lunes, 31 de marzo de 2008

4. LA DIRECCIONALIDAD EVOLUTIVA (el grado a que tiende a progresar la organización).

Es uno de los que hemos llamado factores concomitantes, que aunque presenta alguna complejidad conceptual, es fundamental para nuestros posteriores desarrollos. No es fácil decir, simplemente, que la evolución de las especies está direccionada de tal manera que va desde organismos menos perfeccionados, hasta organismos más perfeccionados. Esto, principalmente, por que vemos que en la actualidad coexisten diversidad de especies que, pudiéramos decir, representan de alguna manera estadios evolutivos antiguos de las especies actuales. Veamos cómo Darwin define tal parámetro y cómo enfrenta sus dificultades.
“La selección natural actúa únicamente mediante la conservación y acumulación de variaciones que sean beneficiosas en las condiciones orgánicas e inorgánicas a que cada ser está sometido en todos los períodos de su vida. El resultado final es que todo ser es proclive a perfeccionarse cada vez más en relación con sus condiciones. Este perfeccionamiento lleva consecuentemente al progreso gradual de la organización asunto bastante complejo, pues los naturalistas no han definido a satisfacción de todos lo que se entiende por progreso en la organización.” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.116).
A pesar de esto, Darwin se aventura con una definición: “(…) Si tomamos como tipo de organización superior la intensidad de diferenciación y la especialización de los diferentes órganos en cada ser cuando es adulto, esto comprenderá el progreso del cerebro para fines intelectuales, y la selección natural encamina con seguridad hacia este tipo, pues todos los fisiólogos admiten que la especialización de los órganos, por cuanto que en este estado realizan mejor sus funciones, es una ventaja para todo ser y, por lo tanto, la acumulación de variaciones que tiendan a la especialización está dentro del radio de acción de la selección natural (…)” (ibid, p.117). “Entre los vertebrados es inevitable la actuación del grado de inteligencia y el acercamiento a la estructura del hombre (…) El tipo de comparación de von Baer parece el mejor y el más ampliamente aplicable: trata sobre el grado de diferenciación de las partes de un mismo ser orgánico, en estado adulto, me inclinaría a añadir yo, y su especialización para funciones diferentes, o según lo expresa Milne Edwards, en el perfeccionamiento de la división del trabajo fisiológico.” (ibid, p.116).
Vale la pena destacar de esta cita, que se sobreentiende que el perfeccionamiento o progreso de la organización, se hace desde el punto de vista de la vida y, así mismo, se sobreentiende que el factor tiempo entra a formar parte fundamental del concepto “vida”. El que un organismo en determinadas circunstancias, logre predominar sobre otro, asegura en algo la prolongación de su existencia en el tiempo, y en ese sentido, se debe entender que la vida posee un objetivo claro de mayor permanencia. Igualmente, se puede dar ese objetivo a los cuerpo inertes, pero encontramos una diferencia esencial en la posibilidad de los seres vivos de transformarse con mayor rapidez que los seres inertes. Tal rapidez en la transformación, implica que la rapidez en el cambio de las condiciones naturales es cada vez mayor. Se puede empezar a entender con esto el que hayamos identificado, en nuestra introducción, un “ente energético” para los cuerpos inorgánicos y un “ente psíquico” correspondiente para los seres vivientes. La psique u organización energética correspondiente en los seres vivientes, la podemos definir como más eficiente con respecto al tiempo. Tal efectividad posee una contraparte en vulnerabilidad y en el tamaño másico, pues los cuerpos inertes son mucho menos vulnerables -no se desintegran tan fácilmente-, y son de mucho mayor tamaño y masa.
En cuanto al concepto de direccionalidad en el devenir evolutivo, Darwin pone como parangón al ser humano entre los vertebrados, y no puede dejar de aceptar que el principal motivo de predominio se encuentra en la evolución de su comportamiento y psique en general. De hecho, emplea varios capítulos de El Origen del Hombre para mostrar cómo diversas facultades mentales en el ser humano, provienen de la evolución de estos caracteres desde especies próximas, pero más simples.
