lunes, 31 de marzo de 2008

9. LOS SUEÑOS Y EL APRENDIZAJE.

Ayudaría mucho la lectura de La interpretación de los Sueños, de Freud, pero igualmente serían muy útiles otras lecturas de Freud y de autores consagrados de la literatura universal, para entender el fenómeno onírico. Tal ejercicio posee como base la ampliación de los significantes de nuestros elementos lingüísticos, la consecuente diversificación del juego de palabras y significantes, con la necesaria apertura de canales para el trámite pulsional. Los sueños, de acuerdo con la teoría de Freud, son cumplimientos de deseos (ver La Interpretación de los Sueños). En tal sentido, son representaciones en las que se comprometen los deseos inconcientes con los obstáculos de la represión, aunque en un nivel menor que el de la vida despierta. La estructura de estas formaciones de compromiso, fueron identificadas por Freud con las estructuras del chiste, pero también con las estructuras de la enfermedad psíquica. Fue esto lo que le hizo pensar que básicamente, la medida de “lo normal” psíquico era muy relativa.
El estudio que lleva a cabo Sigmund Freud en La Interpretación de los Sueños, comprende prácticamente todas las diversas acepciones y significantes del término sueño, pues es un término tan cotidiano, significativo y universal, que igualmente ha sido estudiado bajo muchos otros aspectos, durante todas las épocas. Nos parece el sueño del durmiente un punto clave y muy importante para despertar el interés por el tema del fortalecimiento psíquico en las personas. Muy cotidianamente, las personas que recuerdan un sueño con particular nitidez durante el o los días siguientes al haberlo soñado, se ven igualmente muy interesadas por lo que allí ocurre, y su posible significación. El impacto psíquico de los sueños en los seres humanos de toda índole no se puede negar, y Freud explora este aspecto con bastante profundidad. Sin embargo, La Interpretación de los Sueños, de Freud, no se basa en este interés más casual que profundo, en el vivir cotidiano de las personas. Freud se interesa en el sueño como fenómeno psíquico, pues le aporta herramientas muy sólidas para su trabajo terapéutico. Se da cuenta que el sueño muestra un poco más de los problemas que el yo no logra resolver en la vigilia, y que pueden llegar a ser precisamente el nudo de una determinada patología psíquica. Además, no solamente esta muestra de evidencia es la que aporta el sueño. Aporta los elementos críticos para desanudar por lo menos cierta parte del problema.
Pero si pasamos a otra acepción de los sueños, siempre como deseos, vemos que tal conclusión, arduamente desarrollada por Freud, no es tan extraña cuando en el sentido cotidiano se toma al sueño como una aspiración, como un objetivo para alcanzar algo, más o menos posible en la realidad. Tales aspiraciones, por lo menos las más objetivas y factibles, son las que actualmente tratan de incentivar buena parte de las escuelas de emprendimiento y negocios en todo el mundo. Los sueños son la motivación primera del emprendimiento científico, artístico, comercial e industrial. El sueño en el dormir, como cualquier actividad, logra montos de placer psíquicos y fortalece al yo. El sueño en la vida diurna no posee una función muy distinta, y por eso es un punto de apoyo de los más importantes en la pedagogía empresarial.
No nos engañamos respecto a la significación de tales retos propuestos por las más modernas escuelas de negocios. No se trata de una motivación en vacío. La sociedad actual encuentra que son los negocios los que realmente potencian la capacidad de lograr efectivamente la captación de recursos económicos. Quienes logran tal capacidad, son quienes tienen asegurados puestos económicos preferenciales. Los demás, no dejarán de verse en problemas. El mercado mundial funciona básicamente con capitales medidos en moneda y tales recursos no se consolidan comúnmente con dádivas, si no con buenos negocios. Los gobiernos de los países en desarrollo entienden que buena parte de la solución a sus problemas económicos está en la posibilidad de activar la industria y el comercio a mejores niveles, pero para tal activación deben contar con recurso humano que logre la formación de empresas efectivas. Sabemos que esta política, en la cual el ciudadano ya deja de aspirar a un empleo para tratar de desenvolverse de manera independiente, por su cuenta y riesgo, es un revés a las políticas del socialismo estatal. Se supone que el estado debe cuidar de sus ciudadanos y velar por su bienestar, su inclusión en la sociedad. Pero el neoliberalismo, basado en las doctrinas del emprendimiento, pretende que sea el ciudadano quien soporte y vele por la conservación del estado, y logre él mismo su propio reconocimiento e inclusión social.
