lunes, 31 de marzo de 2008

5. EL RECURSO PSÍQUICO.

La realidad es una, muy seguramente y gracias a nuestro convencimiento del principio de la causalidad, lo consideramos así. Pero la percepción de la misma, no. Cada ser humano posee una cierta percepción de la realidad que lo circunda, de su medio ambiente, percepción que varía, de hecho, de una a otra persona, pero que además, puede variar de momento a momento, en una misma persona. Desde los conceptos que desarrolla Freud se explica esta variabilidad: “(…) Yo no sé si a los deseos inconcientes hay que reconocerles realidad; a todos los pensamientos intermedios y de transición, desde luego, hay que negársela. Y si ya estamos frente a los deseos inconcientes en su expresión última y más verdadera, es preciso aclarar que la realidad psíquica es una forma particular de existencia que no debe confundirse con la realidad material. No parece entonces justificado que los hombres se muestren renuentes a tomar sobre sí la responsabilidad por el carácter inmoral de sus sueños (…)” (Obras Completas, Op. Cit., V.5. La interpretación de los sueños. Sobre la psicología de los procesos oníricos. Lo inconciente y la conciencia. La realidad. 1.900). En esta cita Freud no parece considerar variabilidad en la realidad psíquica del ser humano “normal”. Es claro que bajo sus desarrollos, la realidad psíquica del neurótico cambia luego de pasar por el tratamiento psicoanalítico, aproximándose a la realidad objetiva. Pero hay que considerar tal variabilidad de lo real psíquico -nuestra percepción de lo real-, en el tiempo, para los seres humanos “normales”, que justifique el cotidiano proceso de aprendizaje.
Por eso, en otro lugar del mismo texto citado, encontramos: “(…) Es preciso revertir la sobrestimación por la propiedad «conciencia»; es este un requisito indispensable para cualquier intelección correcta del origen de lo psíquico. Lo inconciente, según la expresión de Lipps [1897, págs. 146-7], tiene que suponerse como una base universal de la vida psíquica. Lo inconciente es el círculo más vasto, que incluye en sí al círculo más pequeño de lo conciente; todo lo conciente tiene una etapa previa inconciente, mientras que lo inconciente puede persistir en esa etapa y, no obstante, reclamar para sí el valor íntegro de una operación psíquica. Lo inconciente es lo psíquico verdaderamente real, nos es tan desconocido en su naturaleza interna como lo real del mundo exterior, y nos es dado por los datos de la conciencia de manera tan incompleta como lo es el mundo exterior por las indicaciones de nuestros órganos sensoriales (…)” (ibid, V.5. La interpretación de los sueños. Sobre la psicología de los procesos oníricos. Lo inconciente y la conciencia. La realidad. 1.900). Tal ubicación de lo conciente como un proceso que es incompleto en la aprehensión de la realidad, nos remite a la posibilidad de que es posible mejorar tal percepción. Para nosotros tal posibilidad de mejora, siempre desde la posibilidad más próxima para la subsistencia humana, se tramita a través del aprendizaje. Y el aprendizaje es la manera en que el yo logra mejorar el rendimiento psíquico general para el trámite pulsional, tanto primario como secundario.
Pensamos que lo que en un principio ha sido un referente equivocado de Darwin, se convierte de hecho en una de las bases filosóficas de la investigación. La inferioridad o superioridad en la escala evolutiva, referida al ser humano como especie, nos lleva a un antropocentrismo del cual será muy difícil despojarnos, pues la evolución misma nos obliga a buscar de manera preferente nuestra propia subsistencia. Podemos buscar, tal como lo hace Darwin, la superioridad o inferioridad de otra persona u otra comunidad externa a la nuestra bajo cualquier criterio. Pero es claro que el concepto de superioridad o inferioridad referido a los seres humanos únicamente, posee una alta connotación de lucha sexual y sólo así debemos entenderlo, en tanto nos remite a los conceptos de dominio y mando, generados por la superioridad o inferioridad en el atractivo sexual.
