) Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y como, consiguientemente, hay que recurrir con frecuencia a la lucha por la existencia, se deduce que cualquier ser, si varía, aunque sea levemente, de algún modo provechoso para él bajo las complejas y a veces variables condiciones de vida, tendrá mayor probabilidad de supervivencia, y de ser así seleccionado naturalmente. Según el vigoroso principio de la herencia, toda variedad seleccionada tenderá a propagar su forma nueva y modificada (…)” (ibid, p.13). “(…) Este principio, por el cual toda variación ligera si es útil, se conserva, lo he denominado yo con el término de selección natural, a fin de señalar su relación con la facultad de selección del hombre. Pero la expresión habitualmente empleada por Herbert Spencer de la supervivencia de los más adecuados es más exacta y, a veces, igualmente conveniente (…)” (ibid, p.62).
A partir de este punto fundamental, Darwin analiza factores concomitantes, cuya denominación es asignada por el mismo Darwin, tales como la selección sexual, el cruzamiento accidental como una ley muy general de la naturaleza, la extinción producida por selección natural, la divergencia de caracteres, los efectos de estos fenómenos sobre los descendientes de un antepasado común, el grado a que tiende a progresar la organización y, finalmente, la convergencia de caracteres (ibid, p.77 y stes).
Queremos dar un paralelo de estos factores con las actividades propias del mercadeo. Hemos dado suficientes argumentos en pro del hecho de que en el mercadeo se presenta la “selección natural”, a través de la selección sexual y la que hemos llamado selección psíquica. Partimos del hecho de que el mercadeo es una práctica normal de las personas en la búsqueda de su subsistencia. Es decir, a nivel humano, el mercadeo, la venta, es un fenómeno que se considera normal y necesario dentro de una comunidad. Ya hemos dado una hipótesis acerca de cómo pudo ocurrir esto con la especialización en los oficios. Así, gracias a la capacidad desarrollada por el ser humano para vivir en comunidad, capacidad que en modo alguna fue ganada de manera gratuita, las sociedades crecieron. La selección sexual y los procesos de identificación psíquica propician la diversificación de actividades, de acuerdo con ciertas habilidades específicas desarrolladas por cada ser humano integrante de esa sociedad. Tal especialización en las actividades humanas propicia el intercambio, primero como trueque y luego, con base en un patrón monetario.
Qué otro podría ser el origen del intercambio de recursos o de la actividad comercial más tardía? Así, como muchas otras situaciones similares y fácilmente observables en la evolución humana y de las especies, el desarrollo de la actividad comercial o de intercambio, incentiva el desarrollo psíquico, y éste a su vez, un nuevo desarrollo en el intercambio, y así sucesivamente. Esto nos lleva a considerar que no son las guerras las que propician el progreso tecnológico, como se acepta de manera general, si no que más bien lo apresuran, en virtud de una cierta “histeria colectiva“. Pensamos pues, que es realmente la actividad de intercambio comercial la responsable de estos desarrollos científicos y tecnológicos, actividad esta apalancada así mismo, en el refinamiento en las relaciones sociales entre los seres humanos. La guerra sería un aspecto de la actividad comercial, su lado más agresivo y muy probablemente su lado “histérico”.
Los factores concomitantes de la selección natural observados por Darwin, y que desarrollaremos desde lo mercantil, serán a saber, la selección sexual, las circunstancias favorables para la producción de nuevas formas por la selección natural, la extinción producida por selección natural, la divergencia de caracteres, los efectos de estos fenómenos sobre los descendientes de un antepasado común, y, finalmente, el grado a que tiende a progresar la organización, funcionan de manera similar en la actividad mercantil humana. Respecto al factor de selección sexual, ya hemos desarrollado este tema en el capítulo 2, por lo tanto haremos desarrollos con respecto a los demás aspectos.
- Los factores concomitantes en la selección natural y su análisis desde lo mercantil.
Debemos reconocer que no poseen estos factores la misma “visibilidad” desde lo mercantil. Pero considerando esto, construiremos nuestro análisis desde lo que para nosotros es el más visible y comprensible de los factores, hasta el menos visible de estos.
la extinción producida por selección natural
Siguiendo a Darwin, respecto a la extinción: “(…) así como las formas favorecidas aumentan en número, las menos favorecidas generalmente disminuirán y llegarán a ser extrañas. La rareza, según nos enseña la geología, incita a la extinción. Podemos observar que toda forma que esté representada por unos cuantos individuos corre un riesgo enorme de una extinción completa, durante las grandes fluctuaciones de la naturaleza en las estaciones del año, o por un aumento temporal en el número de sus enemigos (…) podemos ir más allá; ya que, como se producen nuevas formas, muchas formas antiguas tendrán que desaparecer (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.102).
Taylor escribe: “(…) las empresas deben crecer o morir. No existe la inmovilidad en ninguna compañía. Si su negocio no crece, está muriendo. Así de simple. (…)” (Taylor, Op. Cit., p.15). El autor no vuelve a insistir en el tema, pero el mensaje es suficientemente claro y básico para sus posteriores desarrollos. Hay una clara idea de muerte o extinción, de acuerdo a ciertas circunstancias. La situación de empresa se perfila como algo más complejo y más ligado al comportamiento humano, en donde una situación de aparente inercia y quietud se corresponde con una intensa lucha de pulsiones. Sabemos que el estado invariable no existe en la naturaleza: “(…) entre los seres orgánicos en estado natural existe alguna variabilidad individual y, a decir verdad, no tengo ninguna noticia de que esto se haya discutido nunca (…)” (El Origen de las Especies, p.61). Taylor en cambio, considera una posible situación estática, como la causante de una desaparición. Pero yendo a su análisis, encontramos que tal situación estática se basa en el indicador de los niveles de ventas y de ganancias, el cual no explicaría por sí solo, qué es lo que pasa al interior de la empresa. Esto es lo que precisamente trata de desarrollar en su texto Taylor, y por eso, escribe: “La ÚNICA constante es el CAMBIO. Todo se encuentra en un proceso continuo de cambio y así debe ser (…) este hecho [es] irrefutable (…)” (Taylor, p.6). Los indicadores económicos del movimiento de recursos al interior de una empresa es necesariamente más complejo, y un situación estática en los niveles de las ventas y de las ganancias puede estar reflejando una cierta dinámica de tales recursos. Queda establecido el “acuerdo” con Darwin respecto a que es la variabilidad o el cambio una ley fundamental de la naturaleza, que se corresponde con la misma ley del mercadeo y que es un punto clave entre la subsistencia y la muerte, desde el proceso de selección natural.
circunstancias favorables para la producción de nuevas formas por la selección natural
Respecto a las circunstancias favorables para la producción de nuevas formas por la selección natural, Darwin escribe: “(…) Una gran variabilidad, y en esta denominación se incluyen siempre las diferencias individuales, será claramente favorable. Un gran número de individuos, por incrementar las probabilidades de la aparición de variedades provechosas en un período determinado, compensará una variabilidad menor en cada individuo, y es, a mi entender, un elemento crucial de éxito (…)” (El Origen de las Especies, p.97). “(…) El cruzamiento (…) desempeña (…) un papel clave conservando en los individuos de la misma especie o de la misma variedad el carácter puro y uniforme (…) los cruzamientos accidentales (…) a pesar de que éstos tengan lugar sólo tras largos intervalos de tiempo [producirán] crías (…) que tendrán más posibilidades de sobrevivir y de extender su especie y variedad (…) El aislamiento también es un factor importante (…) dará tiempo para que una nueva variedad se perfeccione lentamente (…)” (ibid, p.98). “(…) la extensión del área es todavía mucho más importante, especialmente para la producción de especies que resulten capaces de subsistir durante un largo período y de propagarse a distancia (…) el curso de modificación habrá sido generalmente más rápido (…) y (…) las nuevas especies producidas (…) que han sido vencedoras sobre muchos competidores, serán las que se extiendan más lejos y darán origen a mayor número de variedades y especies nuevas (…)” (ibid, p.99 y 100).
Número de individuos, cruzamientos entre la misma especie y cruzamientos ocasionales con otras especies, el aislamiento y la extensión de área ocupada, son las circunstancias que observa Darwin como las más propicias para la producción de nuevas especies.
Cuando en un determinado territorio se comienza a desarrollar una cierta actividad mercantil, nos encontramos en una situación en la cual el desarrollo lógico de tal actividad es muy similar al descrito por Darwin para las especies vivientes. Si el territorio es aislado, si los individuos que participan de aquella actividad son muchos y si el territorio es extenso, no solamente el propio desarrollo de tal actividad, si no el desarrollo de nuevos subsegmentos de la actividad mercantil original, estaría garantizado. Los procesos de fusión y asociación comercial serán muy comunes, en particular entre los entes comerciales afines y, ocasionalmente, entre entes comerciales en apariencia, con menos afinidad. De otro lado, es consabida la muy utilizada táctica gubernamental para propiciar el desarrollo económico e industrial, de levantar barreras aduaneras para un “aislamiento” nacional en algunos de los sectores económico o industrial. Se corresponde esta actitud con lo observado por Darwin respecto al desarrollo de más especies con respecto a una especie original, pero sabemos que tal aislamiento no dice nada respecto al éxito de la especie, por fuera de su territorio. No puede dejar de llamarnos la atención el trabajo pedagógico obvio, del tipo maestro-aprendiz, que se debe derivar de todo este movimiento mercantil.
Taylor pone en consideración, para la delimitar el estudio de los mercados, una clasificación normalizada en los Estados Unidos denominada códigos de Clasificación Estándar Industrial (CEI) (Taylor, Op. Cit., p.85). El concepto no es muy lejano respecto a las clasificaciones propuestas por los naturalistas para las especies vivientes: “(…) En Estados Unidos , La Office of Management and Budget (Oficina federal de administración y presupuestos) clasifica todas las empresas en 11 divisiones y 93 grupos principales. Los grupos principales se dividen, a su vez, en grupos más pequeños (…). Ejemplo: dentro de la División D, industria manufacturera, existe el grupo principal (código CEI) 35, maquinaria industrial y comercial y equipo de computación; dentro del grupo principal 35, se encuentra el código CEI 358, maquinaria industrial de refrigeración y servicios. Dentro de este código, está el CEI 3581, máquinas expendedoras automáticas (…)” (ibid, p.85).