Qué tan contraproducente puede llegar a ser tal cambio de concepto entre las relaciones del estado con sus ciudadanos? Es claro que de esta manera se pretende una mejoría en la distribución de la riqueza y un estado “más liviano”. Pero la base conceptual del emprendimiento no funciona de la misma manera en todos los individuos, ni en todas las comunidades, ni en todos los estados. La base conceptual del emprendimiento son los sueños, que, como tales, poseen una estructura propia más compleja de lo que cotidianamente se cree. La realización efectiva de un sueño, de un deseo, para nosotros queda plenamente identificada con el actuar u obrar cotidiano de las personas. Pero como ya lo hemos anotado, el actuar humano ha estado siempre condicionado en su potencialidad por las estructuras de represión psíquicas inconcientes. Las personas, en una sociedad que les solicita actuar con mayor albedrío, que les solicita por su querencia vocacional y quiere incentivar su capacidad para producir creativamente, actúan con condicionantes que por su origen inconciente, la mayoría de las veces no son muy comprensibles para los demás individuos de la sociedad.
Es por esto que pensamos de manera concluyente, que un cierto adiestramiento para el emprendimiento, si bien ayuda y conforma un ámbito para la acción, no necesariamente desemboca en la creación efectiva de empresas y, por lo tanto, tampoco logra necesariamente el objetivo de reactivación o activación económica. Aunque esta activación de la economía puede suceder, es claro que lo hará en terrenos abonados psíquicamente, en los cuales el yo de los individuos ciudadanos, gracias a ciertas exigencias sociales y ambientales, actuantes durante ciertos periodos de tiempo -una base cultural dada-, ha logrado fortalecerse de manera significativa. De hecho, tal reactivación o activación económica, aún resultando exitosa para un país, no necesariamente beneficiará a todos los individuos de la misma manera, pues tales logros en el mercado de capitales pueden perfectamente estar soportados por minorías ya de antemano privilegiadas en algún sentido, patrimonial o psíquico.
El éxito en la economía de capitales para un grupo humano, no necesariamente significa bienestar para todos. Pero el fortalecimiento del yo, a través del recurso pedagógico, definitivamente presentará logros económicos, pero también de identificación y, por lo tanto, de bienestar. Se sabe por ejemplo de los grandes capitales que mueve la industria de la minería de piedras y minerales preciosos, pero es poco el bienestar que se saca de tal industria, por parte de los individuos que laboran allí con su mano de obra. Marx observa el poco bienestar que logra el obrero con su trabajo, y el gran bienestar del que aparentemente gozan los industriales dueños de la producción. Pero Marx no observa, realmente, una situación de capitales. Marx observó, si hubiéramos de entenderlo desde nuestra óptica, una situación de trasferencias psíquicas, las cuales impelen a la confrontación. El obrero no está contento con su trabajo o por lo menos, con su vida. Aparentemente el patrón no está contento con el trabajo del obrero, pues no le paga con generosidad, y muy probablemente no lo considera de confianza. Tal situación no tiene manera de ser muy sostenible, a no ser de que psíquicamente se haya establecido una cierta relación trasferencial de sado-masoquismo, lo cual sí es más frecuente de lo que se pueda imaginar, en el ambiente laboral.
Sin embargo, situaciones trasferenciales afectivas que llevan a confrontaciones de hecho, parecen ser reducto o herencia de situaciones históricas o aún prehistóricas que reviven por ciertas circunstancias particulares. Por ejemplo, las tensiones obrero-patronales que fueron muy fuertes en ciertos momentos históricos, pueden ser un reducto de las muy largas relaciones cultivadas en la época feudal entre señor y siervos, apenas superadas por el capitalismo industrial en desarrollo. El cambio que se genera a raíz del progreso y el crecimiento de las sociedades, crea climas de apertura psíquica que plantean siempre nuevas exigencias al comportamiento humano. Hemos hablado que, de acuerdo a nuestros postulados, tal desarrollo social ha incentivado el fortalecimiento del yo psíquico, pero con un claro direccionamiento pedagógico. Así, aquella persona que logra liderar una empresa, pero a manera de escuela, posee un gran bienestar asegurado, tanto en lo económico, como en lo psíquico. Sin embargo, sabemos bien que tal esquema es una situación ideal. Lo real es un conglomerado de negocios, algunos más eficientes y destacados que otros, ya sea por su particular especialidad, ya sea por la particular fortaleza de sus líderes y fundadores, ya sea, finalmente, por la capacidad pedagógica de tales personas. En los dos primeros casos, hablamos de privilegios casi fortuitos en talento y/o fortaleza psíquica. Una fortaleza en especialidad casi siempre se presenta con una debilidad pedagógica, mientras que una gran fortaleza psíquica se presenta casi siempre con una debilidad en especialidades laborales. En el tercer caso hablamos de posibilidades, ideales, pero alcanzables, según lo hemos querido demostrar con nuestros desarrollos.