La evolución psíquica del ser humano fortalece el criterio de responsabilidad el cual es mucho más estricto que para las demás especies, lo cual ha evitado hasta el momento nuestra auto aniquilación. Ya Freud comprueba esto al analizar el caso del universal mandamiento “no matarás” en su texto de Tótem y Tabú. Pero el desarrollo de la psique en el ser humano ha implicado igualmente el desarrollo de su capacidad para el manejo de los afectos, los cuales están basados en el mecanismo de identificación-trasferencia, con otros seres humanos de diferentes comunidades, con otras especies vivientes y casi con cualquier objeto imaginable, natural, artificial o imaginarios. Así, lo que debería percibirse como una confrontación suicida y de exterminio de la especie, termina siendo una confrontación, virtual, de la capacidad de aprendizaje de la psique entre los seres humanos. Un desafío por la diferenciación psíquica y la capacidad pedagógica.
-- La actividad de tipo psíquico frente a la actividad de tipo físico, y el criterio de perfeccionamiento entre los oficios gremiales que se mercadean.
Si consideramos como “especie” a determinado tipo de individuos, todo un gremio de ellos, habremos automáticamente determinado para ellos un lugar dado en la economía humana, por ejemplo, los médicos, los ingenieros, los militares, etc. Cuando en un conjunto gremial no se logra una diferenciación importante entre los individuos que lo componen, la competencia se agudiza, con todas las consecuencias que se derivan de este hecho, es decir, el incremento de la oferta y el por lo menos correspondiente deterioro de la demanda. La disminución en los ingresos o en la generación de recursos para la subsistencia, es un factor notorio en estas circunstancias. También podríamos considerar como “especie” a una determinada comunidad, localizada en cierta zona geográfica, y que muestra una cierta fortaleza o factor diferenciador con respecto a otras comunidades. Esta comunidad también poseería un cierto lugar en la economía humana. Similarmente, si el factor diferenciador tiende a desaparecer, se agudiza la competencia.
Tal como se observa en las especies en la naturaleza, es posible encontrar entre los seres humanos, algunos cuyo refinamiento, fortaleza y complejidad psíquicas es mayor que el de otros, de acuerdo con las “condiciones tanto biológicas como inanimadas” a que estén sometidos. Este tipo de personas se destaca no sólo porque ejerce su oficio de una manera destacada por su eficiencia y su capacidad para diferenciarse, si no porque gracias a ello, y a un desigual desarrollo psíquico entre sus colegas, logra erigirse como un líder más o menos visible de su gremio o de su comunidad. Puede esto considerarse como una verdadera prueba, de que el desarrollo psíquico humano ha estado apalancado por la selección natural y sexual, pues esta capacidad de liderazgo, está ampliamente soportada por el infaltable criterio de la superioridad psíquica.
De todas maneras, como dice Darwin, cualquier especie animal superior está mucho más alejada en cuanto a capacidad y fortaleza psíquica del ser humano más primitivo que se pueda encontrar, que lo que puede estar este de cualquier ciudadano actual. Así, los lugares ocupados en la economía por los hombres, se diversifican con gran rapidez, por la gran versatilidad o capacidad de cambio -aprendizaje-, de nuestro aparato psíquico. En tanto las personas son concientes de los lugares que “naturalmente” están ocupando, inmediatamente están aspirando a un mejor lugar casi siempre de tipo virtual e ilusorio. Sería este el papel del superyó psíquico.
Pero para el ser humano, el darse cuenta de que se ocupa un lugar inferior en la escala económica de su comunidad, no es motivo suficiente para remediar o mejorar la situación. Los medios que posee para lograr su superación en la economía podrían ser muchos, pero en esencia constan de una combinación simple: los actos con poca participación de su yo psíquico, y los actos “más pensados”, con gran participación de su yo psíquico. La psique en el ser humano, en particular el inconciente, ha de reconocerse como una entidad “con vida propia”, que de alguna manera ha de domeñarse por el yo, con mayor capacidad de conciencia, juicio y dominio. Tal es la conclusión de Freud al respecto. La sensación de tener un ente psíquico inquieto y punzante, que pretende saltarse a la menor oportunidad la normatividad instaurada por milenios de adquisiciones culturales, no puede conducir a una conclusión muy lejana a la propuesta por Freud. Así, siempre gana más en la economía aquella persona que logra un mayor dominio de su aparato psíquico, a través de un particular esfuerzo de su yo.
-- El problema de la pobreza referido a la evolución psíquica.