De todas maneras, Taylor aclara que basar el estudio de mercado en esta clasificación, posee ventajas y desventajas: “(…) La ventaja (…) es que existe una cantidad enorme de datos disponibles que se han recopilado bajo esas directrices. La desventaja principal es que las clasificaciones CEI tienden a organizarse alrededor de la producción de bienes y servicios, en lugar de los clientes (…)” (ibid, p.86).
Pero aún así, la observación y datos de los estudios de mercado, indican claramente que los segmentos más extensos de mercado, son los más predominantes. Incluso esto apenas sí vale la pena demostrarlo. Podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que las primeras relaciones mercantiles o de intercambio en las nacientes comunidades humanas, estaban dirigidas a satisfacer las necesidades más simples e inmediatas, tales como el alimento, la protección y el abrigo, con base en el desarrollo de viviendas, medios de transporte y de herramientas y equipos para la caza, la agricultura y la guerra, etc. Y no son estos precisamente segmentos muy fuertes y estructurados en nuestro ámbito comercial actual? Es claro que estas actividades económicas nunca han podido “pasar de moda”, pero también es claro que se han diversificado de una manera muy amplia.
la divergencia de caracteres
Darwin analiza este aspecto de la divergencia de caracteres bajo la óptica de cómo influye en el éxito o extinción de las especies: “(…) en la economía general de cualquier país, cuanto más extensa y perfectamente diversificados estén los animales y plantas para distintas costumbres de vida, tanto mayor será el número de individuos que puedan sostenerse en él. Un grupo de animales cuyos organismos sean poco diferentes, apenas podría competir con otro conjunto de organismos más diversificados (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.107). Así, la mayor divergencia de caracteres entre los individuos de una especie, favorecerá su subsistencia. Esto, atendiendo la observación de Darwin en cuanto a que las divergencias de caracteres en una misma especie tienden a ser más bien sutiles y que, solamente cuando la especie consta de un gran número de individuos, las divergencias tienden a notarse más. En última instancia, es este un corolario de la predominancia de las especies más numerosas.
Así, no es mucho demostrar que esta situación de divergencias más o menos notorias, se observa en las más generales actividades de mercado. Las clasificaciones mencionadas por Taylor demuestran que los segmentos más primarios basan su fortaleza en la diversidad de subsegmentos de que están compuestos. El segmento de alimentos es muy diverso del segmento de transportes y ambos, a su vez, del segmento de la minería. Sobre cómo esto vino a ser así, hemos dado ya una hipótesis basada en la teoría de las pulsiones de Freud y en las teorías de la selección natural y de la selección sexual de Darwin. Pero aún podemos dar un argumento más, desde el punto de vista mercantil, y al respecto no deja de ser ilustrativo el “concepto de mercado meta” estudiado por Taylor: “(…) La primera idea dentro del concepto del mercado meta es que toda compañía exitosa debe ser capaz de diferenciarse de sus competidores (…). Debido a que cada organización exitosa es diferente en alguna forma significativa, toda empresa exitosa posee alguna combinación de productos/servicios y clientes en la que tiene una ventaja absoluta sobre sus demás competidores. Los competidores no llegarán a estos clientes; son “sus” clientes exclusivos.”
“Por implicación, sus competidores también cuentan con combinaciones de productos/servicios que son exclusivamente de ellos y a los que usted no tiene acceso. Pero a medida que se aparte de esos grupos “centrales” de productos/servicios y clientes los lazos entre ellos se debilitan. Cuando llegue a las fronteras entre competidores, ninguno tiene una ventaja específica. La idea (…) es que toda la competencia real en una industria ocurre en estas fronteras de ventajas no competitivas (…)” (Taylor, Op. Cit., p.113).
Pero Taylor también desarrolla un concepto similar, desde los factores que afectan la rentabilidad -las ganancias- en las empresas. El desarrollo de nuevos productos y diferenciación de los competidores, así: “El concepto expresado en la idea de nuevos productos y diferenciación es el siguiente [sexto] factor más importante para explicar las diferencias en rentabilidad. El impulso principal aquí es que los productos verdaderamente diferenciados no tienen sustitutos inmediatos y, por lo tanto, se encuentran aislados, cuando menos de manera parcial, de las presiones de precios del mercado (…)” (ibid, p.23).
Ahora, la discusión puede hacerse alrededor de cómo una compañía logra “ampliar” su alcance, de manera efectiva, para captar clientes de un “mercado meta”. Supongamos que una compañía X aspira a expandir sus ventas y considera hacerlo a través de varias estrategias, una de ellas, la localización o identificación de uno o varios mercados meta. Es claro que, una compañía que ya es exitosa y posee bien afianzada su posición y concepto de mercado, no pretenderá una expansión en un terreno “lejano”, que no conoce bien, si no que tratará de hacerlo en un terreno que posea características afines con los que ya ha trabajado de manera constante y consecuente. De hecho, de acuerdo con la definición de “mercado meta”, es este el “movimiento” esperado por parte de la empresa: abarcar y cautivar clientes “al borde” o “en la frontera” de los segmentos que ya son bien explorados.
Esto implicará que dicha empresa diseñe, no estrategias de mercado partiendo de cero, si no estrategias que sean variantes de las que ya utiliza, en donde las nuevas combinaciones de productos/servicios y clientes son en algún modo derivadas de las ya conocidas. El desarrollo de nuevos productos -partiendo de los ya exitosos- y la diferenciación de los competidores -partiendo de las diferencias más sutiles-. Un cúmulo de empresas pertenecientes a un segmento, competidoras entre sí, buscando variar para encontrar una nueva y mejor posición en el mercado, nos recuerda a los individuos de una especie que, en el proceso de selección natural varían erráticamente, pero que ocasionalmente, logran obtener un provecho superior de alguna de sus leves variaciones, en algún sentido. En lo mercantil, cuando una empresa logra establecerse de manera sólida en su “mercado meta”, es usual que, siguiendo los lineamientos básicos y “naturales”, no se quede en aquel punto único y, de manera consistente, pretenda expandir su radio de acción no sólo geográfico, si no mercantil. Esto hará que tal empresario se exija a nuevos retos de mercados, cada vez más alejados de su éxito original. De esta manera, puede lograr éxitos en subsegmentos y aún, segmentos cada vez más lejanos, gracias a lo que llamaríamos una particular “aptitud” para los negocios.
Todo esto nos lleva a concluir, finalmente, que, en última instancia, el desarrollo y éxito mercantil se afianza en el desarrollo psíquico, más que en lo tecnológico. La herramienta tecnológica posee un significante diferencial y relativo -no absoluto- dentro del mundo de los negocios, pues su utilidad está restringida por el uso que se le pretende dar, la capacidad efectiva para utilizarla y por la superioridad como herramienta, que se relativiza con el tiempo. Esto se demuestra cuando una marca registrada rebasa el segmento dentro del cual fue creada, y se afianza en segmentos muy diferentes del segmento originario. El éxito mercantil, en este caso, no estuvo basado en el desarrollo tecnológico, aunque indudablemente hubo de tener fortalezas en este sentido, si no en la capacidad de transmitir, como marca, un ideal psíquico que logra identificarse muy bien con el de muchas personas-clientes. Vuelve a colación el fundamento pedagógico, pero este tema lo seguiremos desarrollando posteriormente.
los efectos de la divergencia de caracteres y la extinción, sobre los descendientes de un antepasado común
“(…) en cada país las especies que pertenecen a los géneros mayores son las que presentan variedades o especies incipientes de manera continuada. Esto realmente era de esperar, pues (…) la selección natural (…) actuará principalmente sobre aquellas [formas] que ya tienen alguna ventaja, y la magnitud de un grupo demuestra que sus especies han heredado alguna ventaja en común de un antepasado común. Por lo tanto, la lucha por la producción de nuevos descendientes y modificados será principalmente entre los grupos mayores, que trabajan con empeño todos por aumentar en número. Un grupo grande vencerá lentamente a otro grupo grande, reducirá su número y hará decrecer sus posibilidades de una ulterior variación y perfeccionamiento. Dentro del mismo grupo grande, los subgrupos más nuevos y muy perfeccionados, por haberse ramificado y apoderado de muchos puestos nuevos en la economía de la naturaleza, tenderán con frecuencia a suplantar y destruir a los grupos más primitivos y menos perfeccionados. Los grupos y subgrupos pequeños y fragmentarios desaparecerán finalmente.”
“(…) por lo tanto, (…) de las especies de las especies que vivan en un período cualquiera, muy pocas transmitirán descendientes en un futuro remoto (…), según dicha hipótesis, casi ninguna de las especies más antiguas han dado descendientes hasta la actualidad; y, como todos los descendientes de una misma especie forman una clase, podemos llegar a entender de qué manera existen tan pocas clases en cada una de las divisiones principales de los reinos animal y vegetal (…):” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.115).
Aunque no deja de seducirnos la idea de intercambiar ciertos términos de manera tendenciosa, para que los párrafos transcritos anteriormente, se conviertan en un análisis de movimientos de compañías y mercados, tales desarrollos ya los hemos elaborado en líneas anteriores. Se trata, con todo, de una visión macro de los procesos evolutivos de las especies. Sin embargo, globalmente y con una mirada igualmente macro, es posible detectar la tendencia a crear monopolios por parte de las compañías más fuertes en una región o a nivel mundial. Así mismo, se identifican claramente quiebras y fracasos en aquellos casos en que una compañía no logra trascender el mercado de manera efectiva, dejando su lugar vacío y presto para ser ocupado por las más grandes y exitosas. También en ciertos casos, una absorción se puede considerar como una “extinción”.