Más adelante, Darwin ataca la principal y más obvia objeción a la teoría del perfeccionamiento orgánico: “(…) Según nuestra teoría, la existencia de organismos inferiores no da problema alguno, ya que la selección natural, o la supervivencia de los más adecuados no lleva consigo necesariamente un desarrollo progresivo; sólo saca provecho de las variaciones mientras van apareciendo y son beneficiosas para cada ser en sus complejas relaciones vitales (…)” (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.117). “(…) suponer que la mayoría de las formas inferiores que hoy existen no han progresado en lo más mínimo desde la primera aurora de la vida, sería muy arriesgado (…)” (ibid, p.118). “(…) Por último creo que por distintas causas coexisten actualmente en el mundo, muchas formas de organización muy inferior (…) Pero la causa principal está en el hecho de que, en condiciones muy simples de vida, una organización elevada no sería de ninguna utilidad; seguramente sería un positivo perjuicio, por ser de naturaleza más delicada y más susceptible de descomponerse y ser destruida”. (ibid, pps.118 y 119). Así, Darwin finalmente ha de reconocer que la evolución de las especies vivientes, a través de la selección natural, implica necesariamente, un desarrollo de las mismas, que no necesariamente se ha de traducir en mayor complejidad orgánica del individuo, pero sí en una mayor complejidad en el entramado de la economía natural.
A pesar de esto, Darwin no puede dejar de referirse al concepto de perfeccionamiento a lo largo del resto de sus estudios sobre la evolución de las especies y del hombre. De manera persistente, Darwin utiliza el término de organismos inferiores o especies inferiores, para referirse a las especies menos evolucionadas o que estarían por debajo de la escala evolutiva natural. Sabemos que tal hecho, en apariencia inocente, no dejó de tener consecuencias funestas para el caso de los seres humanos. En algunos periodos de la historia humana, muchos pueblos sufrieron despojos y torturas en razón de considerarse “inferiores” por otros, en aquel sentido.
La fortaleza de especies que aparentemente están muy por debajo de la escala evolutiva, es una paradoja de la que aún tenemos que aprender algo. Tales especies, por ejemplo insectos o bacterias, poseen en la actualidad un lugar muy bien establecido en la economía natural, es decir, en el equilibrio ecológico terrestre. La presencia de un número cada vez mayor seres humanos plantea de hecho aquel desequilibrio “natural” que hemos hablado con respecto a las demás especies, igualmente en aumento. Habremos de comprobar sin embargo, que a mayor desarrollo psíquico, hay una mayor responsabilidad de los individuos, como parte de una comunidad y como representantes de una especie. El ser humano es de hecho mucho más conciente y responsable por sus actos que cualquiera otra de las especies vivientes, y por eso tiene como responsabilidad para consigo mismo, la construcción de un equilibrio dinámico de recursos, que permitan la subsistencia de nuestra especie, cada vez más numerosa y exigente.
Pero entendemos porqué Darwin insiste, a lo largo de sus escritos, en el empleo del concepto “inferioridad” de las especies animales con respecto al hombre, e “inferioridad” de ciertos seres humanos con respecto a otros. Es claro sobre todo en los primeros dos capítulos de El Origen del Hombre (Op. Cit., p.1 y 28), pero es un concepto que se percibe fácilmente a lo largo de todo el resto del texto. Se trata de la concepción antropocéntrica, que Darwin no logra esquivar y que nuestro discurso refuerza. Sólo que este antropocentrismo se fundamenta en el hecho de reconocer al ser humano como una especie que busca siempre más elementos de realidad para su lucha por subsistir, como cualquier otra especie en el universo. Consideramos el desarrollo psíquico como el mejor elemento a favor de la especie humana, el elemento que logra cambiar radicalmente la posición del ser humano en la economía natural en un “tiempo récord” y por eso mismo, el ser humano percibe que la evolución natural de las demás especies parece estática en muchos casos.