Cuando los intelectuales de todos los tiempos logran, gracias a su posición libre pensadora, observar a distancia el fenómeno de la pobreza, no les puede parecer más que algo aterrador. El problema de la pobreza, largamente analizado por muchos pensadores, posee una característica tan anti-ética, que el ser humano apenas logra comprender. Cuando las comunidades más sencillas vivían de manera más aislada, el problema tal vez no era tan patente ni dramático, como cuando estas comunidades se van insertando en un orden económico y social mayor. Ya hemos hablado que una de las principales consecuencias de la evolución psíquica humana fue la conformación de agrupaciones o comunidades cada vez más grandes y, por lo tanto, que exigían de una mayor especialización en las labores, por parte de todos sus miembros. Con el crecimiento de las sociedades y la especialización, el problema de la desigualdad ha ido quedando cada vez más al descubierto. En tanto las sociedades crecen y logran avances tecnológicos para la mejora de las condiciones de vida de las personas, aquellas personas que no gozan de una cierta cantidad de tales comodidades, son miradas y se miran a sí mismas, como menos favorecidas.
Estas personas, como se dijo anteriormente, poseen usualmente, una labor con un alto componente de trabajo físico de baja exigencia en entrenamiento. Igualmente, son bastante numerosas. Este trabajo físico basto, sustenta de alguna manera aquellos que realizan un trabajo más intelectual y administrativo, siempre menos numerosos, pero que son necesarios para direccionar el trabajo físico. Sin embargo, la tendencia normal es que el trabajo físico basto sea reemplazado cada vez más, en mayor medida, por el recurso tecnológico. Así, aquellos que poseen el trabajo físico como base de sus sustento, tienden a ser cada vez más, subvalorados, con el agravante de que la falta del adiestramiento mental, no le permite desarrollar las importantes habilidades de su aparato psíquico, definitivas para acceder a mejores lugares en la economía. Tal el caso ya mencionado de la experiencia marxista.
Es como poco a poco y cada vez más aceleradamente, se ha construido, por parte de la humanidad, una pirámide en cuya base se encuentra un gran número de personas que realizan un esfuerzo físico basto, generalmente de poco valor. En la cúspide de tal pirámide, se encuentran unas pocas personas con gran capacidad y fortaleza psíquica, altamente valorada. Ajustaríamos mejor esta imagen piramidal para convertirla en una campana de Gauss, propia de la estadística de distribuciones normales, comunes en el ámbito de la sociología. Así, con el paso de los tiempos, se observa que los ricos y afortunados son cada vez más ricos y afortunados, mientras que los pobres son cada vez más numerosos y más pobres. Es un estiramiento hacia arriba de la campana de Gauss y una ampliación de su base.
No estamos violentando la dignidad de ninguna persona, si queremos establecer como causa primera de los comportamientos humanos, una situación enteramente construida por el devenir natural de lo evolutivo. Pero este estudio no parece darnos otra salida. Si miramos objetivamente los problemas que nos hemos planteado, podemos encontrar que lo que ponemos en perspectiva, es la posibilidad misma de la subsistencia humana en el largo plazo. El desarrollo de nuestra psique nos ha dado la posibilidad, pero también una esperanza, de haber manipulado hasta cierto punto las fuerzas naturales -nuestro propio inconciente, en primer lugar- a nuestra conveniencia, y, correspondientemente, la posibilidad de seguir haciéndolo cada vez más eficientemente, en el futuro. Para subsistir como individuos y como especie, el ser humano entiende que esta es una premisa. Cuando nos trazamos en la introducción de este texto el objetivo de perseguir las causas de la pobreza humana, encontramos que es eso precisamente lo que deseamos: hallar un camino cierto para manipular con mayor eficiencia, las fuerzas naturales que más influyen en la posibilidad de subsistencia del ser humano: las pulsiones de su propia psique.
-- Lo pedagógico como concepto de perfeccionamiento psíquico.