4. LA DIRECCIONALIDAD EVOLUTIVA (el grado a que tiende a progresar la organización).

Es uno de los que hemos llamado factores concomitantes, que aunque presenta alguna complejidad conceptual, es fundamental para nuestros posteriores desarrollos. No es fácil decir, simplemente, que la evolución de las especies está direccionada de tal manera que va desde organismos menos perfeccionados, hasta organismos más perfeccionados. Esto, principalmente, por que vemos que en la actualidad coexisten diversidad de especies que, pudiéramos decir, representan de alguna manera estadios evolutivos antiguos de las especies actuales. Veamos cómo Darwin define tal parámetro y cómo enfrenta sus dificultades.
“La selección natural actúa únicamente mediante la conservación y acumulación de variaciones que sean beneficiosas en las condiciones orgánicas e inorgánicas a que cada ser está sometido en todos los períodos de su vida. El resultado final es que todo ser es proclive a perfeccionarse cada vez más en relación con sus condiciones. Este perfeccionamiento lleva consecuentemente al progreso gradual de la organización asunto bastante complejo, pues los naturalistas no han definido a satisfacción de todos lo que se entiende por progreso en la organización.” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.116).
A pesar de esto, Darwin se aventura con una definición: “(…) Si tomamos como tipo de organización superior la intensidad de diferenciación y la especialización de los diferentes órganos en cada ser cuando es adulto, esto comprenderá el progreso del cerebro para fines intelectuales, y la selección natural encamina con seguridad hacia este tipo, pues todos los fisiólogos admiten que la especialización de los órganos, por cuanto que en este estado realizan mejor sus funciones, es una ventaja para todo ser y, por lo tanto, la acumulación de variaciones que tiendan a la especialización está dentro del radio de acción de la selección natural (…)” (ibid, p.117). “Entre los vertebrados es inevitable la actuación del grado de inteligencia y el acercamiento a la estructura del hombre (…) El tipo de comparación de von Baer parece el mejor y el más ampliamente aplicable: trata sobre el grado de diferenciación de las partes de un mismo ser orgánico, en estado adulto, me inclinaría a añadir yo, y su especialización para funciones diferentes, o según lo expresa Milne Edwards, en el perfeccionamiento de la división del trabajo fisiológico.” (ibid, p.116).
Vale la pena destacar de esta cita, que se sobreentiende que el perfeccionamiento o progreso de la organización, se hace desde el punto de vista de la vida y, así mismo, se sobreentiende que el factor tiempo entra a formar parte fundamental del concepto “vida”. El que un organismo en determinadas circunstancias, logre predominar sobre otro, asegura en algo la prolongación de su existencia en el tiempo, y en ese sentido, se debe entender que la vida posee un objetivo claro de mayor permanencia. Igualmente, se puede dar ese objetivo a los cuerpo inertes, pero encontramos una diferencia esencial en la posibilidad de los seres vivos de transformarse con mayor rapidez que los seres inertes. Tal rapidez en la transformación, implica que la rapidez en el cambio de las condiciones naturales es cada vez mayor. Se puede empezar a entender con esto el que hayamos identificado, en nuestra introducción, un “ente energético” para los cuerpos inorgánicos y un “ente psíquico” correspondiente para los seres vivientes. La psique u organización energética correspondiente en los seres vivientes, la podemos definir como más eficiente con respecto al tiempo. Tal efectividad posee una contraparte en vulnerabilidad y en el tamaño másico, pues los cuerpos inertes son mucho menos vulnerables -no se desintegran tan fácilmente-, y son de mucho mayor tamaño y masa.
En cuanto al concepto de direccionalidad en el devenir evolutivo, Darwin pone como parangón al ser humano entre los vertebrados, y no puede dejar de aceptar que el principal motivo de predominio se encuentra en la evolución de su comportamiento y psique en general. De hecho, emplea varios capítulos de El Origen del Hombre para mostrar cómo diversas facultades mentales en el ser humano, provienen de la evolución de estos caracteres desde especies próximas, pero más simples.
Más adelante, Darwin ataca la principal y más obvia objeción a la teoría del perfeccionamiento orgánico: “(…) Según nuestra teoría, la existencia de organismos inferiores no da problema alguno, ya que la selección natural, o la supervivencia de los más adecuados no lleva consigo necesariamente un desarrollo progresivo; sólo saca provecho de las variaciones mientras van apareciendo y son beneficiosas para cada ser en sus complejas relaciones vitales (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.117). “(…) suponer que la mayoría de las formas inferiores que hoy existen no han progresado en lo más mínimo desde la primera aurora de la vida, sería muy arriesgado (…)” (ibid, p.118). “(…) Por último creo que por distintas causas coexisten actualmente en el mundo, muchas formas de organización muy inferior (…) Pero la causa principal está en el hecho de que, en condiciones muy simples de vida, una organización elevada no sería de ninguna utilidad; seguramente sería un positivo perjuicio, por ser de naturaleza más delicada y más susceptible de descomponerse y ser destruida”. (ibid, pps.118 y 119). Así, Darwin finalmente ha de reconocer que la evolución de las especies vivientes, a través de la selección natural, implica necesariamente, un desarrollo de las mismas, que no necesariamente se ha de traducir en mayor complejidad orgánica del individuo, pero sí en una mayor complejidad en el entramado de la economía natural.
A pesar de esto, Darwin no puede dejar de referirse al concepto de perfeccionamiento a lo largo del resto de sus estudios sobre la evolución de las especies y del hombre. De manera persistente, Darwin utiliza el término de organismos inferiores o especies inferiores, para referirse a las especies menos evolucionadas o que estarían por debajo de la escala evolutiva natural. Sabemos que tal hecho, en apariencia inocente, no dejó de tener consecuencias funestas para el caso de los seres humanos. En algunos periodos de la historia humana, muchos pueblos sufrieron despojos y torturas en razón de considerarse “inferiores” por otros, en aquel sentido.
La fortaleza de especies que aparentemente están muy por debajo de la escala evolutiva, es una paradoja de la que aún tenemos que aprender algo. Tales especies, por ejemplo insectos o bacterias, poseen en la actualidad un lugar muy bien establecido en la economía natural, es decir, en el equilibrio ecológico terrestre. La presencia de un número cada vez mayor seres humanos plantea de hecho aquel desequilibrio “natural” que hemos hablado con respecto a las demás especies, igualmente en aumento. Habremos de comprobar sin embargo, que a mayor desarrollo psíquico, hay una mayor responsabilidad de los individuos, como parte de una comunidad y como representantes de una especie. El ser humano es de hecho mucho más conciente y responsable por sus actos que cualquiera otra de las especies vivientes, y por eso tiene como responsabilidad para consigo mismo, la construcción de un equilibrio dinámico de recursos, que permitan la subsistencia de nuestra especie, cada vez más numerosa y exigente.
Pero entendemos porqué Darwin insiste, a lo largo de sus escritos, en el empleo del concepto “inferioridad” de las especies animales con respecto al hombre, e “inferioridad” de ciertos seres humanos con respecto a otros. Es claro sobre todo en los primeros dos capítulos de El Origen del Hombre (Op. Cit., p.1 y 28), pero es un concepto que se percibe fácilmente a lo largo de todo el resto del texto. Se trata de la concepción antropocéntrica, que Darwin no logra esquivar y que nuestro discurso refuerza. Sólo que este antropocentrismo se fundamenta en el hecho de reconocer al ser humano como una especie que busca siempre más elementos de realidad para su lucha por subsistir, como cualquier otra especie en el universo. Consideramos el desarrollo psíquico como el mejor elemento a favor de la especie humana, el elemento que logra cambiar radicalmente la posición del ser humano en la economía natural en un “tiempo récord” y por eso mismo, el ser humano percibe que la evolución natural de las demás especies parece estática en muchos casos.
Esperamos ahora, que se entienda porqué sí aceptamos algo que Sigmund Freud, en el desarrollo que realiza acerca de las pulsiones en el devenir humano, no acepta. Se trata de un factor de perfeccionamiento, que nosotros deberemos asignar a la pulsión Eros: “(…) A muchos de nosotros quizá nos resulte difícil renunciar a la creencia de que en el ser humano habita una pulsión de perfeccionamiento que lo ha llevado hasta su actual nivel de rendimiento espiritual y de sublimación ética, y que, es lícito esperarlo, velará por la trasformación del hombre en superhombre. Sólo que yo no creo en una pulsión interior de esa índole, y no veo ningún camino que permitiría preservar esa consoladora ilusión.” (Obras Completas, Op. Cit., V.18. Más allá del principio de placer, cap.V,1920). El placer psíquico, puede considerarse totalmente ilusorio o virtual, pero para el yo, es claro que debe existir. Si no fuera así, pensamos de manera determinante que el ser humano no hubiera logrado subsistir en sus primeras etapas evolutivas, cuando el esfuerzo obligado por derivar -sublimar en algo- sus pulsiones primarias, le requería encontrar otros caminos para el actuar, diverso de la posesión sexual, pues de ello dependí su supervivencia. Los caminos diversos -la caza, la agricultura, la artesanía, etc- debieron señalar caminos de destino pulsional secundario, pero que de alguna manera hubieron de generar placer, en tanto no podían ocultar su origen primero. Sólo una visión antropocentrista y positivista como la nuestra podría permitirse tal aseveración.