Es así como abogamos por la exploración del fenómeno onírico desde una perspectiva más profunda. Motivados por la ilusión del mayor bienestar, esperamos que un ejercicio analítico cada vez más profundo con el material de los sueños cotidianos, nos lleve poco a poco a un mayor entendimiento del actuar ético, y con esto, a situaciones de mayor bienestar, pero también de una más efectiva acción solidaria. Necesario es hacer hincapié en la gran importancia de la verbalización tanto de los sueños, como de su interpretación. El lenguaje articulado y el lenguaje escrito, es medio imprescindible para el éxito en la labor, pues de esta manera se ejercita al yo en el juego de palabras y significantes. Es el mismo método de trabajo que emplean los escritores, novelistas, cuentistas, guionistas, etc, que hace de una trama tal vez no muy compleja, una aventura plena de significantes y situaciones trasferenciales de carácter más o menos universales.
Ahora, sabemos que el fenómeno de trasferencia, propio de la terapia psicoanalítica, está también presente en lo cotidiano. Cuando Freud habla de que el mecanismo del psicoanálisis funciona incluso para aquellos médicos que no son psicoanalistas, reconoce a la vez que tal fenómeno se presenta siempre que un individuo pide algún tipo ayuda o apoyo a otro individuo, y que este último, efectivamente, desea prestar la ayuda solicitada: “(…) Por lo demás, no crean ustedes que el fenómeno de la trasferencia, sobre el que desdichadamente es muy poco lo que puedo decirles aquí, sería creado por el influjo psicoanalítico. Ella se produce de manera espontánea en todas las relaciones humanas, lo mismo que en la del enfermo con el médico; es dondequiera el genuino portador del influjo terapéutico, y su efecto es tanto mayor cuanto menos se sospecha su presencia. Entonces, el psicoanálisis no la crea; meramente la revela a la conciencia y se apodera de ella a fin de guiar los procesos psíquicos hacia las metas deseadas.” (Obras Completas, Op. Cit., V.11. Cinco Conferencias sobre psicoanálisis. V. 1910).
Pero en última instancia, el psicoanálisis mismo nos obliga a llegar a tal término, esta situación de desvalimiento y ayuda correspondiente -aunque no siempre sea una ayuda suficiente-, es la misma que se presenta casi de inmediato, cuando dos seres humanos se interrelacionan. Sabemos que, en principio, las relaciones humanas están basadas en la competencia, casi siempre con un carácter agresivo, situación esta originada por la selección natural y continuada al interior de cada especie con la selección sexual. Sin embargo, una vez reconocida la necesidad de agregación social, el ser humano ya no puede simplemente competir con “el otro”, una vez se presenta ante él. El ser humano se pregunta entonces si aquel que se acerca le será útil a sus más inmediatos propósitos y ya estaría funcionando el principio trasferencial. Funciona igualmente el principio del placer previo: primero, un deseo aún no bien determinado, cuya declaración final debe pasar por el “ejercicio” del juego de palabras y significantes. Luego, una posibilidad de expresión afectiva con la presencia del otro. Tal situación desemboca en actos de comunicación preverbal y verbal, que habrán de conducir a múltiples procesos en los que la búsqueda de sensaciones placenteras será primordial, aunque no se presentarán con la frecuencia esperada, de acuerdo a la conformación de los mecanismos psíquicos de represión en cada individuo.