La direccionalidad evolutiva posee una tendencia a extinguir las formas menos perfeccionadas en pro de las más complejas, cuando se trata de especies muy próximas, que competitivamente se enfrentan muy cotidianamente. Si esta tendencia se traslada a la situación humana, es comprensible la tendencia mundial en la distribución de la riqueza. Sólo que esta misma direccionalidad, aporta un elemento estético y de goce en la exigencia pedagógica, de ampliación de la cobertura social, con lo cual el ser humano, se vuelve cada vez más intolerante a la extinción de comunidades enteras, así como a la extinción de las especies animales y vegetales. Tal intolerancia invierte entonces el deseo de extinción para con los menos aventajados o afortunados, en un deseo de absorción de los mismos. Es decir, aquellos aventajados seres humanos se ven forzados a exigirse aún más en su capacidad pedagógica. No se puede negar sin embargo, la existencia de ser toda una paradoja productiva: mientras tales afortunados seres humanos no logren mejorar efectivamente su capacidad pedagógica, habrán de relacionarse más estrechamente con el cargoso factor de la mano de obra.
Esta forma de ver la direccionalidad evolutiva, no puede dejar de proporcionarnos un parte de tranquilidad, pues siendo innumerables las injusticias de la naturaleza por no poder dotar a todos los seres con las mismas facultades y fortalezas, nos da una luz de esperanza, sabiendo que la lucha por la subsistencia no es de tipo físico, de recursos económicos, si no esencialmente, psíquico y que en tal lucha, el elemento de goce y estético en lo pedagógico, es predominante. Como dijimos antes, lo físico o anatómico, tal como nos lo proporciona la naturaleza, es mucho más difícil de cambiar empleando en ello solamente nuestra voluntad, que lo que logramos hacer con el recurso psíquico, y su capacidad de aprendizaje o de cambio. El fortalecimiento psíquico, a la vez que catapulta literalmente al ser humano como especie dominante en el planeta, lo carga de una gran responsabilidad no solamente con su entorno ecológico, si no también con su entorno social. Tal responsabilidad, siempre dentro del parámetro de la subsistencia del ser humano como individuo y como especie. En tal sentido cabe preguntarse por el criterio de utilidad real de los recursos específicos empleados y construidos, tanto por su cantidad como calidad.
Es por esto que, de acuerdo con un criterio de perfeccionamiento en el cual lo psíquico posee la premisa básica, habremos de hacer corresponder tal criterio, con lo pedagógico, pues no conocemos otro proceso por el cual nuestro aparato psíquico logre desarrollar cada vez más, mejores destrezas para la subsistencia humana, tanto a nivel individual como colectivo. Si, tal como lo declaran los fisiólogos de Darwin, el perfeccionamiento orgánico va de la mano con la especialización de funciones, pensamos que podemos encontrar en las actividades de negocios tal dirección. Consideremos el factor integración vertical como séptimo modificador importante de la rentabilidad en las empresas, de acuerdo con Taylor: “(…) La idea general es que mientras más controle el canal de distribución, desde las materias primas hasta el consumidor final, existe una mayor probabilidad de ser rentable (…) en un mercado maduro, de lento crecimiento (…)” (Taylor, op. Cit., p.23). La integración vertical eficiente, implica una empresa que posee dependencias bien definidas en el diseño, la producción, y la comercialización de un producto o servicio, de tal manera que cada dependencia hace las cosas cada vez con mayor eficiencia y especialización, pero conservando siempre un objetivo y programa de trabajo común, que no les permite desmembrarse. Un concepto muy similar al que Darwin se adhiere en primera instancia, para categorizar los organismos más desarrollados.
Conclusiones.
De acuerdo con los argumentos presentados, consideramos como un hecho, el que la actividad mercantil humana es un fenómeno humano resultado de la evolución. Pero la actividad mercantil es a su vez, la evolución misma. La evolución en los seres humanos ha estado determinada por la selección natural, la selección sexual y el desarrollo psíquico, cada uno de estos fenómenos, soportado por y consecuencia del anterior. Así, es posible siempre identificar en los principios del mercado, los mismos principios de la selección natural. Será un punto básico en los posteriores desarrollos de nuestro texto, el acudir a los paralelos selección natural - mercadeo.
* * *
La adquisición de recursos para la subsistencia, es una actividad que está múltiplemente determinada en términos económicos, en el ser humano. El dar como un indicador el monto en moneda del patrimonio de una persona, no dice nada acerca de cómo se ha conseguido aquél patrimonio, ni cuáles son sus componentes esenciales, ni cuáles han sido las motivaciones de aquella persona para tal consecución de recursos. Ahora, la riqueza como tal, en el sentido de patrimonio material, es uno de los principales recursos que poseen las personas, para sortear los problemas que cotidianamente surgen en la labor de subsistencia. Los otros recursos, serían, a nuestro parecer, el recurso anatómico-fisiológico y, como principal y más determinante, el recurso psíquico.