Va nuestro argumento final: el concepto del azar en la naturaleza es tan aceptable, como aceptables sean el azar las propiedades de las cargas energéticas de las partículas subatómicas, aquellos pequeños ladrillos del universo conocido. Si estas partículas muestran un comportamiento, a nuestro modo de ver, complejo, pero de algún modo clasificable, podemos deducir que, en cuanto a variedad de propiedades, estas partículas son un azar, pero, en cuanto a posibilidad clasificatoria, poseen un cierto ordenamiento. Las partículas subatómicas están implícitas en toda la interacción de materia y energía. Sabemos que es esta interacción la que, tanto a nivel macro como micro, pone en marcha los sucesos que, ahora, tienen como consecuencia unas estructuras vivas en nuestro planeta. Así, estas partículas-ladrillos son “responsables” de la organización molecular y macromolecular, así como de la constitución de los unicelulares y los pluricelulares, de una reproducción preferencial por la unión de dos sexos en los organismos más complejos, además de la consolidación de un ente psíquico directriz para cada cuerpo viviente. Una “construcción” tal, que, como lo observaba Darwin, posee una tendencia hacia lo complejo y que, al modo de ver humano, es cada vez más exigente para con los seres vivos en cuanto a sus posibilidades de subsistencia, puede considerarse “direccionada” hacia lo perfecto? La respuesta más acertada para nosotros es un “sí”, tratándose del destino humano. Sería un completo interrogante, tal vez un “no”, tratándose de cualquier otro ente de la naturaleza.
Darwin y gran cantidad de naturalistas están de acuerdo en que es el ser humano el organismo viviente más acabado y complejo sobre la Tierra. Es otro argumento más, a favor de un “movimiento evolutivo asintótico”, hacia la perfección. Pero así mismo podríamos pensar que el propio ser humano, con toda la trascendencia histórica y evolutiva de millones de años, igualmente podría ser el resultado de un azar, de un camino que casualmente ha recorrido la naturaleza en el Universo, más, si se piensa en que el período de tiempo que lleva la vida tal como la conocemos sobre la Tierra, en términos astronómicos, es demasiado corta. En nuestra exposición, somos concientes de que tenemos una base antropocentrista y en consecuencia, aparentemente, nos salimos de un parámetro fundamental para la objetividad científica. Sin embargo la ciencia y los desarrollos tecnológicos son creados por y para el ser humano, para una subsistencia más garantizada. Las adquisiciones culturales han generado la consecución de una realidad cada vez más aproximada a “lo real”, pero es claro que la realidad que poco a poco se ha descubierto a lo largo de las épocas por el ser humano, lo pone frente a un medio ambiente cada vez más amenazante, pues le muestra más claramente su gran indefensión.
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La mercadotecnia tiene como criterio de perfeccionamiento el éxito empresarial, de un modo que podríamos llamar supra-gremial. Tal éxito genera recursos y poder. Sin embargo el recurso generado de tal manera, además de beneficiar al individuo exitoso, beneficia a quienes lo acompañan en su empresa, mientras más cercanos, más beneficiados. La sensación de poder sabemos que viene como herencia del proceso de selección sexual, y tal sensación queda confinada a lo pedagógico, proceso que implica movimiento de energía libidinal psíquica, que hemos asignado al fenómeno de identificación-trasferencia. La sensación de poder, como manifestación muy directa de una pulsión primaria, es la más complicada de tramitar por el yo humano, pues al contrario de lo que se pueda pensar, impide más efectivamente el crecimiento de las sociedades y el progreso económico de los menos afortunados.
Lo dictatorial, como característica de un líder gremial o social, agrupa y organiza una cierta cantidad de individuos en tanto estos, identificados con su líder y tal como lo describe Freud, se sienten beneficiados por su unión. El liderato, como un “oficio” que requiere el conocimiento y las aptitudes de un buen administrador, posee un devenir evolutivo asociado al devenir evolutivo psíquico. Así, será posible encontrar líderes de gran alcance en sus propósitos, constructores o fundadores de grandes comunidades, como líderes menos eficientes en su oficio de reunir personas alrededor de sus ideales. La manera en que un líder motiva a las personas a pertenecer a su comunidad, es fundamental en el crecimiento de la misma. Tal manera se corresponde enteramente con un logro de identificación en el cual el monto placer que logre desprenderse de los contactos de cada individuo con tal líder, será el que defina en última instancia, el que tal individuo se adhiera a éste, de una manera más o menos sólida. Una buena identificación con un líder depende entonces enteramente de qué tan “maduro” es el yo psíquico del mismo.
El direccionamiento evolutivo se identifica entonces con un direccionamiento mercantil, pues el logro de una buena eficiencia en la consecución del recurso físico -riqueza-, implicará un mayor empoderamiento del individuo y tal enriquecimiento sólo será validado por la sociedad, en tanto se vea respaldado por una fortaleza efectiva como líder. El yo psíquico ha de superar la competencia de tipo sexual, para derivarla a una competencia de tipo auténticamente psíquica, en la cual no entra en juego la seducción por los atributos sexuales anatómicos, si no la capacidad de lograr identificación por los atributos de los ideales de unión comunitaria y solidaria. Las derivaciones específicamente sexuales en la aglomeración humana lograda por un cierto líder, tienden a disminuir el número de integrantes del círculo social logrado.
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Sabemos muy bien que, aún basándonos ampliamente en los desarrollos psicoanalíticos, nos vamos “en contra” de Freud cuando asignamos un carácter estético y direccionado al devenir evolutivo humano. Freud sólo ve en tal proceso una mayor represión de las pulsiones, y por lo tanto, un mayor sacrificio humano. Nosotros en cambio vemos en tal proceso otras características, que se podrían definir como positivas.
Vimos atrás que la direccionalidad evolutiva es el concepto que finalmente hará de esta una argumentación de tipo antropocéntrica y, en ese sentido, parcializada con respecto al devenir universal. Igualmente, tal argumentación queda impregnada de un positivismo que, tanto para Freud como para muchos filósofos y científicos, parecerá desenfocada de lo real. Pero el ser humano requiere conocer acerca del universo, de la manera más objetiva, únicamente para mantener su éxito en el proceso de la evolución natural, para seguir existiendo. En primer lugar, el que el ser humano haya salido exitoso en los intensos desafíos del pasado, no lo hace infalible para los desafíos del futuro. En segundo lugar, tal voluntad de éxito es parte de su más íntima y primera estructura psico-fisiológica. Esperamos que los siguientes argumentos terminen por explicar cómo el trabajo de mercadotecnia es parte y consecuencia, en el ser humano actual, del proceso de selección natural.

5. EL RECURSO PSÍQUICO.

La realidad es una, muy seguramente y gracias a nuestro convencimiento del principio de la causalidad, lo consideramos así. Pero la percepción de la misma, no. Cada ser humano posee una cierta percepción de la realidad que lo circunda, de su medio ambiente, percepción que varía, de hecho, de una a otra persona, pero que además, puede variar de momento a momento, en una misma persona. Desde los conceptos que desarrolla Freud se explica esta variabilidad: “(…) Yo no sé si a los deseos inconcientes hay que reconocerles realidad; a todos los pensamientos intermedios y de transición, desde luego, hay que negársela. Y si ya estamos frente a los deseos inconcientes en su expresión última y más verdadera, es preciso aclarar que la realidad psíquica es una forma particular de existencia que no debe confundirse con la realidad material. No parece entonces justificado que los hombres se muestren renuentes a tomar sobre sí la responsabilidad por el carácter inmoral de sus sueños (…)” (Obras Completas, Op. Cit., V.5. La interpretación de los sueños. Sobre la psicología de los procesos oníricos. Lo inconciente y la conciencia. La realidad. 1.900). En esta cita Freud no parece considerar variabilidad en la realidad psíquica del ser humano “normal”. Es claro que bajo sus desarrollos, la realidad psíquica del neurótico cambia luego de pasar por el tratamiento psicoanalítico, aproximándose a la realidad objetiva. Pero hay que considerar tal variabilidad de lo real psíquico -nuestra percepción de lo real-, en el tiempo, para los seres humanos “normales”, que justifique el cotidiano proceso de aprendizaje.
Por eso, en otro lugar del mismo texto citado, encontramos: “(…) Es preciso revertir la sobrestimación por la propiedad «conciencia»; es este un requisito indispensable para cualquier intelección correcta del origen de lo psíquico. Lo inconciente, según la expresión de Lipps [1897, págs. 146-7], tiene que suponerse como una base universal de la vida psíquica. Lo inconciente es el círculo más vasto, que incluye en sí al círculo más pequeño de lo conciente; todo lo conciente tiene una etapa previa inconciente, mientras que lo inconciente puede persistir en esa etapa y, no obstante, reclamar para sí el valor íntegro de una operación psíquica. Lo inconciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales (…)” (ibid, V.5. La interpretación de los sueños. Sobre la psicología de los procesos oníricos. Lo inconciente y la conciencia. La realidad. 1.900). Tal ubicación de lo conciente como un proceso que es incompleto en la aprehensión de la realidad, nos remite a la posibilidad de que es posible mejorar tal percepción. Para nosotros tal posibilidad de mejora, siempre desde la posibilidad más próxima para la subsistencia humana, se tramita a través del aprendizaje. Y el aprendizaje es la manera en que el yo logra mejorar el rendimiento psíquico general para el trámite pulsional, tanto primario como secundario.
Pensamos que lo que en un principio ha sido un referente equivocado de Darwin, se convierte de hecho en una de las bases filosóficas de la investigación. La inferioridad o superioridad en la escala evolutiva, referida al ser humano como especie, nos lleva a un antropocentrismo del cual será muy difícil despojarnos, pues la evolución misma nos obliga a buscar de manera preferente nuestra propia subsistencia. Podemos buscar, tal como lo hace Darwin, la superioridad o inferioridad de otra persona u otra comunidad externa a la nuestra bajo cualquier criterio. Pero es claro que el concepto de superioridad o inferioridad referido a los seres humanos únicamente, posee una alta connotación de lucha sexual y sólo así debemos entenderlo, en tanto nos remite a los conceptos de dominio y mando, generados por la superioridad o inferioridad en el atractivo sexual.
