lunes, 31 de marzo de 2008

10. EL VALOR DE LOS SUEÑOS CONCRETOS.

Actuar en pos de un sueño, es nuestro principio de ética. El sueño implica la realización de un deseo, pero cuya aprobación social es completa. Las escuelas de emprendimiento empresarial hablan de visión, concepto que para nosotros se identifica con la declaración verbalizada de ese sueño. Pero el individuo que inicia el proceso de concreción de su o sus sueños, no sabe a ciencia cierta cuál es su impulso. Taylor cita varias declaraciones de “misión” empresariales, cuya profundidad y variabilidad no puede uno comparar con los impresionantes resultados económicos de los negocios correspondientes y la variada manera en que los logran. (Taylor, Op. Cit., pps. 156 a 167). Contar un sueño, puede resultar casi ridículo, como un chiste mal contado. Contar o escribir una visión empresarial es algo muy equivalente, pues las palabras no siempre “alcanzan” la significaciones de lo imaginado, o simplemente, no tenemos aún nada concreto para contar. Porque los deseos están ligados a la acción, no a su descripción en palabras. Las palabras son utilizadas como una herramienta que finalmente es tan efectiva como cualquier otra acción que ejecute el individuo. Las palabras y los actos resuelven las dificultades propias del material y los recursos con los que se trabaja. Un problema se declara y se delimita con cierta facilidad, un sueño no posee la misma facilidad y lo que realmente pone en funcionamiento la concreción de un deseo es la capacidad del yo para el trámite pulsional.
La obra realizada “habla” por sí misma. El negocio “habla” en términos monetarios, es su lenguaje más fiel, pero aquello que lo origina y pone en movimiento es lo que le confiere su valor en cada momento. El trabajo o el actuar de una o más personas en la producción de bienes y servicios es el verdadero valor de una empresa. En esto sabemos que coincidimos con la gran mayoría de las escuelas de negocios y mercadeo. Por eso el trabajo “creativo” -de exigencia psíquica- es muy bien remunerado, mientras que el trabajo “repetitivo” -de exigencia fisiológica o de habilidad mental- es apenas tolerado. Pero solamente logra ser “valedero” un trabajo creativo original cuando viene sustentado por un yo que percibe y actúa muy efectivamente frente a la realidad y sus cambios. Tal trabajo creativo confiere gran valor al producto final, pues tiende a reemplazar siempre el trabajo repetitivo de muchas horas-hombre. Hemos evitado conceptualizar sobre lo creativo, pero encontramos que se trata de una cualidad del actuar humano en el cual se equilibra lo conocido y heredado, con la expresión individual. Condición viable únicamente en un yo psíquico que logra tramitar con gran efectividad el goce en lo pedagógico, a partir de lo pulsional libidinal.
Identificamos por eso la artesanía con la tecnología. La artesanía posee un sentido utilitario, su propio sentido primigenio. Sabemos que muchos artefactos que en calidad de “artesanías” adornan nuestros espacios cotidianos y museos tuvieron en principio una finalidad funcional y utilitaria muy específica. El “progreso” en lo artesanal lo podemos seguir con una línea muy clara que culmina en los actuales artefactos tecnológicos, cuyo valor estético parece restringido por su valor utilitario, pero que no logra ocultarse totalmente en este, pues lo estético -el goce en lo pedagógico o aprendizaje, e idéntico ahora con lo ético-, es precisamente lo que se valora en cualquier obra humana. Lo científico es la mejor expresión de la construcción cultural, lo artístico, la mejor expresión de la individualidad, la artesanía, la mejor expresión de la lucha por la existencia.
La expresión económica monetaria como prueba del éxito relativo en la subsistencia, es una expresión formulada bajo ciertos parámetros. Tal vez el comportamiento humano deba derivar hacia otro devenir diferente de la consecución de recursos para la subsistencia. Entendemos que la mejor dirección para el ser humano es el bienestar psíquico y físico. Mientras nuestro cuerpo o soma nos “exija” ciertos requerimientos, nuestra psique funcionará en su procura más inmediata. Pero si el devenir evolutivo le concede a la psique aquella prelación de que hemos hablado en los primeros apartados de este escrito, el devenir promete un menor esfuerzo en la consecución de recursos físicos y un mayor empleo de libido en lo trasferencial. Comunidades más fuertes, solidarias y sinérgicas, para enfrentar con mayor garantía de éxito los desafíos cada vez más complejos que encontramos en la naturaleza. Productos y servicios de mayor valor y altamente diferenciados que poseen un alta participación en la sinergia social. Una mayor expansión y garantía de subsistencia de nuestra especie.

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