Esperamos ahora, que se entienda porqué sí aceptamos algo que Sigmund Freud, en el desarrollo que realiza acerca de las pulsiones en el devenir humano, no acepta. Se trata de un factor de perfeccionamiento, que nosotros deberemos asignar a la pulsión Eros: “(…) A muchos de nosotros quizá nos resulte difícil renunciar a la creencia de que en el ser humano habita una pulsión de perfeccionamiento que lo ha llevado hasta su actual nivel de rendimiento espiritual y de sublimación ética, y que, es lícito esperarlo, velará por la trasformación del hombre en superhombre. Sólo que yo no creo en una pulsión interior de esa índole, y no veo ningún camino que permitiría preservar esa consoladora ilusión.” (Obras Completas, Op. Cit., V.18. Más allá del principio de placer, cap.V,1920). El placer psíquico, puede considerarse totalmente ilusorio o virtual, pero para el yo, es claro que debe existir. Si no fuera así, pensamos de manera determinante que el ser humano no hubiera logrado subsistir en sus primeras etapas evolutivas, cuando el esfuerzo obligado por derivar -sublimar en algo- sus pulsiones primarias, le requería encontrar otros caminos para el actuar, diverso de la posesión sexual, pues de ello dependí su supervivencia. Los caminos diversos -la caza, la agricultura, la artesanía, etc- debieron señalar caminos de destino pulsional secundario, pero que de alguna manera hubieron de generar placer, en tanto no podían ocultar su origen primero. Sólo una visión antropocentrista y positivista como la nuestra podría permitirse tal aseveración.
Va nuestro argumento final: el concepto del azar en la naturaleza es tan aceptable, como aceptables sean el azar las propiedades de las cargas energéticas de las partículas subatómicas, aquellos pequeños ladrillos del universo conocido. Si estas partículas muestran un comportamiento, a nuestro modo de ver, complejo, pero de algún modo clasificable, podemos deducir que, en cuanto a variedad de propiedades, estas partículas son un azar, pero, en cuanto a posibilidad clasificatoria, poseen un cierto ordenamiento. Las partículas subatómicas están implícitas en toda la interacción de materia y energía. Sabemos que es esta interacción la que, tanto a nivel macro como micro, pone en marcha los sucesos que, ahora, tienen como consecuencia unas estructuras vivas en nuestro planeta. Así, estas partículas-ladrillos son “responsables” de la organización molecular y macromolecular, así como de la constitución de los unicelulares y los pluricelulares, de una reproducción preferencial por la unión de dos sexos en los organismos más complejos, además de la consolidación de un ente psíquico directriz para cada cuerpo viviente. Una “construcción” tal, que, como lo observaba Darwin, posee una tendencia hacia lo complejo y que, al modo de ver humano, es cada vez más exigente para con los seres vivos en cuanto a sus posibilidades de subsistencia, puede considerarse “direccionada” hacia lo perfecto? La respuesta más acertada para nosotros es un “sí”, tratándose del destino humano. Sería un completo interrogante, tal vez un “no”, tratándose de cualquier otro ente de la naturaleza.
Darwin y gran cantidad de naturalistas están de acuerdo en que es el ser humano el organismo viviente más acabado y complejo sobre la Tierra. Es otro argumento más, a favor de un “movimiento evolutivo asintótico”, hacia la perfección. Pero así mismo podríamos pensar que el propio ser humano, con toda la trascendencia histórica y evolutiva de millones de años, igualmente podría ser el resultado de un azar, de un camino que casualmente ha recorrido la naturaleza en el Universo, más, si se piensa en que el período de tiempo que lleva la vida tal como la conocemos sobre la Tierra, en términos astronómicos, es demasiado corta. En nuestra exposición, somos concientes de que tenemos una base antropocentrista y en consecuencia, aparentemente, nos salimos de un parámetro fundamental para la objetividad científica. Sin embargo la ciencia y los desarrollos tecnológicos son creados por y para el ser humano, para una subsistencia más garantizada. Las adquisiciones culturales han generado la consecución de una realidad cada vez más aproximada a “lo real”, pero es claro que la realidad que poco a poco se ha descubierto a lo largo de las épocas por el ser humano, lo pone frente a un medio ambiente cada vez más amenazante, pues le muestra más claramente su gran indefensión.