La evolución psíquica del ser humano fortalece el criterio de responsabilidad el cual es mucho más estricto que para las demás especies, lo cual ha evitado hasta el momento nuestra auto aniquilación. Ya Freud comprueba esto al analizar el caso del universal mandamiento “no matarás” en su texto de Tótem y Tabú. Pero el desarrollo de la psique en el ser humano ha implicado igualmente el desarrollo de su capacidad para el manejo de los afectos, los cuales están basados en el mecanismo de identificación-trasferencia, con otros seres humanos de diferentes comunidades, con otras especies vivientes y casi con cualquier objeto imaginable, natural, artificial o imaginarios. Así, lo que debería percibirse como una confrontación suicida y de exterminio de la especie, termina siendo una confrontación, virtual, de la capacidad de aprendizaje de la psique entre los seres humanos. Un desafío por la diferenciación psíquica y la capacidad pedagógica.
-- La actividad de tipo psíquico frente a la actividad de tipo físico, y el criterio de perfeccionamiento entre los oficios gremiales que se mercadean.
Si consideramos como “especie” a determinado tipo de individuos, todo un gremio de ellos, habremos automáticamente determinado para ellos un lugar dado en la economía humana, por ejemplo, los médicos, los ingenieros, los militares, etc. Cuando en un conjunto gremial no se logra una diferenciación importante entre los individuos que lo componen, la competencia se agudiza, con todas las consecuencias que se derivan de este hecho, es decir, el incremento de la oferta y el por lo menos correspondiente deterioro de la demanda. La disminución en los ingresos o en la generación de recursos para la subsistencia, es un factor notorio en estas circunstancias. También podríamos considerar como “especie” a una determinada comunidad, localizada en cierta zona geográfica, y que muestra una cierta fortaleza o factor diferenciador con respecto a otras comunidades. Esta comunidad también poseería un cierto lugar en la economía humana. Similarmente, si el factor diferenciador tiende a desaparecer, se agudiza la competencia.
Tal como se observa en las especies en la naturaleza, es posible encontrar entre los seres humanos, algunos cuyo refinamiento, fortaleza y complejidad psíquicas es mayor que el de otros, de acuerdo con las “condiciones tanto biológicas como inanimadas” a que estén sometidos. Este tipo de personas se destaca no sólo porque ejerce su oficio de una manera destacada por su eficiencia y su capacidad para diferenciarse, si no porque gracias a ello, y a un desigual desarrollo psíquico entre sus colegas, logra erigirse como un líder más o menos visible de su gremio o de su comunidad. Puede esto considerarse como una verdadera prueba, de que el desarrollo psíquico humano ha estado apalancado por la selección natural y sexual, pues esta capacidad de liderazgo, está ampliamente soportada por el infaltable criterio de la superioridad psíquica.
De todas maneras, como dice Darwin, cualquier especie animal superior está mucho más alejada en cuanto a capacidad y fortaleza psíquica del ser humano más primitivo que se pueda encontrar, que lo que puede estar este de cualquier ciudadano actual. Así, los lugares ocupados en la economía por los hombres, se diversifican con gran rapidez, por la gran versatilidad o capacidad de cambio -aprendizaje-, de nuestro aparato psíquico. En tanto las personas son concientes de los lugares que “naturalmente” están ocupando, inmediatamente están aspirando a un mejor lugar casi siempre de tipo virtual e ilusorio. Sería este el papel del superyó psíquico.
Pero para el ser humano, el darse cuenta de que se ocupa un lugar inferior en la escala económica de su comunidad, no es motivo suficiente para remediar o mejorar la situación. Los medios que posee para lograr su superación en la economía podrían ser muchos, pero en esencia constan de una combinación simple: los actos con poca participación de su yo psíquico, y los actos “más pensados”, con gran participación de su yo psíquico. La psique en el ser humano, en particular el inconciente, ha de reconocerse como una entidad “con vida propia”, que de alguna manera ha de domeñarse por el yo, con mayor capacidad de conciencia, juicio y dominio. Tal es la conclusión de Freud al respecto. La sensación de tener un ente psíquico inquieto y punzante, que pretende saltarse a la menor oportunidad la normatividad instaurada por milenios de adquisiciones culturales, no puede conducir a una conclusión muy lejana a la propuesta por Freud. Así, siempre gana más en la economía aquella persona que logra un mayor dominio de su aparato psíquico, a través de un particular esfuerzo de su yo.
-- El problema de la pobreza referido a la evolución psíquica.
Cuando los intelectuales de todos los tiempos logran, gracias a su posición libre pensadora, observar a distancia el fenómeno de la pobreza, no les puede parecer más que algo aterrador. El problema de la pobreza, largamente analizado por muchos pensadores, posee una característica tan anti-ética, que el ser humano apenas logra comprender. Cuando las comunidades más sencillas vivían de manera más aislada, el problema tal vez no era tan patente ni dramático, como cuando estas comunidades se van insertando en un orden económico y social mayor. Ya hemos hablado que una de las principales consecuencias de la evolución psíquica humana fue la conformación de agrupaciones o comunidades cada vez más grandes y, por lo tanto, que exigían de una mayor especialización en las labores, por parte de todos sus miembros. Con el crecimiento de las sociedades y la especialización, el problema de la desigualdad ha ido quedando cada vez más al descubierto. En tanto las sociedades crecen y logran avances tecnológicos para la mejora de las condiciones de vida de las personas, aquellas personas que no gozan de una cierta cantidad de tales comodidades, son miradas y se miran a sí mismas, como menos favorecidas.
Estas personas, como se dijo anteriormente, poseen usualmente, una labor con un alto componente de trabajo físico de baja exigencia en entrenamiento. Igualmente, son bastante numerosas. Este trabajo físico basto, sustenta de alguna manera aquellos que realizan un trabajo más intelectual y administrativo, siempre menos numerosos, pero que son necesarios para direccionar el trabajo físico. Sin embargo, la tendencia normal es que el trabajo físico basto sea reemplazado cada vez más, en mayor medida, por el recurso tecnológico. Así, aquellos que poseen el trabajo físico como base de sus sustento, tienden a ser cada vez más, subvalorados, con el agravante de que la falta del adiestramiento mental, no le permite desarrollar las importantes habilidades de su aparato psíquico, definitivas para acceder a mejores lugares en la economía. Tal el caso ya mencionado de la experiencia marxista.
Es como poco a poco y cada vez más aceleradamente, se ha construido, por parte de la humanidad, una pirámide en cuya base se encuentra un gran número de personas que realizan un esfuerzo físico basto, generalmente de poco valor. En la cúspide de tal pirámide, se encuentran unas pocas personas con gran capacidad y fortaleza psíquica, altamente valorada. Ajustaríamos mejor esta imagen piramidal para convertirla en una campana de Gauss, propia de la estadística de distribuciones normales, comunes en el ámbito de la sociología. Así, con el paso de los tiempos, se observa que los ricos y afortunados son cada vez más ricos y afortunados, mientras que los pobres son cada vez más numerosos y más pobres. Es un estiramiento hacia arriba de la campana de Gauss y una ampliación de su base.
No estamos violentando la dignidad de ninguna persona, si queremos establecer como causa primera de los comportamientos humanos, una situación enteramente construida por el devenir natural de lo evolutivo. Pero este estudio no parece darnos otra salida. Si miramos objetivamente los problemas que nos hemos planteado, podemos encontrar que lo que ponemos en perspectiva, es la posibilidad misma de la subsistencia humana en el largo plazo. El desarrollo de nuestra psique nos ha dado la posibilidad, pero también una esperanza, de haber manipulado hasta cierto punto las fuerzas naturales -nuestro propio inconciente, en primer lugar- a nuestra conveniencia, y, correspondientemente, la posibilidad de seguir haciéndolo cada vez más eficientemente, en el futuro. Para subsistir como individuos y como especie, el ser humano entiende que esta es una premisa. Cuando nos trazamos en la introducción de este texto el objetivo de perseguir las causas de la pobreza humana, encontramos que es eso precisamente lo que deseamos: hallar un camino cierto para manipular con mayor eficiencia, las fuerzas naturales que más influyen en la posibilidad de subsistencia del ser humano: las pulsiones de su propia psique.
-- Lo pedagógico como concepto de perfeccionamiento psíquico.
La direccionalidad evolutiva posee una tendencia a extinguir las formas menos perfeccionadas en pro de las más complejas, cuando se trata de especies muy próximas, que competitivamente se enfrentan muy cotidianamente. Si esta tendencia se traslada a la situación humana, es comprensible la tendencia mundial en la distribución de la riqueza. Sólo que esta misma direccionalidad, aporta un elemento estético y de goce en la exigencia pedagógica, de ampliación de la cobertura social, con lo cual el ser humano, se vuelve cada vez más intolerante a la extinción de comunidades enteras, así como a la extinción de las especies animales y vegetales. Tal intolerancia invierte entonces el deseo de extinción para con los menos aventajados o afortunados, en un deseo de absorción de los mismos. Es decir, aquellos aventajados seres humanos se ven forzados a exigirse aún más en su capacidad pedagógica. No se puede negar sin embargo, la existencia de ser toda una paradoja productiva: mientras tales afortunados seres humanos no logren mejorar efectivamente su capacidad pedagógica, habrán de relacionarse más estrechamente con el cargoso factor de la mano de obra.
Esta forma de ver la direccionalidad evolutiva, no puede dejar de proporcionarnos un parte de tranquilidad, pues siendo innumerables las injusticias de la naturaleza por no poder dotar a todos los seres con las mismas facultades y fortalezas, nos da una luz de esperanza, sabiendo que la lucha por la subsistencia no es de tipo físico, de recursos económicos, si no esencialmente, psíquico y que en tal lucha, el elemento de goce y estético en lo pedagógico, es predominante. Como dijimos antes, lo físico o anatómico, tal como nos lo proporciona la naturaleza, es mucho más difícil de cambiar empleando en ello solamente nuestra voluntad, que lo que logramos hacer con el recurso psíquico, y su capacidad de aprendizaje o de cambio. El fortalecimiento psíquico, a la vez que catapulta literalmente al ser humano como especie dominante en el planeta, lo carga de una gran responsabilidad no solamente con su entorno ecológico, si no también con su entorno social. Tal responsabilidad, siempre dentro del parámetro de la subsistencia del ser humano como individuo y como especie. En tal sentido cabe preguntarse por el criterio de utilidad real de los recursos específicos empleados y construidos, tanto por su cantidad como calidad.
