lunes, 31 de marzo de 2008

2. PULSIONES Y LA NECESIDAD DEL SER HUMANO POR ADQUIRIR LOS RECURSOS PARA SUBSISTIR.

Muchas son las reacciones que despierta la pobreza, tanto entre quienes consideran que la padecen, como entre aquellos que se consideran por fuera de esta. El fenómeno de la pobreza económica en la sociedad humana, nos hace recordar, de una u otra manera, la vulnerabilidad del ser humano. En tal sentido, pensamos, despierta sentimientos muy diversos, que básicamente obedecen a esa vulnerabilidad humana. La manera en que se manifiesta la indefensión o debilidad humana frente a su medio externo, parece estar enteramente identificada con la manera en que el individuo enfrenta las actividades propias y cotidianas que le permiten subsistir, y los recursos empleados para esto. El fenómeno de la pobreza nos hace observar, tal como lo han hecho innumerables filósofos, antropólogos y sociólogos, que el ser humano subsiste gracias a unas actividades, de carácter más o menos agresivo y de depredación, en las cuales el factor de dominio sobre los recursos que están a su alcance, sean objetos u otras personas, es fundamental. Pero los naturalistas igualmente observan cómo esta actitud que podríamos llamar “agresiva” es un común denominador entre las especies vivientes, en particular cuando no están muy diferenciadas. Cuando especies muy similares en sus costumbres y necesidades se encuentran lado a lado en aquella actividad de subsistencia, se establece de inmediato un combate o lucha entre los individuos, cuyos caracteres pueden ir desde lo más sutil y disimulado, hasta lo más dramático y salvaje.
- Las pulsiones básicas.
Por su parte, Freud concluye que la vida se origina y desarrolla gracias a unas fuerzas elementales universales, de origen prácticamente desconocido, que, de acuerdo con sus estudios acerca de los mecanismos psíquicos humanos, denominó pulsiones. Las pulsiones básicas deducidas por Freud, de las cuales se desprenden otras, son de dos tipos: Eros y destrucción. Tal concepción se desprende básicamente de cómo se desarrolla el acto de subsistir de los seres vivos: deben desagregar elementos del medio -destruirlos- para incorporarlos a su estructura o sea, para crecer como individuos, además de reproducirse o crecer como especie -“funcionalidad” de Eros-. Si hacemos una “regresión virtual” evolutiva hacia los orígenes de la vida, nos encontramos con una organización molecular macro, en vías de “convertirse” en un ser viviente, en el cual ciertos conjuntos moleculares están metabolizando sustancias del medio ambiente, “destruyéndolas”, para beneficiarse o mejor dicho, favorecer el desarrollo de un organismo correspondiente. Esta situación nos remite a un ya reconocido intercambio energético de carácter biológico, que desde la perspectiva de las ciencias físicas, puede asimilarse muy bien con la dinámica de conversión materia-energía, ya medida y determinada a través de la investigación científica.
Sin embargo, no se nos puede escapar la consolidación material y energética, con muy claras características sinérgicas, que se genera en los organismos vivos, y que nos remite a la pulsión Eros, que une. Consideramos que es este un comportamiento de materia y energía muy poco conocido y explorado por la física, pues debemos pensar, en últimas, que la reunión sinérgica de partículas subatómicas, que luego darán origen a átomos específicos, los cuales, a su vez se organizarán de manera igualmente sinérgica en moléculas, que darán origen a complejos de sustancias de tendencia orgánica, pudo haber sido una total casualidad en nuestro universo. Pero aún así, debemos reconocer que tal situación originaria de las partículas más elementales hasta ahora conocidas, da origen a una causalidad que, de manera muy antropocéntrica, decimos que desemboca en el ser humano actual.