Forzar a nuestro yo a extraer mayores montos de placer en cada acción cotidiana, gracias a un hurgar más profundo en nuestras motivaciones psíquicas, nos dará mejores herramientas para manejar el complicado fenómeno trasferencial que resulta de toda nuestra interacción con los demás. No nos parece del caso dar explicaciones paralelas a las desarrolladas por Freud en La Interpretación de los Sueños para darle a tal exploración el sentido requerido. Encontramos que la experiencia de leer Psicopatología de la Vida Cotidiana y el texto de los sueños, es suficiente para encontrar, a modo terapéutico, la manera de lograr superar poco a poco nuestras limitaciones para el goce. Es esta y ninguna otra, la solución que proponemos frente al problema de la pobreza humana. Todo este texto ha estado argumentando el hecho de que lo que usualmente se conoce como pobreza, si bien es un fenómeno económico, su causa originaria es de tipo psíquico-evolutiva. No esperamos que sea la solución esperada por la gran mayoría, pero consideramos que es una procedimiento que está efectivamente al alcance de las manos de cualquier persona. La única condición es que, a pesar de la carencia de recursos propios de la pobreza, el interesado aún tenga la viabilidad sacar algunos momentos en el día, para enfrentar una elaboración verbal o escrita del contenido y análisis de sus propios sueños, desde la perspectiva psicoanalítica, bien desarrollada por Freud en la Interpretación de los Sueños.
Sabemos que esta condición, sin embargo, deja por fuera una gran cantidad de personas catalogadas como pobres, pero encontramos que tal limitación quedaría subsanada con creces, en un momento posterior, por el alcance pedagógico de la solución planteada. Lo que llamamos hurgar en el inconciente, o mejor, hacia el inconciente, a través de la terapia analítica de los sueños, es un acto de aprendizaje, de pedagogía. Pero tal acto no es limitado, pues afecta en última instancia, y a través del fenómeno de trasferencia o identificación, el comportamiento general de la persona, en un sentido positivo, casi sobraría decirlo. Un comportamiento en el cual se mejora la capacidad pedagógica de las personas, implica que mejorarán sustancialmente las posibilidades de aprendizaje o pedagógicas de las personas a su alrededor, en un clásico efecto de aumento geométrico. De todas maneras, no estamos hablando de una “cura súbita” y es evidente que los efectos “benéficos” se sentirían más en comunidades que actualmente ya poseen una buena posición económica-psíquica. El alcance real estaría basado en una “acentuación” de la capacidad de goce pedagógico, el cual tendería a nivelar las condiciones de vida, respetando la diversidad cultural y de personalidad individual.
Sabemos que la cotidianidad no siempre es goce y contento. Por el contrario, en la mayoría de los casos, la cotidianidad está plagada de angustia y disgustos. Pero sabemos bien que la mejor manera de sortear tales situaciones es logrando desviarla de tales fines. Freud desarrolla el tema de la angustia, como alternativa de gasto libidinal, es decir, como posibilidad cierta para el trámite de las pulsiones inconcientes: “(…) La psique cae en el afecto de la angustia cuando se siente incapaz para tramitar, mediante la reacción correspondiente, una tarea (un peligro) que se avecina desde afuera; cae en la neurosis de angustia cuando se nota incapaz para reequilibrar la excitación (sexual) endógenamente generada. Se comporta entonces como si ella proyectara la excitación hacia afuera. El afecto, y la neurosis a él correspondiente, se sitúan en un estrecho vínculo recíproco; el primero es la reacción ante una excitación exógena, y la segunda, la reacción ante una excitación endógena análoga. El afecto es un estado en extremo pasajero, en tanto que la neurosis es crónica; ello se debe a que la excitación exógena actúa como un golpe único, y la endógena como una fuerza constante. El sistema nervioso reacciona en la neurosis ante una fuente interna de excitación, como en el afecto correspondiente lo hace ante una análoga fuente externa.” (ibid, V.3. Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de “neurosis de angustia”. Esbozos para una teoría de la neurosis de angustia. 1895). “Hemos llegado al convencimiento de que el problema de la angustia ocupa entre las cuestiones de la psicología de las neurosis un lugar que ha de llamarse lisa y llanamente central. Tuvimos la fuerte presunción de que el desarrollo de angustia se conecta con los destinos de la libido y con el sistema del inconciente (…)”. (ibid, V.16. Conferencias de introducción al psicoanálisis. Parte III. Doctrina general de la neurosis. 25a conferencia. La angustia. 1917). Tal “presunción” queda efectivamente confirmada más adelante en sus conferencias. Es claro entonces que la angustia se corresponde con un gasto psíquico generado por la impotencia del yo, para tramitar de manera adecuada las fuerzas pulsionales inconcientes. Si el nivel de angustia crece en demasía, se empieza a generar un cuadro sintomático depresivo, que, en un nivel avanzado puede definirse como neurosis.