Es por esto que, de acuerdo con un criterio de perfeccionamiento en el cual lo psíquico posee la premisa básica, habremos de hacer corresponder tal criterio, con lo pedagógico, pues no conocemos otro proceso por el cual nuestro aparato psíquico logre desarrollar cada vez más, mejores destrezas para la subsistencia humana, tanto a nivel individual como colectivo. Si, tal como lo declaran los fisiólogos de Darwin, el perfeccionamiento orgánico va de la mano con la especialización de funciones, pensamos que podemos encontrar en las actividades de negocios tal dirección. Consideremos el factor integración vertical como séptimo modificador importante de la rentabilidad en las empresas, de acuerdo con Taylor: “(…) La idea general es que mientras más controle el canal de distribución, desde las materias primas hasta el consumidor final, existe una mayor probabilidad de ser rentable (…) en un mercado maduro, de lento crecimiento (…)” (Taylor, op. Cit., p.23). La integración vertical eficiente, implica una empresa que posee dependencias bien definidas en el diseño, la producción, y la comercialización de un producto o servicio, de tal manera que cada dependencia hace las cosas cada vez con mayor eficiencia y especialización, pero conservando siempre un objetivo y programa de trabajo común, que no les permite desmembrarse. Un concepto muy similar al que Darwin se adhiere en primera instancia, para categorizar los organismos más desarrollados.
Conclusiones.
De acuerdo con los argumentos presentados, consideramos como un hecho, el que la actividad mercantil humana es un fenómeno humano resultado de la evolución. Pero la actividad mercantil es a su vez, la evolución misma. La evolución en los seres humanos ha estado determinada por la selección natural, la selección sexual y el desarrollo psíquico, cada uno de estos fenómenos, soportado por y consecuencia del anterior. Así, es posible siempre identificar en los principios del mercado, los mismos principios de la selección natural. Será un punto básico en los posteriores desarrollos de nuestro texto, el acudir a los paralelos selección natural - mercadeo.
* * *
La adquisición de recursos para la subsistencia, es una actividad que está múltiplemente determinada en términos económicos, en el ser humano. El dar como un indicador el monto en moneda del patrimonio de una persona, no dice nada acerca de cómo se ha conseguido aquél patrimonio, ni cuáles son sus componentes esenciales, ni cuáles han sido las motivaciones de aquella persona para tal consecución de recursos. Ahora, la riqueza como tal, en el sentido de patrimonio material, es uno de los principales recursos que poseen las personas, para sortear los problemas que cotidianamente surgen en la labor de subsistencia. Los otros recursos, serían, a nuestro parecer, el recurso anatómico-fisiológico y, como principal y más determinante, el recurso psíquico.
Los seres humanos, y los seres vivos, a partir del primer momento que llegan al mundo, al nacer, deben trabajar, realizar una cierta labor para subsistir. Tal labor, en principio, posee un carácter fisiológico, obedeciendo a un cierto “automatismo” construido a través de los sucesivos periodos evolutivos. Pero para el caso de los seres humanos, la labor de subsistencia, aunque posee cada vez más un carácter conciente y voluntario, obedece siempre al principio fisiológico evolutivo: permanecer con vida durante más tiempo. Los bebés, succionan la leche materna, como su recurso material. Pero sabemos que este sustento debe estar acompañado, invariablemente, de afecto. Se podría percibir alguna relación entre aquella relación de afecto primero, con el provecho que el infante saca del recurso de la lactancia? Pensamos que debe ser así.
La relación entre el recurso material para la subsistencia y el afecto que se intercambia para su obtención, no es privativa de una edad o etapa de crecimiento. Esa relación se puede observar durante todas las etapas de la vida humana, sólo que, en virtud de la simplificación necesaria de las situaciones cuando el ser humano es niño, esa relación afecto - recurso material es más visible. Sabemos que es esta la manera de manifestarse las pulsiones básicas, Eros y destrucción, pero es el momento de admitir que entre ambas pulsiones hay una relación en la cual prima Eros por sobre destrucción, si pensamos en el desarrollo evolutivo de la vida. Destrucción, para nosotros también “intercambio” o equivalencia materia - energía, existe gracias a la pulsión -que en este caso podría ir con mayúscula inicial- de agregación de las partículas o de los quarks y cuantos de energía. Aunque es un tema más apropiado para las ciencias físicas, no podemos menos que admitir que las partículas subatómicas poseen propiedades tales, que las impulsan a unirse y formar agregados sinérgicos que hemos llamado átomos bajo ciertas circunstancias, moléculas en otras circunstancias, estructuras minerales en otras, macromoléculas, tejidos, etc.
Tal prelación de Eros sobre el intercambio energético -pulsión destrucción- también se manifiesta, como sería lógico pensarlo, en los seres vivos, pero en el ser humano el mecanismo psíquico dilucidado por Freud es un fiel representante de tal situación. Es muy frecuente observar entre las personas cómo los impulsos libidinales, enteramente asociados a Eros, terminan en muchas ocasiones por primar por sobre los impulsos de intercambio. El alimento, la respiración, las funciones vitales terminan por ser controladas a través de manifestaciones cuyo origen es libidinal, y que hemos llamado de manera más cotidiana como manifestaciones de afectos. La estructura psíquica humana está constituida de una manera muy compleja, y tal complejidad es la que termina por modificar, como un verdadero logro, los fines pulsionales más primitivos, en fines pulsionales apropiados para nuestra subsistencia, en nuestra realidad actual, pero compleja y siempre cambiante.
Lo que para Darwin era “medio ambiente cambiante”, en Freud se convierte en una realidad con posibilidad de cambio por la propia voluntad. Una de las mayores complejidades psíquicas humanas se basa en la elaboración pulsional que debe hacer el niño cuando entra en la edad típica de manifestación del complejo de Edipo. Es del dominio público que en virtud de tal complejo, no hay porqué encarecer la importancia de los padres en las representaciones y cargas afectivas que terminan por moverse cotidianamente en la tarea de la subsistencia humana. Pero son estas las que para cualquier recurso material en particular, proporcionan la idea de valor. El recurso material, por sí solo, no es significativo ni posee un valor. Este valor específico está dado por la relación que en la psique de cada persona, posee aquél recurso concreto con respecto a una situación afectiva. El recurso material, por lo tanto, posee, en su base, una valoración totalmente relativa y es aquí en donde entra a jugar su papel la cultura. Podemos para nuestros efectos, ver la cultura como una herencia y, en ese sentido, debemos darle un peso afectivo de gran importancia, como una representación idealizada de las herencias paternas, conformando el superyó psíquico. Así, la cultura “pone de acuerdo” a los seres humanos en ciertas pautas de comportamiento y de valores, dando un cierto “piso” a aquella relatividad en los afectos.

6. LO QUE MIDE LA ECONOMÍA.

Partimos del hecho de que en el mercadeo tratamos con una situación enteramente semejante a los hechos observados para la evolución de las especies. Es decir, encontramos un cierto progenitor común, que, por la herencia, transmite ciertos caracteres distintivos a su descendencia, pero que, de una u otra forma, son variables de una manera un tanto sutil, de tal forma que en la tarea de la subsistencia, se van seleccionando aquellos caracteres más acorde con los cambios que se producen en la naturaleza, incluido el crecimiento de número de los individuos vivos. La variabilidad de la descendencia no impide sin embargo, observar y detectar en esta un tronco común, básico. Así la cultura humana, igualmente muestra fuertes raíces comunes, pero formas variadas casi al infinito.
Es por eso que hablar de una persona que logra mejores o mayores recursos que otra, es algo muy relativo. Si elegimos como escenario un cierto piso cultural fuerte y común, para analizar la tarea de subsistencia de dos personas, podemos suponer por ejemplo que han crecido en una misma ciudad o localidad pequeña, cuya historia, a su vez, se remonta a varios siglos atrás. Además podemos suponer, para simplificar más, que ambas trabajan en un mismo gremio de producción, constructores, por ejemplo. Aún habría que hacer una simplificación más, y es suponer un patrimonio aproximadamente igual para ambos. En tal caso, es muy probable que sus ingresos, sean similares, pero nunca iguales, pues sería este verdaderamente un caso muy extraordinario.
Hay uno de ellos que monetariamente gana más que el otro. Es apenas lógico si consideramos que, sabiendo de antemano el importante papel que juegan los afectos en las labores de subsistencia, por muy similar que sea la base cultural, habrá una cierta variación en los afectos, para cada ser humano. Es un principio evolutivo. Cuando dos personas eligen una misma profesión, la significación afectiva de su labor no será la misma para ambas y, por lo tanto, no será igual la valoración que hagan de esta, así su profesión signifique la subsistencia misma. Recordemos al respecto la primacía de los afectos sobre la “necesidad” de los recursos físicos (alimentos, abrigo, etc). Una diferencia en la valoración de los actos, establece una diferencia en los ingresos percibidos. Es un importante corolario de varios de los principios establecidos aquí. La diferencia en la valoración se puede pensar más o menos así: la actividad elegida exige una serie de habilidades específicas, para las cuales cada persona posee un cierto grado de facilidad, variable según la variabilidad natural bien observada por Darwin. Así, de las dos personas en cuestión, habrá una que logre ser más hábil que la otra en la actividad específica, con lo cual el trabajo le rendirá mejor.
Sin embargo, esto no es todo. La habilidad es un principio. Pero la labor de subsistencia implica una constancia que va más allá del juego de habilidades. Es necesario pensar en un desarrollo de la labor que implica, necesariamente, creatividad, la posibilidad de cubrir mejor el segmento del mercado, la detección e incluso creación de “mercados meta”, o lo que finalmente es equivalente, “ocupar” de manera predominante un cierto “lugar en la economía“. Tal concepto nos lleva, de todas maneras, a concluir que, cuando una de estas dos personas logra recursos más consistentes que la otra, quiere decir que la primera de ellas a encontrado su “verdadero” mercado meta, en tanto la segunda, aún está por descubrirlo. Pero es esta igualmente una situación relativa, en tanto la medición de los ingresos logrados se circunscriba a un cierto territorio o a un cierto segmento mercantil. Tales desarrollos mercantiles exigen del ser humano, no sólo ser más hábil con las manos, si no mucho más hábil con su recurso psíquico.