Freud escribe que “(…) la íntegra energía disponible de Eros, que desde ahora llamaremos libido, está presente en el yo-ello todavía indiferenciado [cf. AE, 23, pág. 148n.] y sirve para neutralizar las inclinaciones de destrucción simultáneamente presentes. (Carecemos de un término análogo a «libido» para la energía de la pulsión de destrucción.) En posteriores estados nos resulta relativamente fácil perseguir los destinos de la libido; ello es más difícil respecto de la pulsión de destrucción.” (Sigmund Freud, Obras Completas. Esquema del Psicoanálisis, Parte I [La psique y sus operaciones]. Doctrina de las pulsiones. Buenos Aires, Amorrortu editores, 1940). Que Freud no encuentre un término semejante a “libido” para la pulsión destrucción, nos remite a la situación simétrica de las ciencias físicas que no pueden interpretar la sinergia energética de la vida con base en sus elaboraciones. La libido es una manifestación energética cuya función es estimular de manera permanente al ser vivo para, de acuerdo con la terminología de Darwin, mejorar en su “posición económica” dentro de la naturaleza. Es un plus de energía que le permite al ser vivo a actuar más allá del ejercicio meramente funcional para el mantenimiento de su fisiología, y logra vencer la inercia propia de la materia.
En la lucha por la existencia, caracterizada por la depredación con fines de desarrollo y predominio evolutivo, Darwin demuestra que siempre hay especies e individuos que resultan más favorecidos que otros, pues el principio de la variabilidad es de una naturaleza tan fortuita, que es muy difícil dejar de aceptársele como enteramente casual. Si consideramos esta perspectiva, vale la pena explorar como un fenómeno del comportamiento humano, la manera en que se desarrolla en nosotros el hábito o instinto de subsistencia. Por esta vía, en la que el favoritismo de la fortuna es un factor decisorio y al parecer de muy difícil control para los individuos de una especie -por ejemplo, la especie humana-, no nos será difícil encontrar el verdadero origen de la desigualdad económica humana.
No encontramos una mejor palabra que subsistir para definir el mantenimiento de una cierta posición respecto a la existencia de las especies vivas en la Tierra. O mejor, una posición económica dentro de la naturaleza. El diccionario define subsistir como “Permanecer o seguir existiendo (…) Mantener la vida o seguir viviendo”. Para nuestros efectos, queremos ampliar dicha significación y diremos que subsistir es garantizar la vida por parte del propio ser vivo, mediante su actuación o comportamiento, con los recursos que considera más adecuados. Lo que significa también, salir exitoso en los desafíos cotidianos de la lucha por la existencia. Pero subsistir no solamente es la tarea de un ser vivo. También tiene como sujeto referente, a la especie toda y en este sentido, los individuos de todas las especies han de arreglárselas de alguna manera para dejar una descendencia y garantizarle a esta un medio apropiado para su subsistencia, por lo menos durante un cierto periodo de tiempo.
La evolución, según Darwin, está direccionada por el fenómeno de selección natural, en la base del cual encontramos una constante de lucha frente a las cambiantes condiciones del medio ambiente, pero también frente a las demás especies e incluso, frente a los demás individuos de la misma especie. La situación en la cual un ser vivo logra obtener una ventaja sobre otro, nos es familiar en el devenir evolutivo, bajo el nombre de selección natural: “(…) A [la] conservación de las variaciones y diferencias individualmente favorables y la destrucción de las que son perjudiciales, la he llamado selección natural (…)” (Charles Darwin, El Origen de las Especies, Barcelona, Edicomunicación, S.A., 2001. p.78). Dos principios rigen la evolución o selección natural: la lucha por la existencia y la variabilidad de las especies. Ambos nos remiten a las pulsiones Eros y destrucción de Freud, pero nos sugieren igualmente una cierta superioridad de Eros respecto a destrucción, pues tratan de la manera en que los seres vivos emplean su recurso energético para sobrevivir y predominar.