Los seres humanos, y los seres vivos, a partir del primer momento que llegan al mundo, al nacer, deben trabajar, realizar una cierta labor para subsistir. Tal labor, en principio, posee un carácter fisiológico, obedeciendo a un cierto “automatismo” construido a través de los sucesivos periodos evolutivos. Pero para el caso de los seres humanos, la labor de subsistencia, aunque posee cada vez más un carácter conciente y voluntario, obedece siempre al principio fisiológico evolutivo: permanecer con vida durante más tiempo. Los bebés, succionan la leche materna, como su recurso material. Pero sabemos que este sustento debe estar acompañado, invariablemente, de afecto. Se podría percibir alguna relación entre aquella relación de afecto primero, con el provecho que el infante saca del recurso de la lactancia? Pensamos que debe ser así.
La relación entre el recurso material para la subsistencia y el afecto que se intercambia para su obtención, no es privativa de una edad o etapa de crecimiento. Esa relación se puede observar durante todas las etapas de la vida humana, sólo que, en virtud de la simplificación necesaria de las situaciones cuando el ser humano es niño, esa relación afecto - recurso material es más visible. Sabemos que es esta la manera de manifestarse las pulsiones básicas, Eros y destrucción, pero es el momento de admitir que entre ambas pulsiones hay una relación en la cual prima Eros por sobre destrucción, si pensamos en el desarrollo evolutivo de la vida. Destrucción, para nosotros también “intercambio” o equivalencia materia - energía, existe gracias a la pulsión -que en este caso podría ir con mayúscula inicial- de agregación de las partículas o de los quarks y cuantos de energía. Aunque es un tema más apropiado para las ciencias físicas, no podemos menos que admitir que las partículas subatómicas poseen propiedades tales, que las impulsan a unirse y formar agregados sinérgicos que hemos llamado átomos bajo ciertas circunstancias, moléculas en otras circunstancias, estructuras minerales en otras, macromoléculas, tejidos, etc.
Tal prelación de Eros sobre el intercambio energético -pulsión destrucción- también se manifiesta, como sería lógico pensarlo, en los seres vivos, pero en el ser humano el mecanismo psíquico dilucidado por Freud es un fiel representante de tal situación. Es muy frecuente observar entre las personas cómo los impulsos libidinales, enteramente asociados a Eros, terminan en muchas ocasiones por primar por sobre los impulsos de intercambio. El alimento, la respiración, las funciones vitales terminan por ser controladas a través de manifestaciones cuyo origen es libidinal, y que hemos llamado de manera más cotidiana como manifestaciones de afectos. La estructura psíquica humana está constituida de una manera muy compleja, y tal complejidad es la que termina por modificar, como un verdadero logro, los fines pulsionales más primitivos, en fines pulsionales apropiados para nuestra subsistencia, en nuestra realidad actual, pero compleja y siempre cambiante.
Lo que para Darwin era “medio ambiente cambiante”, en Freud se convierte en una realidad con posibilidad de cambio por la propia voluntad. Una de las mayores complejidades psíquicas humanas se basa en la elaboración pulsional que debe hacer el niño cuando entra en la edad típica de manifestación del complejo de Edipo. Es del dominio público que en virtud de tal complejo, no hay porqué encarecer la importancia de los padres en las representaciones y cargas afectivas que terminan por moverse cotidianamente en la tarea de la subsistencia humana. Pero son estas las que para cualquier recurso material en particular, proporcionan la idea de valor. El recurso material, por sí solo, no es significativo ni posee un valor. Este valor específico está dado por la relación que en la psique de cada persona, posee aquél recurso concreto con respecto a una situación afectiva. El recurso material, por lo tanto, posee, en su base, una valoración totalmente relativa y es aquí en donde entra a jugar su papel la cultura. Podemos para nuestros efectos, ver la cultura como una herencia y, en ese sentido, debemos darle un peso afectivo de gran importancia, como una representación idealizada de las herencias paternas, conformando el superyó psíquico. Así, la cultura “pone de acuerdo” a los seres humanos en ciertas pautas de comportamiento y de valores, dando un cierto “piso” a aquella relatividad en los afectos.

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