Pero podremos entender también que aquél que logre constituir su actividad económica en algo más que un juego de habilidades, a saber, en la construcción de una obra de cierta envergadura, tiene muy seguramente, la posibilidad de tener ingresos mucho mayores que su contraparte. Pero cómo se “construye” esa obra? Cuáles son lo parámetros para llegar a ella? Es una pregunta compleja, pero cuya respuesta queremos empezar a bosquejar. Cuando se habla de obra en el sentido que le estamos confiriendo, es clara su connotación artística o estética, pues hablamos de que esa obra se fundamenta en la creatividad. La creatividad, de acuerdo con la mayoría de los psicólogos, igualmente posee un importante fundamento en los afectos. Freud, en sus “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (Obras Completas, Op. Cit.) desarrolla el siguiente discurso al respecto: “5. La educación puede describirse, sin más vacilaciones, como incitación a vencer el principio de placer y a sustituirlo por el principio de realidad; por tanto, quiere acudir en auxilio de aquel proceso de desarrollo en que se ve envuelto el yo, y para este fin se sirve de los premios de amor por parte del educador; por eso fracasa cuando el niño mimado cree poseer ese amor de todos modos, y que no puede perderlo bajo ninguna circunstancia.”
“6. El arte logra por un camino peculiar una reconciliación de los dos principios. El artista es originariamente un hombre que se extraña de la realidad porque no puede avenirse a esa renuncia a la satisfacción pulsional que aquella primero le exige, y da libre curso en la vida de la fantasía a sus deseos eróticos y de ambición. Pero él encuentra el camino de regreso desde ese mundo de fantasía a la realidad; lo hace, merced a particulares dotes, plasmando sus fantasías en un nuevo tipo de realidades efectivas que los hombres reconocen como unas copias valiosas de la realidad objetiva misma. Por esa vía se convierte, en cierto modo, realmente en el héroe, el rey, el creador, el mimado de la fortuna que querría ser, sin emprender para ello el enorme desvío que pasa por la alteración real del mundo exterior. Ahora bien, sólo puede alcanzarlo porque los otros hombres sienten la misma insatisfacción que él con esa renuncia real exigida, porque esa insatisfacción que resulta de la sustitución del principio de placer por el principio de realidad constituye a su vez un fragmento de la realidad objetiva misma.”
Freud hace este desarrollo pensando en la manera en que el artista logra sus obras como profesional dedicado, diferenciándolo del proceso de aprendizaje por lo que a la relación entre principio de placer y principio de realidad se refiere. Nosotros estamos apoyándonos en este extracto con criterios distintos: en primer lugar, tenemos buenos motivos para pensar que el proceso creativo no es un patrimonio exclusivo de los artistas, y, en segundo lugar, que este proceso es herramienta fundamental en la actividad de los negocios, base de la subsistencia humana. La creatividad, desde nuestra perspectiva, no deja de ser parte del esfuerzo del yo por solucionar de manera más eficiente, las casi infinitas exigencias de lo externo, en virtud del cambio continuo. Así, creatividad es aprendizaje para la subsistencia o, satisfacción en el devenir pedagógico.
Pero también visualizamos un puente conceptual entre la actividad negociadora de subsistencia, con el proceso de aprendizaje, en tanto la actividad de subsistencia ha de basarse en el cambio continuo de la realidad y la asimilación de dicho cambio por parte del individuo. De acuerdo con esto, no podemos dejar pasar por alto una discusión respecto a cómo se relacionan para nosotros los conceptos freudianos de sublimación, de reconciliación de los principios de placer y realidad a través del arte y finalmente, los gastos de ahorros psíquicos propios del chiste, el humor y lo cómico. Así, entendemos que por los caminos de lo que se ha denominado en términos generales, arte o estética, logra el ser humano encontrar la manera de ocupar el tiempo y el espacio en actividades diversas de la sexual. Sólo que estas actividades no pueden, de ninguna manera, enmascarar del todo su origen primero, y que en tanto logran activar sensaciones placenteras, así mismo conforman el ámbito del proceso pedagógico, de acuerdo con el criterio que le hemos querido conferir a tal concepto.
Freud en general habla de sublimación cuando se trata del encauzamiento de las solicitaciones pulsionales para su mayor aprovechamiento en bien del individuo y de su comunidad: “(…) Mediante sus represiones, el neurótico ha mermado muchas fuentes de energía anímica, cuyos aportes habrían sido muy valiosos para su formación de carácter y quehacer en la vida. Conocemos un proceso de desarrollo muy adecuado al fin, la llamada sublimación, mediante la cual la energía de mociones infantiles de deseo no es bloqueada, sino que permanece aplicable si a las mociones singulares se les pone, en lugar de la meta inutilizable, una superior, que eventualmente ya no es sexual. Y son los componentes de la pulsión sexual los que se destacan en particular por esa aptitud para la sublimación, para permutar su meta sexual por una más distante y socialmente más valiosa. Es probable que a los aportes de energía ganados de esa manera para nuestras operaciones anímicas debamos los máximos logros culturales. Una represión sobrevenida temprano excluye la sublimación de la pulsión reprimida; cancelada la represión, vuelve a quedar expedito el camino para la sublimación. (…)” (Obras Completas, V.11. Cinco conferencias sobre psicoanálisis. V. 1910)
En otra parte, Freud ya ha escrito algo semejante al respecto: “(…) La pulsión sexual -mejor dicho: las pulsiones sexuales, pues una indagación analítica enseña que está compuesta por muchas pulsiones parciales- es probablemente de más vigorosa plasmación en el hombre que en la mayoría de los animales superiores; en todo caso es más continua, puesto que ha superado casi por completo la periodicidad a que está ligada en los animales. Pone a disposición del trabajo cultural unos volúmenes de fuerza enormemente grandes, y esto sin ninguna duda se debe a la peculiaridad, que ella presenta con particular relieve, de poder desplazar su meta sin sufrir un menoscabo esencial en cuanto a intensidad. A esta facultad de permutar la meta sexual originaria por otra, ya no sexual, pero psíquicamente emparentada con ella, se le llama la facultad para la sublimación. En oposición a esta desplazabilidad en que consiste su valor cultural, a la pulsión sexual le sucede también una fijación de particular tenacidad que la vuelve no valorizable y en ocasiones degenera en las llamadas «anormalidades ». La intensidad originaria de la pulsión sexual es probablemente de diversa magnitud en los diferentes individuos; en cuanto al monto apto para la sublimación, sin duda es variable. Ya podemos imaginarnos que será en primer lugar la organización congénita la que decidirá cuánto de la pulsión sexual ha de resultar sublimable y valorizable en el individuo; además, las influencias de la vida y el influjo intelectual del aparato anímico consiguen llevar a la sublimación una porción más vasta. Ahora bien, no cabe duda alguna de que este proceso de desplazamiento no puede continuarse indefinidamente, como tampoco ocurre, en nuestras máquinas, con la trasposición del calor en trabajo mecánico. Una cierta medida de satisfacción sexual directa parece indispensable para la inmensa mayoría de las organizaciones, y la denegación de esta medida individualmente variable se castiga con fenómenos que nos vemos precisados a incluir entre los patológicos a consecuencia de su carácter nocivo en lo funcional y displacentero en lo subjetivo. (…)” (ibid, V.9. La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna. 1908.)
Queda claro entonces que la sublimación es un mecanismo mediante el cual el ser humano logra derivar parte de su pulsión sexual hacia fines diversos de lo sexual, derivaciones que en particular, son muy útiles para la cultura y la civilización. Podemos asignarles a estas derivaciones un monto de placer, igualmente derivado de lo sexual, pero desviado de ese fin? Creemos que no hay problema en ello. De hecho, es muy fácil observar cómo el ser humano maduro, logra sentir verdadero placer y satisfacción por buena parte de sus trabajos y obras. No siempre podemos decir que esto es cierto, pero los casos en que lo es, son muy claros. Podemos incluso percibir con facilidad que, cuando el ser humano logra sacar placer de su actividad sublimada, su tarea u obra resultante termina por ser altamente valorada por parte de los demás individuos de su comunidad. Freud no parece aclarar tal fenómeno del placer en la ejecución de las actividades sublimadas, pero sí enfrenta el análisis de un fenómeno cotidiano, aparentemente sin mucha relación con la sublimación, en el cual detecta ganancias de placer. A partir de este fenómeno, el chiste, y de sus correlacionados, el humor y lo cómico, Freud va dando forma y definición al concepto de ganancia de placer correspondiente con un gasto psíquico ahorrado, concepto que para nuestro objeto, será fundamental.
Queremos asignar, en primer lugar, el criterio a los actos que satisfacen las pulsiones primarias, de portadores de un mayor placer fisiológico que psíquico, pero sin demeritar el papel de este último “tipo” de placer. Pero de manera similar, los actos que satisfacen pulsiones ramificadas de las pulsiones primarias -que bien podemos llamarlas secundarias-, quedan como portadores de un mayor placer psíquico que fisiológico, sin descartar algún papel de este último en tales actos. La esencia de un placer de tipo eminentemente psíquico, se puede encontrar en el sueño. El sueño es la satisfacción de un deseo y, por lo tanto, un generador de placer. El sueño protege al durmiente del estimulo externo, en particular, del estímulo permanente de las pulsiones provenientes del inconciente, ente psíquico siempre externo al yo. El sueño es una actividad psíquica por excelencia, pero no podríamos dejar de asignarle alguna correlación fisiológica.