Darwin apunta respecto a la lucha por la existencia: “(…) uso esta expresión en un sentido amplio y metafórico, que incluye la dependencia de un ser respecto a otro, y lo que es más importante, incluyendo no sólo la vida del individuo sino también el éxito al dejar descendencia. Dos caninos, en tiempo de hambre, puede decirse que luchan entre sí (…), pero de una planta en el límite de un desierto se dice que lucha por la vida contra la sequedad (…) el muérdago es diseminado por los pájaros y… metafóricamente… lucha con otras plantas frutales, tentando a los pájaros (…)” (ibid, p. 63). Igualmente, en las páginas siguientes de su texto, explica y analiza el porqué las especies se ven enfrentadas a esta realidad y cuáles son probablemente los factores que modifican esta lucha en uno u otro sentido. “Podemos entrever porqué tiene que ser severísima la competencia entre formas similares que ocupan exactamente el mismo lugar en la economía de la naturaleza; pero seguramente en ningún caso podríamos decir con precisión porqué una especie ha vencido a otra en la gran batalla de la vida.” (ibid, p.74).
Ahora, es interesante lo que Darwin escribe a continuación, acerca de la relación entre la estructura específica de cada ser orgánico con respecto a los demás seres orgánicos con los que entra en competencia: “Un corolario de la mayor importancia (…) es que la estructura de todo ser orgánico está relacionada de manera esencial, aunque frecuentemente oculto, con la de todos los demás seres orgánicos con que entra en competencia por el alimento o residencia, o de los que tiene que escapar, o de los que hace presa.” (ibid, p.74).
La subsistencia del ser humano. está claramente entramada con unas ciertas condiciones de vida que construyen los individuos de todo el mundo, de acuerdo con toda una serie de recursos disponibles. La lucha por la existencia es más tenaz entre especies similares y, si una especie es muy predominante y numerosa en un espacio físico limitado en recursos, la lucha entre sus miembros será igualmente más exigente. Qué encontramos en Darwin respecto a la subsistencia de los humanos dentro de su propia comunidad o sociedad? “(…) si de dos tribus vecinas una se vuelve menos numerosa y poderosa que la otra, no tarda en desaparecer por la guerra, asesinato, canibalismo, esclavitud y absorción. Aún cuando (…) no desaparezca bruscamente (…) basta que comience a menguar su número (…) hasta su total extinción.” (El Origen del Hombre, Op. Cit., p.246). Darwin habla de este tema a propósito del fenómeno de la extinción de razas humanas, el cual posee otras connotaciones a nivel de situaciones de nuevas patologías y de decrecimiento de la fecundidad (El Origen de las Especies, Op. Cit., p.247). “El grado de civilización parece ser un elemento muy importante (…) los salvajes no desaparecerían antes delante de los pueblos de la antigüedad, como ahora ante los pueblos modernos (…)” (ibid, p.247).
Visto como un panorama macro, es claro entonces que el desarrollo de la civilización ha sido fundamental en la subsistencia humana, frente a los demás pueblos humanos. Los postulados de Darwin valen para todos los seres orgánicos, y valen entonces para la especie humana. Así cuando habla de que si “(…) una planta o animal se halla en un país nuevo entre competidores nuevos, las condiciones de su vida cambiarán (…) de un modo esencial (…) Si su promedio de individuos ha de aumentar en el nuevo país, tendremos que modificar este animal o planta (…) [y] habríamos de darle alguna ventaja sobre un conjunto diferente de competidores o enemigos.” (ibid, p.75), resulta que entre los seres humanos y sus sociedades, es posible establecer un criterio de cambio o de modificación que ha permitido que ciertos grupos humanos, tomen “alguna ventaja” sobre los demás conjuntos o grupos humanos y, en diversas situaciones históricas, actúen los aventajados como aniquiladores o como absorbedores de las comunidades en desventaja. Así, la lucha por la existencia se da también en diversos niveles de lo humano, desde los individuos, hasta las comunidades vecinas, pequeñas y más grandes. Esta lucha no solamente es similar a la que ocurre entre las demás especies de la naturaleza, si no que, de acuerdo con Darwin, entendemos que es continuación evolucionada, de aquella que se da entre las especies.

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