Todos tenemos momentos de angustia que manifestamos corrientemente en ira o depresión y, como lo dilucida Freud, a la angustia también la podemos enmarcar en el concepto de frustración en el logro de placer. Pero hemos asignado la causa de tal frustración, de manera similar a los efectos de la represión como limitante del goce en el actuar, a la debilidad del yo. Así, el ser humano, de manera enteramente paradójica, se puede complacer de su ira o angustia, pues lo que la psique no alcanza a “ejecutar” en placer, lo ha de “ejecutar” en angustia. El yo puede “acomodarse” a tal situación, mientras la sociedad u otro factor de realidad, no le fuerce de manera definitiva a buscar otras instancias o soluciones. Pero es muy difícil identificar la angustia, en sus diferentes formas, con placer. El placer podría sobrevenir después, como resultado de encontrar una salida a un conflicto, gracias a los actos acometidos en angustia. La dificultad de trabajar con el fenómeno trasferencial es precisamente esa: la de tratar con situaciones de angustia, para reconducirlas a situaciones de trámite con ganancia de placer. Es muy frecuente que una situación de angustia en una persona “se transmita” como generadora de angustia en otra, a modo de trasferencia o identificación negativa. Un ejemplo extremo de tal situación es el del pánico masivo ante una amenaza real o imaginaria. Otro ejemplo son las peleas entre dos o más personas que se inician en una discusión sin términos de acuerdo. Sin embargo, es corriente que muchas situaciones de tensión psíquica entre dos personas o un grupo cualquiera de estas, se “resuelva” con chanza o chiste. Es una demostración corriente de la conversión angustia - placer, pero también demuestra el origen libidinal de lo angustioso.
No podemos dejar de observar que la angustia es un fenómeno que subyace en nuestra psique, pues el yo puede apenas tramitar buena parte del impulso libidinal. Otra prueba de esto son los sueños de angustia, ya discutidos por Freud en su libro de los sueños. Cada nuevo alivio de angustia en favor de mayores sensaciones placenteras, da cuenta de “la pesada carga” psíquica de nuestros antepasados cercanos y lejanos. Tales alivios no son fáciles y en muchos casos se buscan de manera artificiosa a través de sustitutos en adicciones alcohólicas, a las drogas, al sexo, al trabajo, etc. Una pretendida actitud ética puede convertirse en una virtud bastante pesada, si no está enfocada hacia el goce de lo pedagógico, ni posee a su favor un yo relativamente fortalecido. Podemos lograr que el fenómeno trasferencial, imprescindible en lo cotidiano, esté del lado positivo en un buen porcentaje de nuestras interrelaciones, siempre que contemos con un fortalecimiento yoico efectivo.
Pero también debemos dejar claro que el fenómeno trasferencial no solamente nos ocurre con otras personas. Nos ocurre con animales, objetos, recuerdos, actividades específicas, etc, y en tal sentido, sabemos que las obras o elaboraciones artísticas buscan con gran interés ese efecto trasferencial. Las obras de carácter científico y tecnológico-artesanal, otro tanto, y, en general, una obra que no tenga a su autor presente, transmitirá efectivamente algo de éste. Tal ocurre, con las obras de Freud. No podemos negar el gran influjo que ha ejercido este autor en todos nuestros desarrollos, y en particular las lecturas de La Interpretación de los Sueños. Cada nueva lectura de este texto, es una nueva ganancia psíquica en fortalecimiento del yo, gracias a la ampliación de los significantes lingüísticos que encontramos allí. Seguir, con su metodología, nuestros propios sueños cotidianos, equivale a otro tanto. Las ganancias no son ni con mucho de gran alcance cada vez, pero sí muy profundas y contundentes. Así, encontramos en este proceso terapéutico propuesto, una motivación: nuestra subsistencia, un material: nuestros sueños, una método: el descubierto por Sigmund Freud.
Podemos imaginar a los seres humanos como sobrevivientes de una batalla psíquica, ganada, pero con un condicionante cual es el enclaustramiento en una ciudadela cuyas murallas fueron levantadas con la energía y la sagacidad propias de los momentos desesperados. Con el pasar del tiempo, tales sobrevivientes, poco a poco han ido fortaleciéndose como individuos pero también como “masa”, de manera sinérgica. Poco a poco, igualmente, tales murallas se convierten en puntos fundamentales de apalancamiento para el crecimiento de una urbe cada vez más compleja, pero que no puede desmentir su origen primero y se sigue nutriendo de este. El complejo urbano posterior facilita enteramente la vida de los habitantes frente a las amenazas de las primeras épocas, entendiendo las construcciones complementarias de la muralla primitiva, como mejoras para la vida comunitaria y de cada individuo.

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