De hecho para Freud, el chiste es un concepto que explica muy bien los principios de las formaciones oníricas que, a su vez, terminan por ser los fundamentos de la explicación tanto del funcionamiento normal, como de lo anormal de la psique humana. Freud, desde su texto de La Interpretación de los Sueños, da cuenta de la importancia del chiste en su estructuración teórica general. Tal posición conceptual en Freud, termina por ser el tema de su texto El Chiste y su Relación con lo Inconciente. De ese texto, extraemos apartes que nos interesan por el tema de la ganancia de placer: “(…) el chiste (…) Empieza como un juego para extraer placer del libre empleo de palabras y pensamientos. Tan pronto como una razón fortalecida le prohíbe ese juego con palabras por carente de sentido, y ese juego con pensamientos por disparatado, él se trueca en chanza para poder retener aquellas fuentes de placer y ganar uno nuevo por la liberación del disparate. Luego, como chiste genuino, exento todavía de tendencia, presta su valimiento a lo pensado y lo fortalece contra la impugnación del juicio crítico, para lo cual le es de utilidad el principio de la conjunción de las fuentes de placer; por último, aporta grandes tendencias, que entran en guerra con la sofocación, a fin de cancelar inhibiciones interiores siguiendo el principio del placer previo. La razón -el juicio crítico-la sofocación: he ahí, en su secuencia, los poderes contra los cuales guerrea; retiene las fuentes originarias del placer en la palabra y, desde el estadio de la chanza, se abre nuevas fuentes de placer mediante la cancelación de inhibiciones. Y en cuanto al placer que produce, sea placer de juego o de cancelación, en todos los casos podemos derivarlo de un ahorro de gasto psíquico, siempre que esta concepción no contradiga la esencia del placer y se demuestre fecunda también en otros aspectos. (…)” (ibid, V.8. El chiste y su relación con lo inconciente. Parte sintética. El mecanismo de placer y la psicogénesis del chiste. 1905).
Entendemos que tal vez para el neófito, los razonamientos de Freud resulten complejos, más cuando se trata de condensados y conclusiones que han sido trabajados por el autor previamente y de manera extensa. Sin embargo no podemos dejar de apoyarnos en tales extractos, pues lo que nos interesa verdaderamente de estos es cómo conceptualmente demuestran ciertas interrelaciones. El chiste es una formación lingüística que está íntimamente ligada con el mecanismo de la producción de placer. Para explicarlo, Freud ha de echar mano de los consabidos conceptos de lo inconciente, la libido, la censura o represión y el placer por el disparate, el cual parece ser un concepto que posee sus más profundas raíces en el placer de actuar para subsistir (cualquier acto humano en principio es bueno y placentero, pues es manifestación vital o sea, de satisfacción pulsional).
Sin embargo, Freud termina por dilucidar las fuentes del placer en el chiste de la siguiente manera: “(…) Al concluir estas elucidaciones sobre los procesos psíquicos del chiste en tanto se desenvuelven entre dos personas, podemos arrojar una mirada retrospectiva hacia el factor del ahorro, que desde nuestro primer esclarecimiento sobre la técnica del chiste entrevimos como sustantivo para su concepción psicológica. (…) lo sucinto y lacónico no es todavía chistoso. La brevedad del chiste es una brevedad particular; justamente, «chistosa». Es cierto que la originaria ganancia de placer que procuraba el juego con palabras y pensamientos procedía de un mero ahorro de gasto, pero con el desarrollo del juego hasta el chiste también la tendencia a la economía debió replantear sus metas, pues es claro que frente al gasto gigantesco de nuestra actividad de pensar perdería toda importancia lo que se ahorrara por usar las mismas palabras o evitar una nueva ensambladura de lo pensado. Podemos permitirnos comparar la economía psíquica con una empresa comercial. En esta, mientras el giro de negocios es exiguo, sin duda interesa que en total se gaste poco y los gastos de administración se restrinjan al máximo. La rentabilidad depende todavía del nivel absoluto del gasto. Luego, ya crecida la empresa, cede la significatividad de los gastos de administración; ya no interesa el nivel que alcance el monto del gasto con tal que el giro y las utilidades puedan aumentarse lo bastante. Ocuparse de refrenar el gasto de administrarla sería ocuparse de nimiedades, y aun una directa pérdida. Pero importaría un error suponer que, dada la magnitud absoluta del gasto, ya no queda espacio para la tendencia al ahorro. Ahora la mentalidad ahorrativa del dueño se volcará a los detalles y se sentirá satisfecha si puede proveer con costas menores a una función que antes las demandaba mayores, por pequeño que pudiera parecer ese ahorro en comparación al nivel total del gasto. De manera por entero semejante, también en nuestra complicada empresa psíquica el ahorro en los detalles sigue siendo una fuente de placer, como sucesos cotidianos nos lo pueden demostrar. Quien debía iluminar su habitación con una lámpara de gas y ahora instala luz eléctrica registrará un nítido sentimiento de placer al accionar la perilla, mientras permanezca vivo en él el recuerdo de los complejos manejos que se requerían para encender la lámpara de gas. Así también seguirán siendo una fuente de placer para nosotros los ahorros de gasto de inhibición psíquica que el chiste produce, aunque ellos sean ínfimos en comparación con el gasto psíquico total; en efecto, por ellos se ahorra un cierto gasto que estamos habituados a hacer y que también esta vez nos aprontábamos a realizar. El aspecto de ser esperado el gasto, un gasto para el cual uno se prepara, pasa inequívocamente al primer plano. (…) Así, con una mejor intelección de los procesos psíquicos del chiste, el factor del alivio remplaza al del ahorro. Es evidente que es aquel el que proporciona el mayor sentimiento de placer. El proceso sobrevenido en la primera persona del chiste produce placer por cancelación de una inhibición, rebaja del gasto local; sólo que no parece aquietarse hasta alcanzar el alivio general mediante la descarga por la mediación de la tercera persona interpolada.” (ibid, V.8. El chiste y su relación con lo inconciente. Parte sintética. Los motivos del chiste. El chiste como proceso social. 1905).
Nos interesa que se observe cómo Freud encuentra lo que se podría llamar como el “mecanismo de placer cotidiano”, en contraposición con un mecanismo de placer de índole sexual, y queremos volver a recalcar cómo el placer en el juego de palabras y pensamientos es el elemento que finalmente “activa” todo el resto de gasto placentero. Este recalque lo hacemos debido a que la psique humana la hemos de suponer cargada de tales juegos, por lo menos en un cierto nivel de lo inconciente, y en tanto sea así, suponemos que tales juegos y asociaciones en principio inconcientes son una manera cotidiana y permanente de la tramitación de pulsiones. Finalmente, queremos llegar a la conclusión de que este gasto de tipo placentero, si bien es muy apreciado por los seres humanos y natural de su estructura y funcionamiento psíquico, no siempre le es accesible. Freud observa tales aprecio e inaccesibilidad, así: “(…) Aunque el trabajo del chiste es un excelente camino para ganar placer desde los procesos psíquicos, harto se ve que no todos los seres humanos son capaces en igual manera de valerse de este medio. El trabajo del chiste no está a disposición de todos, y en generosa medida sólo de poquísimas personas, (…) Por lo tanto, en las cabezas graciosas hemos de presuponer particulares disposiciones o condiciones psíquicas que permitan o favorezcan el trabajo del chiste.” (ibid, V.8. El chiste y su relación con lo inconciente. Parte sintética. Los motivos del chiste. El chiste como proceso social. 1905).
Ahora, este fenómeno del juego de palabras y pensamientos en lo inconciente compete plenamente al principio de placer. La psique siempre está en la búsqueda del reposo, pero el pulsionar de Eros y destrucción le proporcionan elevamientos de potenciales energéticos cuyo alivio efectivo motiva sensaciones placenteras en tanto conducen a una aproximación al estado de reposo ideal. Volviendo a un tema discutido hace algunos párrafos, podemos deducir que si la actividad sublimada es también una compensación de las pulsiones inconcientes, podemos entonces asignarle a estas actividades un monto de placer, no sexual, pero sí relacionado en su calidad con el placer proporcionado por el chiste, la chanza e incluso el juego de palabras. Pero aún queremos identificar una interrelación conceptual en este sentido. Hemos establecido que la psique humana ha logrado un nivel evolutivo muy conveniente y destacado para el ser humano en la naturaleza, básicamente gracias a la versatilidad mostrada por lo psíquico, para asimilar los cambios en el medio ambiente. Sabemos que no todas las especies animales han podido aprovechar tal versatilidad, pues la evolución y su proceso de selección natural las dotó, en su momento, de armas y de una constitución fisiológica y anatómica muy apropiadas para su respectiva subsistencia.
Es tal versatilidad la que, de acuerdo con nuestros desarrollos anteriores, nos sentimos con el derecho de denominar facultad pedagógica o de aprendizaje . Y es con esta facultad pedagógica con la cual pensamos que se han de relacionar unos montos de placer, por lo menos en virtud de ser el aprendizaje una actividad humana como cualquier otra. Aprender es -y esperamos que finalmente se haya entendido así- evolucionar. Podemos asimilar que, igualmente, lo que llamamos “interés” en cuanto al aprendizaje, esté muy relacionado con lo que hemos llamado “el mecanismo del placer cotidiano”, sobre todo si pensamos que la evolución psíquica parte de la premisa del aprendizaje. Los montos de placer logrados por la psique en la actividad sublimada, son los que finalmente parecen entonces determinar la valoración de tales tareas o actividades humanas. Hemos de considerar la valoración como un sentimiento subjetivo, relacionado con una sensación proveniente del exterior, que posee a su vez la cualidad de poder identificarse con sensaciones provenientes del interior psíquico, y que igualmente terminan por percibirse en el yo. El modo en que las sensaciones externas logran, de una manera cualitativa, armonizar o resonar mejor con las sensaciones internas, tendrá una correspondencia en los montos de placer percibidos por el yo. Estos montos de placer cotidiano, originados en la actividad inconciente humana, son los verdaderos generadores de valor, de los actos y obras humanas. Así, en principio, la economía mide básicamente la capacidad de goce de las personas.