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La mercadotecnia tiene como criterio de perfeccionamiento el éxito empresarial, de un modo que podríamos llamar supra-gremial. Tal éxito genera recursos y poder. Sin embargo el recurso generado de tal manera, además de beneficiar al individuo exitoso, beneficia a quienes lo acompañan en su empresa, mientras más cercanos, más beneficiados. La sensación de poder sabemos que viene como herencia del proceso de selección sexual, y tal sensación queda confinada a lo pedagógico, proceso que implica movimiento de energía libidinal psíquica, que hemos asignado al fenómeno de identificación-trasferencia. La sensación de poder, como manifestación muy directa de una pulsión primaria, es la más complicada de tramitar por el yo humano, pues al contrario de lo que se pueda pensar, impide más efectivamente el crecimiento de las sociedades y el progreso económico de los menos afortunados.
Lo dictatorial, como característica de un líder gremial o social, agrupa y organiza una cierta cantidad de individuos en tanto estos, identificados con su líder y tal como lo describe Freud, se sienten beneficiados por su unión. El liderato, como un “oficio” que requiere el conocimiento y las aptitudes de un buen administrador, posee un devenir evolutivo asociado al devenir evolutivo psíquico. Así, será posible encontrar líderes de gran alcance en sus propósitos, constructores o fundadores de grandes comunidades, como líderes menos eficientes en su oficio de reunir personas alrededor de sus ideales. La manera en que un líder motiva a las personas a pertenecer a su comunidad, es fundamental en el crecimiento de la misma. Tal manera se corresponde enteramente con un logro de identificación en el cual el monto placer que logre desprenderse de los contactos de cada individuo con tal líder, será el que defina en última instancia, el que tal individuo se adhiera a éste, de una manera más o menos sólida. Una buena identificación con un líder depende entonces enteramente de qué tan “maduro” es el yo psíquico del mismo.
El direccionamiento evolutivo se identifica entonces con un direccionamiento mercantil, pues el logro de una buena eficiencia en la consecución del recurso físico -riqueza-, implicará un mayor empoderamiento del individuo y tal enriquecimiento sólo será validado por la sociedad, en tanto se vea respaldado por una fortaleza efectiva como líder. El yo psíquico ha de superar la competencia de tipo sexual, para derivarla a una competencia de tipo auténticamente psíquica, en la cual no entra en juego la seducción por los atributos sexuales anatómicos, si no la capacidad de lograr identificación por los atributos de los ideales de unión comunitaria y solidaria. Las derivaciones específicamente sexuales en la aglomeración humana lograda por un cierto líder, tienden a disminuir el número de integrantes del círculo social logrado.
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Sabemos muy bien que, aún basándonos ampliamente en los desarrollos psicoanalíticos, nos vamos “en contra” de Freud cuando asignamos un carácter estético y direccionado al devenir evolutivo humano. Freud sólo ve en tal proceso una mayor represión de las pulsiones, y por lo tanto, un mayor sacrificio humano. Nosotros en cambio vemos en tal proceso otras características, que se podrían definir como positivas.
Vimos atrás que la direccionalidad evolutiva es el concepto que finalmente hará de esta una argumentación de tipo antropocéntrica y, en ese sentido, parcializada con respecto al devenir universal. Igualmente, tal argumentación queda impregnada de un positivismo que, tanto para Freud como para muchos filósofos y científicos, parecerá desenfocada de lo real. Pero el ser humano requiere conocer acerca del universo, de la manera más objetiva, únicamente para mantener su éxito en el proceso de la evolución natural, para seguir existiendo. En primer lugar, el que el ser humano haya salido exitoso en los intensos desafíos del pasado, no lo hace infalible para los desafíos del futuro. En segundo lugar, tal voluntad de éxito es parte de su más íntima y primera estructura psico-fisiológica. Esperamos que los siguientes argumentos terminen por explicar cómo el trabajo de mercadotecnia es parte y consecuencia, en el ser humano actual, del proceso de selección natural.

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